zaragoza

Los vecinos del edificio desalojado en Juslibol recogen sus pertenencias

El Ayuntamiento de Zaragoza está acometiendo el derribo de manera subsidiaria y después pasará el recibo al dueño del inmueble. 

Los vecinos del edificio que fue desalojado la semana pasada en el barrio de Juslibol terminaron este miércoles de recoger sus pertenencias. En el inmueble del número 39 de la plaza Mayor residían 13 personas repartidas en seis pisos (dos okupados) que deben buscar un nuevo lugar para vivir. Por ahora, algunos permanecen en albergues o dependen de la ayuda de sus familiares.

El pasado martes, el edificio fue declarado en ruina inminente por un arquitecto del Ayuntamiento de Zaragoza, después de que una vecina alertase del considerable tamaño de las grietas. Los residentes fueron desalojados ese mismo día sin que les diera tiempo a llevarse prácticamente nada consigo. Según contó uno de los afectados, "incluso una mujer tuvo que marcharse en camisón". Después de que fuese apuntalado, pudieron acceder, acompañados en todo momento por personal municipal, a recoger sus enseres de pequeño tamaño. Ayer, los operarios fueron retirando poco a poco los muebles –no todos, porque sacar algunos suponía poner en riesgo la estabilidad del edificio–, y los vecinos acudieron por turnos a la que hasta ahora había sido su vivienda para recogerlos.

Ahora el Consistorio se está encargando de llevar a cabo el derribo de manera subsidiaria porque el propietario no ha respondido al requerimiento de Urbanismo, aunque luego tendrá que pagar los costes de los trabajos. Los vecinos, por su parte, aseguran que el dueño "no da señales de vida" y que no ha vuelto a pasarse por allí desde el desalojo. En este sentido, las cuatro familias que residían en el inmueble en régimen de alquiler están buscando asesoramiento profesional y estudian ahora emprender acciones legales en caso de que tengan derecho a una indemnización y no la reciban.

Así lo explicaba ayer Manuel, que con 14 años entre las mismas paredes era el inquilino más antiguo del edificio. Según contó, pudo dejar sus cosas en casa de otros vecinos del barrio, pero todavía no ha logrado encontrar un sitio en el que vivir. "Por la noche duermo en casa de mi hermana, pero solo es una solución temporal, no es fácil que te alquilen un piso si no tienes un contrato fijo", relató.

En este sentido, según apuntó Manuel, todos los vecinos se encuentran en una situación similar. "Somos gente de pocos recursos –aseguró, sentado en una de las sillas que acababan de sacar los operarios–. ¿Por qué si no íbamos a estar en un edificio que ha sido declarado en ruina inminente? No por gusto, desde luego. Aquí se pagaba poco".

Junto a la montaña de muebles también se encontraban Carlos y Ricardo, que celebraban como una pequeña victoria cada una de las piezas que atravesaba el umbral del número 39. Ellos residían, junto a sus parejas e hijos, en los dos pisos okupados de la planta baja. Ambos tienen ya –a diferencia de Manuel– un nuevo sitio en el que dejar sus cosas.

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