fotografía en zaragoza

Cierra Tamo, un taller que vio cómo las cámaras analógicas se convirtieron en digitales

Este taller del barrio de Las Delicias es el penúltimo establecimiento de estas características en Zaragoza. Tras más de 45 años de servicio baja la persiana definitivamente.

Este taller del barrio de Las Delicias es el penúltimo establecimiento de estas características en Zaragoza. Tras más de 45 años de servicio baja la persiana definitivamente.

Santiago Budría hizo la mili en San Lamberto, en Zaragoza. Era el año 1972. "Me iba al cuartel con una bolsa de cámaras. Durante los ratos de descanso las reparaba en la sala de estudio rodeado del resto de compañeros que me miraban con atención", recuerda Santiago. Desde entonces, dice haber destripado más de 250.000 cuerpos. Esa faena tiene fecha de fin. El 31 de diciembre apagará el flexo de su mesa y aparcará el destornillador.

En un soporte guarda en orden una decena más de estas herramientas, con fina punta. En el resto de la mesa se pueden identificar las horas de trabajo. "Si un taller está recogido, mala señal", dice. Frente a la mesa se apoya un espejo, útil arma para reparar los objetivos. "Me ha gustado mi trabajo. Lo bonito siempre ha sido la lucha de uno mismo para detectar la avería. Cuando se enciende la cámara y funciona es una auténtica satisfacción", confiesa Santiago.

"Lo bonito siempre ha sido la lucha de uno mismo para detectar la avería"

Carteles de la marca Nikon, de Canon o con el anagrama de Hasselblad son parte de la decoración de esta oficina donde se respira aire de los años 70. Muebles con cajones de madera conviven su propio futuro, los ordenadores. En las estanterías de metal se acumulan catálogos de cámaras de fotos y ficheros verde oscuro.

Ese detalle es un reflejo de la evolución de la fotografía. Tras el mostrador del comercio se descubren cámaras de revelar y tomavistas de 8 milímetros que es difícil no mirar con detalle. También los carretes expuestos, que no están escondidos en los rincones de cajones como en la mayoría de los domicilios. Al igual que los fotógrafos más veteranos, le viene a la memoria cuando las fotografías se almacenaban en un disquete que había que meter en la cámara, justo después de dejar de lado la película. La pasión por la electrónica de Budría le permitió adaptarse fácilmente a los nuevos tiempos. De hecho, diseñó un programa informático en 1992 para gestionar la tienda. "Comencé a estudiar en la Escuela de Ingenieros de Zaragoza y mi idea era ir a Pamplona para cursar electrónica, pero al final me quedé aquí por reparar cámaras".

Los comienzos de Tamo están junto al paseo de la Independencia, en la calle de Albareda. Allí, en un piso comenzó la historia de La-Mont, de la que Santiago fue partícipe. Junto a otros tres compañeros fundaron una empresa del sector fotográfico. "Vendíamos mucho a los pueblos, porque se empezaron a popularizar las cámaras, como la Werlisa Color, un regalo muy habitual para la primera comunión en aquella época", rememora.

Cámara Werlisa Color, muy habitual de los setenta.
Cámara Werlisa Color, muy habitual de los setenta.
Wikipedia

Ese negocio se disolvió y Manolo y Santiago crearon Talleres Mecánicos Ópticos, Tamo. En 1975 se establecieron en el número 29 la calle de José García Sánchez, donde ya estaba La-Mont. "En la década de los 70 y 80 tuvimos mucha clientela, tanto que la plantilla estaba compuesta por bastantes trabajadores", recuerda. Santiago cuenta su "clave" del éxito: cada uno de ellos se especializó en un marca, de tal forma que podían ofrecer la máxima experiencia. Un cliente aparece con un objetivo que no gira del todo. Su hija, Eva María, le ayuda en el taller y se lo acerca. Con un par de gestos se pronuncia: "Esto suena a un golpe".

Su socio, Manolo, se jubiló en 2001 y uno de los motivos que han incentiva el cierre, "el principal", considera Budría, fue el fallecimiento en mayo de Armando Tapia, otro compañero del taller. Era un relojero que conocía las entrañas de cada cámara de fotos.

Los arreglos que han solventado en Tamo no han sido solo para Zaragoza, sino para toda España e incluso fuera de nuestras fronteras. "Hemos trabajado con Navarra, Galicia o Canarias, pero también nos han llegado encargos de Francia", relata Santiago. No hace falta ponerlo en duda porque no tarda en sonar el timbre que anuncia la llegada de otro cliente. "¿Se lo podemos reparar para mañana? Es de fuera y se va mañana de Zaragoza", le dice su hija. El trabajo de este taller de Las Delicias se ha extendido gracias a internet, vía por la que reciben muchas de las reparaciones.

Esa exclusividad está relacionada con los pocos talleres que reparan cámaras de fotos. "Hace unos años nos reunimos todos los mecánicos de España en Zaragoza. Se podían contar con los dedos de las manos", recuerda. En la capital aragonesa no es el único taller que existe, también está Fotosonic, en la avenida de Cesáreo Alierta.

Estas semanas están anunciando a sus clientes que el último día del año bajarán la persiana definitivamente. Cuando sale este tema parece que el tiempo se detiene, porque Santiago guarda silencio antes de seguir con la conversación. "Pásate antes de cerrar que nos tomaremos un café", le promete a un asiduo fotógrafo que se despide agradecido por las cámaras que le ha reparado durante las últimas cuatro décadas.

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