DIARIO DE UN CONFINAMIENTO

Lo más parecido a la madriguera de un pangolín

Día 3. Para disipar el aburrimiento intento hacer una acampada en el salón. ¿Recluirse durante un encierro? Absurdo, sí, pero sale en muchas películas y había que probarlo.

Refugio infalible que el Colegio de Arquitectos no debería tener en cuenta.
Refugio infalible que el Colegio de Arquitectos no debería tener en cuenta.
C. P. B.

En las películas siempre parece divertido. Ves a Jennifer Aniston pertrechada con un peto y blandiendo una brocha y todo son risas. Ella y sus ‘friends’ pintan una pared con una animada banda sonora y acaban en el sofá desternillados tras una pelea con los rodillos. Estafa. Farsa absoluta. Porque ahora deben estar liados con otras cosas, pero creo que debería intervenir la Fiscalía. Que no nos engañen, que eso de quitar el gotelé, proteger los rodapiés y dar una y mil capas de pintura poco tiene de juerga y jolgorio. En las películas manda lo ‘guay’ sobre lo metódico, pero en una cuarentena...

No tengo, por suerte, paredes que adecentar. Bueno, sí las tendría, pero la mugre también resulta atractiva. ¿Que dónde he oído eso? Lo dice Marie Kondo. Sí, en sus primeros trabajos. En versión original. Es que yo no soy tan ‘mainstream’. Buscad, buscad...

El caso es que ayer, quise poner en práctica otra de esas ideas que en las pelis de Hollywood a todos hacen felices y ninguno pierde los nervios. ¿Me propuse hacer una tarta de arándanos? No, pero todo llegará. ¿Me inscribí en un concurso de belleza infantil? Por poquito, pero no tengo edad. En realidad, pensé en construirme una cabaña en un árbol, pero los inconvenientes eran muchos: los árboles de mi calle son chiquitos y endebles, se acerca la temporada de poda, no sé si el alcalde lo consentiría… Reconduje mi propósito y opté por hacer un pequeño refugio en el salón de casa. La idea es genial. Pensé en levantar un pequeño ‘tipi’ indio para meterme ahí a leer con una linterna y fingir que estoy en otro escenario. Busqué y rebusqué mi tienda de campaña ‘quechua’, de esas que lanzas al aire y se montan solas, pero... ¿eh?, ¿Fiscalía?, ¿publicidad engañosa?

El caso es que traté de manufacturar una pequeña tienda con dos sábanas y tres sillas. Pertenezco a esa generación que creció con ‘Bricomanía’ de fondo, pero que nunca prestó especial atención a las lecciones de Kristian Pielhoff. La conclusión es que mi destreza constructiva es más que discutible y dudo de que la cabañita obtuviera una visado de obra ni siquiera de Rocío Monasterio. Veo mi guarida desde el pasillo y se me antoja la madriguera de un pangolín. La sábana se ha mediodesplomado, pero no ha habido daños ni mucho menos que llamar a Urgencias. Eso ya no, por favor.

Me pongo a pensar en la cantidad de pelis que existen de niños que construyen su casita del árbol, que pasan una noche de acampada en el salón o que instalan sus tiendas en el jardín de casa. Oh, oh… Horror. La última que vi con una escena de estas fue ‘Parásitos’, y aquello acababa como el rosario del aurora. El título del filme, su procedencia, su lisérgico final… No sé si ha sido una buena idea esto de la cabañita.

Bueno, ya que está hecha, me meto para dentro. Un encierro voluntario dentro de un confinamiento obligado. Esto es más confuso que la teoría de cuerdas o la curvatura espacio-temporal. Por suerte he metido a mi refugio unos cuantos libros que me harán pasar un ratico agradable. Está el de Panero de Túa Blesa, el de Ramón Acín de Víctor Juan y, bueno, la revista Cuore con un montón de famosos que dicen que se quedan en casa. Qué listos. Sus jardines son más grandes que el Retiro... 

Apúntate a nuestro boletín y recibe en tu correo las últimas noticias, claves y datos sobre el coronavirus.

Consulta aquí toda la información sobre el coronavirus

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión