Zaragoza

El asesino que vestía de mariscal francés en Zaragoza y escribió una novela ambientada en la ciudad

El historiador y recreacionista Oleg Sokolov, detenido el sábado por homicidio, visitó varias veces la ciudad hasta ser vetado por sus conductas irrespetuosas.

Sokolov, sombrero de dos picos en mano, a la salida de la Aljafería tras la recreación de 2013
Sokolov, sombrero de dos picos en mano, a la salida de la Aljafería tras la recreación de 2013
Aránzazu Navarro

Oleg Sokolov era hasta el pasado sábado un historiador y recreacionista más que reputado gracias a su trabajo científico sobre la figura de Napoléon. Sigue siendo, de hecho, una eminencia en la materia, aunque ahora toda la comunidad universitaria reniega del experto ruso, que ha reconocido haber asesinado y descuartizado a su joven alumna y pareja sentimental, Anastasia Yeshenko, otra apasionada de la figura del Pequeño Cabo. Le sacaba casi cuarenta años. 

El profesor del Instituto de Historia de la Universidad Estatal de San Petersburgo, que pasó por las aulas de la Sorbona e hinchó su ego con la Orden Nacional de la Legión de Honor francesa, visitó en varias ocasiones Zaragoza. En la capital aragonesa se embutió por dos veces en un traje de mariscal -fiel a los uniformes originales hasta la última puntada- y lideró a las tropas invasoras en la plaza de los Sitios, el paseo de la Independencia, el entorno de la Aljafería y la plaza del Pilar.

También dejó constancia de dos de sus rasgos más característicos: un método interpretativo exhaustivo y un temperamento incontrolable una vez acabadas las recreaciones.

Sus visitas en 2013 y 2015 emulando a un alto rango militar estuvieron precedidas por otra, la de 2009, que tuvo una motivación algo distinta. "Hace ya diez años vino para documentarse para una novela histórica que se desarrolla en la Zaragoza de Los Sitios. Se basó en los documentos personales de un mercader, un negociante que se aprovechó de la coyuntura para hacer fortuna en una ciudad en guerra", explica Luis Sorando, recreacionista zaragozano y presidente de la asociación Voluntarios de Aragón. El libro se publicó en ruso en 2014 y nunca se llegó a traducir al español. A los roles de investigador, novelista y recreacionista se suma otro desempeño que lo relaciona con la capital aragonesa, el de guía. El homicida confeso visitó periódicamente la localidad de la mano de agencias de viajes y asociaciones históricas francesas. "Conoce muy bien cómo fueron el paso de las tropas francesas, la resistencia y el desarrollo de la contienda hasta su desenlace", matiza el experto zaragozano.

Los recreacionistas aragoneses y los llegados de otras partes de España y Europa hubieron de aguantar la excéntrica personalidad del ruso. Tras la visita de 2013 su conducta le valió un veto, aunque luego se le levantó después de prometer que rectificaría su actitud. Pero en 2015 volvió a las andadas. "Tuvo un trato muy brusco con los caballos y eso no gustó a nadie. Pero es que encima hizo desplantes con actitud machista a varias compañeras y eso no lo toleramos. Tuvimos que frenarle en varias ocasiones", indica Sorando.

Reventó una cristalera

Ese mismo 2015, en el que su víctima y por entonces ya pareja vino a Zaragoza de acompañante y fotógrafa, se ganó una reprobación definitiva. Desobedeció repetidamente las indicaciones de la organización e hizo caso omiso a los trabajadores municipales, marcando su propio tempo y pasando revista cuando se le pedía que arrancase porque la marcha del tranvía había sido cortada durante un breve lapso. Años después envió, sin éxito, varias misivas de disculpa con el objetivo de volver a ser invitado.

Dejó su huella en un conocido negocio, la Bombonera de oro, cuya cristalera se resquebrajó por su empeño en realizar dos descargas explosivas consecutivas cuando la organización le había indicado que éstas debían separarse en el tiempo para evitar lo que acabó sucediendo.

Intentó deshacerse del cadáver

El historiador fue rescatado el sábado de las heladas aguas del río Móika en el centro de San Petersburgo con una mochila flotando a su lado. En su interior había dos brazos de una mujer y una pistola, según los medios locales. El hombre, en estado ebrio, perdió aparentemente el equilibrio al querer deshacerse de las extremidades de su víctima y se cayó al agua, según la misma fuente. Un taxista que vio a Skolov en el río intentó rescatarle pero no lo logró y llamó al número de emergencias.

El historiador inicialmente negó que la mochila fuera suya, pero finalmente admitió haber matado a la mujer con una escopeta recortada durante una discusión.

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