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San Antón, la tradición más animal

Cada 17 de enero se celebra la festividad de San Antón, el patrón de los animales. En Zaragoza, cientos de personas han llevado a sus mascotas a la iglesia de San Pablo para pedirle protección al santo.

"Vamos a cantar en la medida de lo posible", ha dicho el párroco de San Pablo desde el altar. Una misión que ha sido complicada por los ladridos de los canes congregados para pedir la protección de San Antón. Una festividad que se celebra cada 17 de enero y que se ha convertido en una cita obligada para muchos animales de dos o cuatro patas.

En la primera fila de la bancada, con religiosa puntualidad, esperaban tres generaciones de una misma familia de podencos andaluces. Dama (abuela), Chisco (padre), Cuca (madre) y Tintín (nieto) han permanecido con un excelente comportamiento durante toda la celebración de la palabra. La familia Marco, los dueños, son habituales a esta festividad, tal y como confesaba Julián: "Venimos todos los años porque es su fiesta, para que San Antón les bendiga".

Fuera, a los pies del escenario, aguardaba una de las estrellas de la mañana, sin menospreciar a San Antón: la burra Chenoa. Sus seguidores la buscan porque la quieren y ella se hace querer. Este animal, que ha cumplido 13 años, "tiene poco de pollina ya", ha señalado José María Royo con las riendas en la mano. A pesar de su edad, ha cumplido con la tradicional visita a San Antón. Bien peinada, con elegancia y sus mejores galas: una alforja de la que asomaba una bota de vino. "Venimos desde el barrio de la Almozara, por la plaza de Europa y el paseo de Echegaray y Caballero hasta aquí", ha relatado José María. "Bisbal se ha quedado en el establo junto a otro caballo, Caprichoso", ha añadido Royo mientras la peana de San Antón salía a la calle.

La parroquia de San Pablo de Zaragoza ha celebrado este viernes la tradicional bendición de los animales que lleva a cabo cada año en el día de San Antón.

La procesión, encabezada por una pareja de caballos de la Policía Local de Zaragoza y seguida del mítico gancho, ha recorrido algunas calles de este barrio del Casco Histórico. De fondo las campanadas de la iglesia se mezclaban con los ladridos de los cientos de perros. Un sonsonete que recordaba a la escena de la película de '101 Dálmatas'.

También ha habido ronquidos, los de Helio, un bulldog francés que se ha quedado dormido en brazos de Fernando y que no se ha enterado de la procesión. Ha permanecido ajeno a cualquier tradición. "Se ha quedado frito, luego se lo tendré que contar en casa", decía jocoso su dueño. "Ya es mayorcico y tenía que venir al menos un año, a mí me hacía ilusión", ha añadido mientras su can dormía plácidamente con la lengua fuera. No todos se hacían notar… Kiti, una perrita que fue abandonada en Reus, no se ha perdido tampoco el rito, acompañada de Conchita y José, los abuelos de la dueña adoptiva.

Perros, una burra, pollos, gatos y también tortugas. "Tienen 22 años y eran de esas pequeñas de Florida", ha detallado Rubén. Bien ha dicho "eran de esas pequeñas" porque ahora son unas señoras tortugas de varios kilos. 'Fuertes' y revoltosas, ya que querían salir de la caja para conocer mundo o, al menos, la plaza de San Pablo. Joaquín, Milagros y Rubén también iban acompañados de su gatita, que pasaba más desapercibida en el interior del transportín.

A los pocos minutos San Antón ya había dado la anual vuelta por la calle de San Blas y otras vías. La talla ha sido subida al escenario, desde donde el sacerdote ha rociado con agua bendita a mascotas y dueños.

Una clase diferente

La plaza de San Pablo y la procesión de San Antón ha sido el aula para tres grupos de alumnos del Instituto de Miralbueno. "Damos clase de protocolo y hemos venido para explicarles el protocolo religioso. Se trata de una costumbre que repetimos desde hace 3 o 4 años", han expuesto Ana Belén Villalba y Carmen Cáseda, las profesoras. Los adolescentes han tomado apuntes y algunos han acudido con sus mascotas también. No solo ellos, una de las profesoras ha llevado a Manchitas, su conejo, acompañado de su hijo Óscar.

Esto demuestra que la celebración de San Antón se transmite de padres a hijos. Como es el caso de Fernando Balaguer, que ha acudido con su perrito Atram de 9 años. "Hasta ahora lo traía mi madre y este año, como ella ya no está, he venido yo". Este vecino de San Pablo augura futuro para esta tradición: "Es una fiesta bonita, que como todas tradiciones tendrá sus altibajos. Sin embargo, es cierto que cada vez hay más mascotas y, a pesar de ser entre semana, esto está lleno". 

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