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Las acusaciones no hallan otro móvil que el ideológico para que Lanza asesinara a Laínez

En la última sesión del juicio de los tirantes, la Fiscalía y los abogados de la familia de la víctima y de Vox insisten en que hubo alevosía e intención de matar. "Siento el sufrimiento causado, pero solo quería aturdirlo", dice el acusado al ofrecerle la última palabra.

El acusado, Rodrigo Lanza, durante la última sesión del juicio del crimen de los tirantes.
El acusado, Rodrigo Lanza, durante la última sesión del juicio del crimen de los tirantes.
Guillermo Mestre

El juicio del llamado crimen de los tirantes llegó este lunes a su fin tras una sesión de siete horas en la que las acusaciones aprovecharon su última intervención ante el jurado para intentar hacerle ver que Rodrigo Lanza Huidobro, de 35 años, atacó a Víctor Laínez Muntané, de 55, con la clara intención de acabar con su vida, o al menos, siendo plenamente consciente de que golpeándole con tanta violencia esto podía ocurrir. Para la Fiscalía, el abogado de la familia y el de la acusación popular, lo ocurrido la madrugada del 8 de diciembre de 2017 en el bar Tocadiscos de Zaragoza no fue una simple pelea de bar de infausto resultado, sino un asesinato con alevosía para el que no hallan otro móvil que el ideológico. De hecho, están convencidos de que nada habría ocurrido si el amigo de Lanza se hubiera ahorrado el comentario de que el hombre que estaba sentado junto a la barra era una fascista que se paseaba por los bares de La Magdalena con tirantes con la bandera de España.

Todo lo contrario piensa la defensa, a cargo del letrado Endika Zulueta, quien apeló a la conciencia de los miembros del tribunal para que no declaren culpable a Rodrigo Lanza si albergan la más mínima duda sobre cómo sucedieron los hechos. Y para este, son «muchísimos» los interrogantes que han quedado sin resolver durante el juicio, principalmente, por los «graves errores» que atribuye a los investigadores de la Policía, los forenses que hicieron la autopsia o las psicólogas que examinaron al acusado.

A los funcionarios de la Brigada de Información de la Jefatura Superior, encargados de las pesquisas, la defensa les reprocha, por ejemplo, que no registraran el bar en busca de un cuchillo, ya que el acusado y el amigo que le acompañaba mantienen que la víctima empuñaba un arma blanca. Ni el dueño del establecimiento ni ningún otro testigo vieron esta navaja o cuchillo, pero esta parte insiste en que debió investigarse mejor.

«Les han advertido mis compañeros de la acusación que trataría de sembrar la duda en ustedes, pero es que esa y no otra es mi misión.Como es la de ellos probar que Rodrigo Lanza cometió el asesinato con alevosía que le atribuyen», explicó el letrado a los jurados. Zulueta inició su alegato hablándoles de la película ‘Doce hombres sin piedad’ (Sidney Lumet, 1957), en la que un tribunal popular norteamericano absuelve a un joven acusado de matar a su padre gracias a la perseverancia de uno de sus integrantes, «que nunca dio por buena la versión oficial e hizo ver al resto que estaban equivocados». Por ello, la defensa insistió en la necesidad de analizar con detalle el material probatorio y terminó rogando a las seis mujeres y tres hombres del jurado que esté «más pendiente de la ética que de la estética».

"Si como dice actuó en defensa propia y presa de un miedo insuperable, ¿por qué Rodrigo Lanza no salió corriendo cuando tuvo oportunidad?"

Pero donde la defensa solo ve dudas, incógnitas y errores de investigación, la Fiscalía y los abogados Juan Carlos Macarrón –por la familia del fallecido– y David Arranz –por Vox– aprecian hechos irrebatibles. «Si como dice actuó en defensa propia y presa de un miedo insuperable, ¿por qué Rodrigo Lanza no salió corriendo cuando tuvo oportunidad, sino que regresó al bar detrás de Laínez y le asestó un fortísimo golpe en la cabeza cuando estaba de espaldas?», preguntó en voz alta la fiscala Ana Cabeza.

Tras escuchar la semana pasada a los forenses del Instituto de Medicina Legal de Aragón (IMLA), ella y sus compañeros de acusación se han convencido de que el procesado fracturó el cráneo a la víctima usando un «objeto contundente y romo», posiblemente, un mosquetón o grillete metálico como los que llevan los montañeros. Nadie llegó a verlo ni se pudo encontrar después, pero basándose en las marcas que hallaron en el peñasco del hueso temporal del fallecido y en las lesiones lineales de la mano derecha del procesado, los peritos del IMLA concluyen que esta fue la opción más probable. Máxime, cuando estos descartan por completo que el traumatismo craneal se produjera como consecuencia del impacto de la cabeza de Laínez contra el suelo.

"Se ha excedido en la defensa"

Y es precisamente esta apreciación de los forenses una de las que más sorprende a la defensa. «Calificaron de imposible la posibilidad de que la fractura se produjera al caer de espaldas al suelo y hemos demostrado que eso es mentira», señaló Endika Zulueta, quien se mostró muy crítico con la forma en que se practicó la necropsia.«Ni siquiera tomaron muestras de sangre al fallecido para estudiar un posible consumo de tóxicos y valorar su influencia en el fatal desenlace», indicó.

El abogado de la acusación popular reconoció a la defensa su «habilidad para intentar sembrar la duda», pero quiso dejar claro que hay cosas que «simplemente, no son razonables».«Creo que en el exceso de defensa se ha excedido. Nos ha metido todas las eximentes del código penal: legítima defensa, miedo insuperable, trastorno mental transitorio, embriaguez, error en la apreciación... Mire, no es creíble», dijo. Por su parte, el letrado de la familia insistió en la alevosía y en el ensañamiento. «Cada vez estoy más convencido. Este hombre ejecutó a Víctor y luego lo remató», concluyó.

Lanza siente el sufrimiento de la familia

Como es habitual en todos los juicios, la vista de ayer concluyó cuando el magistrado presidente del tribunal popular, José Ruiz Ramo, ofreció al acusado, Rodrigo Lanza Huidobro, su derecho a la última palabra. El presunto homicida, que ha permanecido durante las cinco sesiones de la vista oral sentado en la bancada de los abogados –junto a su letrado, Endika Zulueta– se levantó entonces para lamentar lo ocurrido y el fallecimiento de Víctor Laínez, al que nunca llegó a citar por su nombre.

«Siento mucho la muerte de esta persona y siento mucho el sufrimiento de su familia. Espero que comprenda que actué en legítima defensa», comenzó diciendo el procesado. A sus espaldas, en el primer banco del público, le escuchaban atentos los dos hermanos de la víctima, que no han querido perderse ni una sola sesión de la vista oral.

«Sentí mucho miedo, solo quise aturdirlo para poder huir. Jamás pude imaginarme que causaría una lesión tan grave y menos que le provocaría la muerte», concluyó Rodrigo Lanza, antes de que volvieran a ponerle los grilletes para trasladarlo al centro penitenciario de Zuera, donde permanece desde su detención.

El abogado de la defensa también tuvo una mención especial para la familia del fallecido, a quien agradeció el «enorme respeto» con el que le han tratado tanto a él como a su cliente durante todo el juicio.«Y soy consciente de lo difícil que eso resulta cuando uno tiene delante, a pocos metros, al que considera causante de su inmenso dolor», dijo el letrado.

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