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“Nuestros escaparates aportan luz y dinamismo a la Magdalena”

El Ayuntamiento de Zaragoza puso en marcha hace ocho años un proyecto de locales baratos o ‘cheap boxes’.

El espacio del músico y artesano es uno de los siete que pueblan la calle de San Agustín.
El espacio del músico y artesano es uno de los siete que pueblan la calle de San Agustín.
Guillermo Mestre

Hace ocho años que el Ayuntamiento de la ciudad puso en marcha un proyecto de locales baratos o ‘cheap boxes’ que tenía como fin último revitalizar el entorno del Casco Histórico. Siete pequeños comercios dedicados principalmente a actividades artesanas se asentaron en 2012 en el barrio de la Magdalena, en la calle de San Agustín, y otros ocho hicieron lo propio en San Pablo, en las Armas.

Mucho ha llovido desde entonces y varias cosas han cambiado. Algunos negocios se fueron y llegaron otros nuevos con proyectos muy diversos. Ahora, al pasear frente a los siete grandes escaparates colocados en hilera en San Agustín no solo se puede observar a artesanos trabajando en sus obras, también hay unas fotógrafas, un escultor, un dibujante, unos informáticos e, incluso, una peluquera.

No obstante, rodeado de gaitas de Boto y dulzainas, Nacho Martínez es uno de los que continúa desde el principio en su local de esta área denominada como Sieteespacios. “El proyecto ha dado grandes bandazos y al final no sabes si es un fracaso o un éxito. Yo, como soy optimista, creo que es un éxito y así quiero vivirlo”, explica Martínez al tratar de hacer una valoración de los últimos años.

Este lutier, que fabrica instrumentos tradicionales de Aragón, asegura, sin embargo, estar “muy agradecido” al Consistorio porque le dio la oportunidad de situar su negocio en una zona más céntrica y a un precio reducido. “Yo ya tenía mis clientes, llevaba diez años dedicándome a esto y seguí funcionando”, aclara. Aun así, no fue igual para todos los que empezaron junto a Martínez y hubo quien se tuvo que marchar debido, según cuenta, a que “este no es un sitio especialmente comercial y la gente no pasa por delante de las tiendas por casualidad, tiene que venir de propio”.

Sí considera, pese a todo, que la apertura de estos locales –al principio uno solo que el Ayuntamiento alquiló a un particular y después dividió– ha resultado muy útil para “dinamizar” la zona. “Cuando llegamos a esta calle los adoquines estaban tan mal que la gente no pasaba para no mancharse los pies. Ahora el suelo está arreglado, hay más luz y los vecinos están encantados con nosotros porque hemos aportado vida a su barrio”.

“El proyecto estaba muy bien montado y por eso cada vez que los locales han salido a concurso se han vuelto a llenar. A mí, en concreto, me ha venido fenomenal”, sentencia.

Diez años

Firme defensor del valor de las cosas hechas a mano, Martínez también da cursos de construcción de instrumentos musicales en colegios, y, desde el año pasado, lleva a cabo uno para adultos de fabricación de gaitas. “Lo que intento es que mi mundo no se pierda, es lo que he aprendido a hacer y a lo que espero dedicarme toda la vida”.

En lo relativo al futuro del local, no obstante, se muestra algo más inseguro, ya que el proyecto se cerró para diez años y todavía desconoce qué pasará cuando ese tiempo termine. Sin embargo, una cosa tiene clara: “Ojalá pueda quedarme aquí”. 

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