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Enterrador, horno crematorio, cafetería... así funciona el cementerio de Torrero

Un centenar de personas trabaja en este camposanto de Zaragoza, que abre los 365 días del año. Todos ellos realizan un trabajo en equipo, desde los planificadores que hablan con las funerarias hasta los enterradores o los maestros incineradores. 

Un centenar de personas trabajan en este camposanto de Zaragoza, un cementerio que abre los 365 días del año.
Un centenar de personas trabajan en este camposanto de Zaragoza, un cementerio que abre los 365 días del año.
Toni Galán

"El cementerio también es ciudad, y con vida propia". Ese lema defienden los trabajadores del camposanto de Torrero, un compromiso que les ha llevado a ganar este año el Gran Premio del Concurso de Cementerios de España. Se trata de una 'ciudad' que da servicio todos los días del año, incluso los festivos.

Cada mañana, los primeros en llegar son los miembros de la brigada municipal, a las 6.30. Media hora más tarde comienza la jornada del jefe de servicio del tanatorio, a las 7.30 se abre la cafetería y a las 8.00 se encienden los hornos crematorios. La actividad continúa hasta las 23.00 que se cierra el paso de vehículos, aunque las familias se pueden quedar toda la noche a velar a su difunto.

El día está planificado al detalle, cada servicio tiene una hora y un lugar. Carlos Lobera, director del tanatorio, lo explica con una tabla sobre la mesa: "Estas son las capillas, el horario y los datos del fallecido. Para elaborar esto hay que tener en cuenta varios factores, como el número de personas que pueden acudir al sepelio". Una organización que está totalmente coordinada con las brigadas, los enterradores.

"Lo habitual es que cada día se utilicen 12 salas y se realicen 9 incineraciones", señala Lobera. Esto se debe realizar con "respeto", una máxima que destacan todos los empleados. Su trabajo es un engranaje, desde que los cinco planificadores reciben el encargo de la funeraria hasta que el fallecido llega al horno crematorio o al nicho.

La rutina lo ha convertido en un trabajo más, pero no deja de tener un componente emocional muy fuerte

Las encargadas de protocolo realizan el trabajo más directo con los allegados de los difuntos, que comienza con el recibimiento. "Es duro en ciertos aspectos, pero intentamos llevarlo lo mejor posible", confiesa Sonia Prieto. "Hacemos cursos de emociones sobre cómo atender a las familias, además, los trabajadores tenemos ayuda psicológica si la precisamos", agrega. En la mesa de detrás está Daniel Altimasveres, planificador desde hace cuatro años. Entre correos electrónicos y llamadas con las funerarias define su trabajo como "chocante". "Se tiene que ser sensible, pero es muy reconfortante", sostiene este joven. Esa satisfacción que citan muchos de ellos se mezcla con la dureza del día a día. "La rutina lo ha convertido en un trabajo más, pero no deja de tener un componente emocional muy fuerte", reconoce Lobera. "No quitamos el dolor, pero ayudamos a que la estancia sea lo más llevadera posible".

Uno de los rincones más concurridos del tanatorio es la cafetería. Pilar Vicente, que está al otro lado de la barra desde hace 25 años, reconoce que "es una zona para despejar la mente". Comparte pasillos con Jaime, jefe de sección, y con Félix, auxiliar desde hace 39 años que recuerda el antiguo velatorio.

En la actualidad, el tanatorio de este cementerio, gestionado por Servicios Funerarios de Torrero desde 1989, cuenta con 19 salas de velatorio y 3 salas de ceremonias, una católica y dos multiconfesionales. Existe la posibilidad de que la ceremonia sea civil o religiosa, para lo que se coordinan con el Arzobispado de la capital aragonesa.

El tanatorio también dispone de una cámara de mantenimiento. "Las funerarias realizan aquí la tanatoestética. Algunas familias no quieren que se manipule el cuerpo, pero es necesario un acondicionamiento por motivos de higiene", argumenta el director del tanatorio. "Si se precisan 48 horas se realiza la conservación temporal y si supera los 72 se tiene que optar por el embalsamiento", concreta Lobera.

Con el mismo rigor se ejecutan las cremaciones, demandadas por el 75% de los servicios. Eliseo Andrés, maestro incinerador de Torrero, coteja las licencias del Ayuntamiento, comprueba que ha pasado el tiempo de estipulado (24 horas) y que coincide el nombre. "Para asegurar la trazabilidad, antes de introducirla en el horno, se mete en la caja una piedra refractaria con una numeración", explica Andrés. "El proceso de incineración dura unas dos horas y media. Posteriormente se enfrían las cenizas y, por último, se cremulan los huesos", añade.

Son labores que hay que mecanizar para no derrumbarse. Este trabajo ayuda a ver lo efímera que es la vida

Tanto los maestros incineradores como los enterradores coinciden en que "son labores que hay que mecanizar para no derrumbarse". Eliseo confiesa que el momento más difícil es la despedida: "Ves personas que están rotas de dolor, ves lo que significa el difunto para ellos". Este incinerador reconoce con sinceridad que "este trabajo ayuda a ver lo efímera que es la vida".

"Construimos un muro para que no nos afecte", apunta Alfredo Labella, maestro de la brigada de enterradores. Un total de 33 personas componen esta unidad que trabajan todas las mañanas del año. "Hacemos inhumaciones, exhumaciones, y traslados", indica el jefe de la brigada, Valentín Isiegas. Según fuentes municipales, en el cementerio de Torrero se realizan 2.500 exhumaciones y se da servicio a unos 7.600 fallecimientos anuales.

Estas cifras llevan a asegurar a sus trabajadores que "el cementerio de Torrero es el segundo lugar más visitado de Zaragoza, por detrás de la plaza del Pilar", según han garantizado estadísticas. Una actividad que le hizo merecedor del reconocimiento nacional que recogió esta semana Blanca Blasco, jefa de la unidad cultural. "Torrero tiene un hueco en las redes de cementerios europeos, de hecho, recibimos muchos turistas franceses", presume. "Se puede estudiar la historia de la ciudad y de sus habitantes, es ejemplo de convivencia, desvela factores antropológicos o explica corrientes artísticas", concluye Blasco.

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