zaragoza

La obligación de que Salamero esté ajardinada

El Estado cedió la plaza a Zaragoza en 1898 con la condición de que siempre fuera una zona verde, una disposición que plantea dificultades para el mantenimiento de su parquin.

La plaza de Salamero está vallada y se están vaciando los parterres para reducir el peso.
La plaza de Salamero está vallada y se están vaciando los parterres para reducir el peso.
Guillermo Mestre

Dijo hace unos días el alcalde de Zaragoza, Jorge Azcón, que la más que probable reforma de Salamero tras el hundimiento parcial del parquin subterráneo debería respetar los árboles y zonas verdes de la plaza. Pero lo que transmitió como un deseo quizá sea en realidad una obligación. Según constan en los archivos y crónicas de la época, el Estado cedió a la capital aragonesa esta céntrica parcela de terreno en 1898, pero lo hizo con la condición de que siempre fuera una zona ajardinada, para disfrute de los ciudadanos. De lo contrario, la entrega sería revertida.

En el pasado, el hoy desaparecido convento de Santa Fe, ocupaba buena parte de la actual plaza de Salamero, que recibe el nombre del héroe de la guerra de la Independencia que defendió este edificio religioso de las tropas invasoras. El inmueble se convirtió en la primera sede del Museo de Zaragoza, en 1848, hasta que en 1896, en un estado que amenazaba ruina, fue desalojado y finalmente derribado.

El denominado solar de Santa Fe, en manos del Estado, fue reclamado por el Ayuntamiento de la capital aragonesa, que incluso logró frenar una subasta pública de los suelos en 1896 para que Zaragoza presentara un proyecto urbanístico. El entonces alcalde propuso la cesión de los terrenos en los siguientes términos: "Los 2.261 metros cuadrados destinados a jardines se habrán de sujetar a canon y los 654 metros restantes que se destinan a ensanche, al precio de tasación pagado en 15 plazos".

Según recoge la crónica de HERALDO de aquella época, finalmente se dictó una Real Orden que concedía la cesión, pero con dos condiciones: "Que la corporación abone los gastos del expediente, y que no pueda destinar los terrenos a otros usos que aquellos para los que se conceden, pues de lo contrario revertirán al Estado".

Sin embargo, décadas después se podría en tela de juicio la citada condición con motivo de la construcción del aparcamiento subterráneo de la plaza de Salamero. Los vecinos celebraron la reconfiguración de este espacio, ya que, literalmente, "estaba hecho un asco", según una crónica de este periódico de 1970. Pero el resultado no convenció inicialmente, ya que quedó una plaza diáfana, dominada por duros materiales, y sin visos de las ‘obligadas’ zonas verdes.

Finalmente, el Consistorio fue dotando de árboles y jardines la plaza, que no obstante parecen haber afectado a la estructura del parquin. A falta de los informes definitivos que han encargado tanto el Ayuntamiento como la empresa concesionaria, Indigo, todo apunta a que el peso y las filtraciones fueron algunas de las causas de que el pasado 28 de enero cediera parcialmente el techo de la primera planta unos tres centímetros.

Falta de mantenimiento

Ante los problemas que generan las zonas verdes sobre los aparcamientos subterráneos, se han intentado evitar en los últimos que se han ejecutado en la capital aragonesa, como el de la calle de Moret o el de la plaza de Eduardo Ibarra. Sin embargo, los expertos consideran que no debería existir ningún problema para combinar ambas apuestas. "Es una cuestión técnicamente resuelta desde hace mucho tiempo", explica Carlos Turégano, miembro de la junta de gobierno del Colegio Oficial de Arquitectos de Aragón.

A su juicio, una construcción como un parquin subterráneo tiene que ofrecer "seguridad estructural e impermeabilización". El arquitecto reconoce que una zona ajardinada en la superficie "supone una sobrecarga que afecta a la estructura", pero "se resuelve con las medidas adecuadas". Igualmente, hay que aplicar sistemas para evitar que se filtre el agua, pero advierte de que con el paso del tiempo se deterioran.

"Los sistemas de impermeabilización son eficaces, pero no son eternos, no más de 15 años si no se aplican labores de mantenimiento", comenta. De lo contrario, las filtraciones "pueden causar daños estructurales", argumenta. Turégano prefiere no valorar lo acontecido en el parquin de Salamero, al no contar con datos precisos, pero detalla que "la construcción parece buena, no ha dado problemas en medio siglo".

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