historia

Una novela gráfica reivindica el legado de Chocolates Orús en Zaragoza

Javier Sánchez Orús, descendiente del impulsor de la fábrica, ha ilustrado, guionizado y autoeditado la obra, disponible a través de Amazon.

El cómic hace un repaso por la historia de la empresa y de la propia familia.
El cómic hace un repaso por la historia de la empresa y de la propia familia.
Oliver Duch

No todas las familias pueden presumir de haber erigido una de las fábricas icónicas en una capital de provincia. Ni de que el edificio en cuestión, una joya patrimonial, siga en pie décadas después, en plena forma, protegido por su valor estético e histórico. Por eso Javier Sánchez Orús, cuyo segundo apellido lo hereda del impulsor de la famosa fábrica de chocolates, ha querido reivindicar el legado de sus antecesores y la huella que dejaron en la ciudad de Zaragoza. Lo ha hecho a través de una novela gráfica guionizada, dibujada y autoeditada por él mismo.

La historia de los Orús arranca en Torralba de Aragón, en Los Monegros, de donde procede en origen la familia materna de Javier. Por carreta, en plena noche, emprendieron camino su tatarabuela Águeda y su bisabuelo, Joaquín Orús Abadía, que probó suerte como aprendiz en los ultramarinos de Manuel Marraco. Atendiendo a los clientes aprendió el oficio de comerciante, mientras en la trastienda se  empapaba de los procesos de elaboración del chocolate. Poco después, en 1904, dio un pequeño salto, creó su propia sociedad en el entorno de la calle Azoque y acabó abriendo una fábrica con maquinaria eléctrica en el sur de la ciudad. Después vino el gran momento de Orús Abadía: la construcción de la gran factoría chocolatera en la calle de Escoriaza y Fabro. El comercio nacional se abría camino en la España de 1914 al mismo ritmo que bullía el género en el interior del gran edificio, proyectado por el arquitecto Julio Bravo, que dio forma a un complejo industrial con carácter ecléctico y elementos historicistas, inconfundible para todos los zaragozanos.

“He tratado de que el relato se ajustase lo máximo posible a la realidad -cuenta el autor del cómic-, basándome en la documentación conservada, en lo que he podido rescatar en diferentes anticuarios, en mis visitas a Zaragoza, en las que he podido hacer noche en el hotel que hoy es la vieja factoría. Pero, sobre todo, he tenido en cuenta el relato oral de mi abuelo, un orgulloso zaragozano que siempre tenía palabras para su ciudad y para la fábrica”.

El abuelo de Javier se llamaba, siguiendo la tradición familiar, Joaquín Orús Gasca, y tuvo que lidiar con la época de entreguerras y los años posteriores a la contienda civil española y el impacto que tuvo en las industrias, con un dolo especial para las alimenticias debido al desabastecimiento de materias primas. “Mi abuelo siempre lamentaba el daño del estraperlo en su sector y la rebaja generalizada de la calidad en el producto, así como los cambios en los hábitos de consumo de la población, que acabaron por empujarles a vender la fábrica a una industria de cartonaje”, cuenta el autor de la novela gráfica.

Chocolates Orús se trasladó entonces a un inmueble muy cercano, que hasta entonces constituía el domicilio familiar. Desde ahí trataron de reflotar el negocio con artículos promocionales y acciones de marketing, pero la pujanza del café con leche acabó por desplazar el chocolate a la taza, tan consumido hasta entonces en las cafeterías, a un segundo plano. Fue, ya en la década de los 50, la puntilla para la sociedad familiar, de la que solo queda el legado cafetero, que quedó en otras manos.

Joaquín, su mujer, la valenciana Ángeles Báguena, y sus cinco hijos, se mudaron a la capital del Turia en busca de mejor fortuna. “Mis abuelos, mi madre y mis tíos pasaron de una situación social y económica altas a un escenario muy diferente. Fueron años duros en los que tuvieron que trasladarse a Valencia y a adaptarse a la nueva realidad. Mi abuelo, después de ostentar una gran fábrica, se reconvirtió en representante comercial para poder mantener a la familia, y pasaron a vivir en un piso corriente a las afueras de la ciudad”, cuenta Javier, quien decidió honrar la memoria de su familia, especialmente de su abuelo, en el cómic ‘Los mejores del mundo. J. Orús’, que ahora se puede conseguir a través de Amazon.

Alojamiento de larga estancia

El Hotel Orús, junto a la vieja estación de El Portillo (en la calle de Escoriaza y Fabro, 65 de la capital aragonesa), cerró en junio de 2014 para, dos años después, volver a abrir sus puertas con el nombre de Nuevo Hotel Horus y un nuevo enfoque en su actividad como alojamiento de larga estancia.

?El hotel Orús reabre como alojamiento de larga estancia
¡El hotel Orús reabrió como alojamiento de larga estancia
HERALDO

La otrora fábrica se enfoca ahora a personas que quieran pasar en el inmueble largas estancias en régimen de pensión completa, aunque no es una residencia y no está orientada a personas asistidas. Tienen cabida distintos tipos de huéspedes: personas recién jubiladas o que vivan solas, viudas, viudos... y también está abierto a estudiantes que quieran residir en un edificio lleno de historia. Aunque las pernoctaciones de una o dos noches no están prohibidas, claro.

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