medio ambiente

¿Por qué los castores de Zaragoza no crean grandes presas?

Aunque su capacidad para roer y derribar árboles es evidente en el Ebro, el castor europeo no tiene la misma capacidad para modificar los cauces que la especie americana.

Un castor, fotografiado en una ribera del Ebro en la provincia de Zaragoza.
Un castor, fotografiado en una ribera del Ebro en la provincia de Zaragoza.
Ismael Natural

Los documentales (y los dibujos animados) han hecho que en el imaginario colectivo de muchas personas los castores aparezcan haciendo grandes presas en los ríos, con las que ‘domesticar’ el cauce a su antojo. No en vano, son considerados como ‘los ingenieros de la naturaleza’, por su capacidad para cambiar la dinámica fluvial con los árboles que derriban con sus incisivos dientes.

Sin embargo, los expertos advierten de que en Zaragoza no veremos algo parecido. Al menos, del tamaño al que estamos acostumbrados a observar por televisión. El castor europeo tiene una capacidad para ejecutar estos trabajos más limitada que el americano. Estos grandes rodedores que surcan el Ebro son capaces de limar los árboles con sus dientes y de derribarlos (de hecho sus señales son evidentes en la vegetación de la ribera), pero no acostumbran a hacer grandes presas.

En el río Cidacos en Arnedo (La Rioja) apareció el pasado mes de febrero una estructura en el cauce que, sospechan, pudo ser obra de estos mamíferos acuáticos. Sin embargo, el naturalista Ismael Sanz, que ha estudiado estos animales desde que se soltaron de forma ilegal en el Ebro, señala que “no hacen presas” y que “no deprendan otros animales”.

Se suelen alimentar de los árboles y la vegetación de la primera línea de ribera, y también hacen incursiones por los cultivos cercanos. De hecho, las quejas de agricultores ante el Gobierno de Aragón han aumentado con el paso del tiempo.

El debate está servido, ya que los naturalistas y ecologistas defienden sus beneficios para el río. El propio Sanz señala que son “buenos para sanear los ríos”, porque “limpian la primera línea de vegetación del cauce”. “Han venido para quedarse”, apunta Sanz.

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