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Cien días a lomos de la herencia recibida

El lastre económico, la búsqueda de la estabilidad y el reto de cambiar el clima político marcan la etapa de Azcón.

Jorge Azcón, alcalde de Zaragoza.
Jorge Azcón, alcalde de Zaragoza.
Guillermo Mestre

El alcalde de Zaragoza, Jorge Azcón, supera este domingo sus primeros cien días, esos que hace ya tiempo dejaron de ser el periodo de gracia que todo regidor merecía. Y lo hace fiel a los elementos que suelen configurar los primeros meses de todo nuevo gobierno: el relato de la herencia recibida, tanto económica como de gestión, los gestos de lo que está por venir y la necesidad de fortalecer la estabilidad política entre los partidos llamados a ser el sostén de la labor gubernamental.

Pero sobre estos tres vectores, Azcón ha articulado uno más que engloba a todos los demás: que no quiere líos. Lejos del estilo explosivo que mantenía en la oposición, ha optado por no tomar riesgos y situarse en las guías de lo previsible. El gobierno PP-Cs ha entendido que dar carpetazo a la etapa de confrontación vivida con Pedro Santisteve al frente del Ayuntamiento, tanto interna como externa, es su baza para evitar problemas y mejorar la percepción ciudadana de la institución. Otra cosa es que lo logre.

El lastre de la economía

El recurso a la herencia recibida, pese a su corto recorrido, es ya clásico. Lo articuló el PP en 1995 cuando después de la etapa socialista el Ayuntamiento era un pozo sin fondo lleno de facturas en los cajones. Y lo mismo hizo el PSOE en 2003, cuando después de la consabida auditoría se alertaba de que no había "ni para papel higiénico". O ZEC en 2015, cuando clamaba contra los 55 millones en gastos que los socialistas habían dejado sin presupuestar.

El gobierno PP-Cs no ha sido distinto . La auditoría ha destapado un agujero de 103 millones de euros. Azcón sabe ya los márgenes por los que se puede mover en materia fiscal y presupuestaria, que serán estrechos, y además puede templar las expectativas despertadas en campaña.Esta fiscalización ha limitado las tentaciones que estos meses haya podido tener el alcalde de activar una nueva agenda política, que se pone en marcha mañana con la aprobación de su proyecto fiscal, la base de lo que serán los presupuestos de 2020. Ahora ya no hay excusas.

Pero la herencia no es solo económica. Azcón recibió un Ayuntamiento lastrado por la crispación interna y por la tensión del anterior gobierno de ZEC con otros actores políticos, sociales e institucionales. Un ejemplo es la relación del Consistorio con la DGA, que se ha convertido en una prioridad para Azcón después de una fase crítica con Santisteve.

Ya dijo el alcalde tras su encuentro con el presidente Lambán el 9 de septiembre que esa era la reunión más importante de las que había tenido desde junio. Le permitía dibujar el mensaje de diálogo frente a la confrontación. Pero las buenas palabras quedan a expensas de que sea un éxito la cumbre bilateral prevista para noviembre, con el sellado del vertedero, la Romareda, la financiación o la logística como asuntos preferentes.

Gestos y primeras controversias

PP-Cs también heredó un buen ramillete de proyectos pendientes y alguna polémica. En la selección de asuntos, el alcalde ha reconfigurado las prioridades. Por ejemplo, al restituir la Unidad de Apoyo Operativo (UAPO) de la Policía Local, al modificar el Plan General para legalizar el ‘outlet’ de Pikolin, al reactivar el plan de Averly o el del cuartel de la Guardia Civil en Valdespartera. Estos asuntos, y esto es intencionado, contaban con el apoyo a priori del PSOE, el partido que lidera la oposición. Ha aplazado por tanto los que le pudieran resultar controvertidos pese a prometerlos en campaña, como cerrar el centro autogestionado Luis Buñuel.

También ha tenido que lidiar con los presupuestos participativos, un proyecto estrella de ZEC. Con el argumento del retraso en los trámites y la imposibilidad de ejecutar las obras este año, el gobierno ha aparcado los carriles bici (todo un mensaje del cambio de prioridades) o las obras en los colegios, que se postergan a 2020. O ha redefinido el plan de elevación de calzadas (cota cero) y ha archivado la línea 2 del tranvía. Este giro ha sido el argumento de la oposición para acusar a Azcón no solo de gobernar "con el retrovisor" por eso de la herencia, sino de actuar con revanchismo político.

Además de dar carpetazo a la agenda del pasado y reforzar su presencia en la calle, con una intensa agenda de reuniones con el tejido social, Azcón también ha aprovechado los primeros cien días para dejar pinceladas de por dónde van a ir los tiros del nuevo gobierno municipal. Por ejemplo, ha impulsado un plan de poda y otro de arreglo de aceras (dos de sus reivindicaciones de su etapa de oposición), sin muchos fondos pero los suficientes para su propósito de crear el marco de que su prioridad son los problemas a pie de calle. Aunque también se ha topado con los problemas de gestión, como la crisis de seguridad en la calle de Pignatelli o en Oliver. Este es uno de los asuntos que más ha inquietado al gobierno, por el temor a que se replicasen en Zaragoza las críticas que está recibiendo Ada Colau en Barcelona.

Respecto a lo grande, ha reactivado el viejo proyecto de reforma de la Romareda, que quiere gestionar de la mano del club, del Gobierno de Aragón y del partido que lidera la oposición, el PSOE. En definitiva, que no quiere que las polémicas enturbien la que estaría llamada a ser la obra por la que sería recordado. Por ahora, es la gran novedad del mandato.

En busca de la estabilidad

Estos primeros cien días han estado marcados por la necesidad de consolidar un fórmula de coalición inédita en Zaragoza, la del PP y Cs, así como la cohabitación con Vox. La relación entre los socios ha evolucionado sin estridencias, salvo colisiones puntuales como la de los circos con animales o la gestión del plan de ‘cota cero’, que se han resuelto en el ámbito interno. Para el PP la relación con su aliado es prioritaria, sabedor de que los naranjas siempre pueden sumar con el PSOE en una moción de censura. Respecto a Vox, cuyo tono crítico al gobierno empieza a crecer, los populares gestionan la relación tratando de que no les salpiquen los exabruptos de la formación de extrema derecha.

La negociación del presupuesto y de las ordenanzas fiscales, que llegará al calor de la precampaña de las generales –cunde el temor entre PP y Cs de que afloren las tensiones con Vox–, servirá para concretar qué es lo que el nuevo gobierno de Zaragoza quiere hacer. En lo relevante, la era Azcón aún está por ver.

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