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María Jesús Extremiana: "El alzhéimer borra la memoria, pero no los sentimientos"

María Jesús Extremiana Alonso (Baracaldo, Vizcaya, 1947) es la vicepresidenta de Lares Aragón y la directora de la Fundación TAU San Eugenio.

La hermana María Jesús, en la plaza de San Eugenio.
La hermana María Jesús, en la plaza de San Eugenio.
Toni Galán

María Jesús Extremiana es la vicepresidenta de Lares Aragón, la asociación de centros de atención a mayores del sector social. También es directora de la Fundación TAU San Eugenio.

Cita usted los cargos que ejerzo, pero yo me considero y soy una hermana franciscana y punto.

Lo de TAU pensé que era un equipo de baloncesto…

Es la última letra del alfabeto hebreo. Por eso la eligió San Francisco. Los franciscanos somos los últimos, los servidores. Las 50 residencias que integran Lares están para servir, para atender a casi 4.000 ancianos en Aragón, para llenar de dignidad ese tramo final.

Además, es referente en Aragón en el tratamiento específico del alzhéimer. Me cuesta articular esa palabra: alzhéimer.

Los problemas no se afrontan desde el temor, sino desde la esperanza. Es un problema serio. Cada vez hay un mayor número de población con alzhéimer. Enferma la memoria del enfermo y el corazón del familiar. Eso sí, borra la memoria, pero no los sentimientos como el cariño, la simpatía.

¿No borra la simpatía?

Claro que no. Y hay sentidos como el tacto que conservan la sensibilidad.

Nada como el tacto de la piel…

Los ancianos con alzhéimer continúan percibiendo el cariño a través del tacto. Ahora vamos a trabajar un equipo de Lares en la pastoral de la salud. Uno de los temas va a ser transmitir serenidad y paz al enfermo a través del tacto. También iniciamos experiencias pioneras, como los pisos tutelados: ancianos con hijos con deficiencias psíquicas que quieren vivir con ellos hasta la muerte. También, talleres multidisciplinares de memoria, manualidades, incluso risoterapia…

Humor y amor… ¿Qué hace una vasca entregada a la ayuda a los demás en Zaragoza?

No nací aquí, pero ya sabe que los vascos somos universales. Nací en Baracaldo. Me fui de casa a los 16 años.

¿Irse de casa...? No me lo creo.

Sí, me fui de casa llamada por Dios al noviciado de las Franciscanas de Montpellier en Santo Domingo de la Calzada. También me formé en Madrid.

¿Qué tal en el noviciado?

Allí pasé a ser María de la Cruz.

Usted siempre fue María Jesús.

O Josune, en euskera (sonríe). Al entrar al convento, te cambian el nombre porque mueres al mundo y te consagras al Señor. Cuando salimos, vinimos a Zaragoza junto a las hermanas Amalia, Pili y Asun. Nos propusimos romper con la vida de clausura y compartir techo, pan y palabra con los ancianos.

Esa imagen de cuatro monjas sin hábito, en pantalón vaquero por las calles sin asfaltar del barrio de La Paz, no se me olvidará jamás. ¿Por qué se entregaron a las personas en los arrabales de la vida y de la ciudad?

Porque aquí, por supuesto, también está Dios.

Pero si Dios dicen que está pasado de moda, si no cotiza en Bolsa, si cada vez le dedican menos tiempo en televisión…

Entiendo que haya gente que no me entienda, que no se muestre sensibilizada para ello, que tenga otras cosas que hacer o sentir. Es un don de Dios, igual que considero la vocación desde tan joven.

Casi me avergüenza la siguiente pregunta.

No me asuste…

Si usted volviera a tener 16 años, ¿volvería a ingresar en el noviciado para hacerse franciscana?

Por supuesto. Igual que iría de nuevo al barrio de La Paz, allí junto al Instituto Blecua y al campo de fútbol del Montecarlo. Aunque solo hubiera una calle asfaltada, la calle por la que pasaba el autobús de la línea 23. Carentes de tantos bienes materiales. Pocas luces aquí, pero mucha luz. Sé que usted me entiende.

Yo siempre la entendí, hermana María Jesús. Y si un día sufro alzhéimer, no creo que se me olvide.

Ya sabe que el alzhéimer borra la memoria, pero no los sentimientos.

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