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La almazara de Sediles cambia las olivas por el agua y la arena

Las instalaciones se han musealizado y allí ha instalado su taller de cerámica Néstor Pablo, exmiembro de la UME con alma de artista.

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Néstor Pablo muestra una de sus obras en la almazara
MACIPE

Donde hace años entraban kilos y kilos de olivas procedentes de los árboles centenarios que rodean el casco urbano de Sediles, ahora entran agua y arena. Antes giraba la muela del molino y hoy gira el torno del alfar. De donde antes salía aceite, ahora salen pequeñas piezas artesanales de cerámica. La antigua almazara de esta localidad, en las faldas de la sierra Vicor, cerrada desde hace más de 10 años ha vuelto a abrir sus puertas este verano reconvertida en un museo de cómo se obtenía el oro líquido y, a su vez, en un pequeño taller artesanal: cerámica Saedile.

Al frente se sitúa Néstor Pablo, 36 años, graduado superior en Bellas Artes en cerámica artística en Zaragoza, reconvertido en miembro de la Unidad Militar de Emergencias y que «se enamoró» del pueblo donde tenía las raíces su familia paterna. «Hace 8 años me replanteé donde quería estar, me vine aquí, poco a poco me quedé prendado, me compre una casa y estoy completamente arraigado. Lo mejor me ha pasado aquí». Así, en 2016 decidió dejar el mundo de las emergencias y retomar su sueño: la cerámica. «Empezamos muy tímidamente, con encargos familiares y personas cercanas. La cosa fue creciendo y se nos fue de las manos», describe Pablo.

«El primer año hicimos mil piezas que salieron de la cocina de casa», recuerda, y lo fue compaginando con sus labores docentes en Calatayud y en la escuela de Muel. Ahora su producción está entre las cien y 200 semanales en Sediles, dependiendo de la temporada. «Nos empezaron a llegar pedidos de Francia y a extenderse el boca a boca», detalla. Siendo conscientes de la necesidad de expandirse, el alcalde de la localidad, Juan Luis Condón, le propuso ocupar 30 metros dentro de la almazara que estaba en pleno proceso de rehabilitación. «Nos lo propuso y la verdad es que el entorno es una pasada. Además es una ganancia doble, porque si no tendría que estar cerrada. Así yo trabajo aquí pero además me encargo de que esté abierta», argumenta.

En las vitrinas, que están pendientes de poder ser más, se agolpan diferentes tipos de obras: jarras, vinagreras, placas, baldosas, escudillas, tinteros, redomas, ollas, ataifores, perfumeros… Pero todas tienen una línea común: la cerámica arqueológica e histórica, reproducciones de piezas siguiendo técnicas de hace ocho o nueve siglos. Así, el destino de sus piezas va desde el territorio nacional y también fuera de las fronteras: Francia, Italia, Alemania o Irán figuran en la lista. «Nuestros clientes van desde museos, y universidades hasta coleccionistas privados que tienen el antojo de una pieza que, original, sería muy cara», detalla. Así, para conseguir este aspecto, además de contar con los minerales que se añaden en los detalles finales y la arcilla industrial, Pablo se dedica a sondear las tierras de varios puntos de Aragón: «Sé dónde conseguir arena en Sediles, pero también he utilizado del Moncayo o de los Monegros». El resultado final es «indistinguible de piezas de hace 600 años», añade.

Pero no acaba todo ahí, a corto plazo, Néstor Pablo espera trasladar su obrador desde las antiguas balsas de aceite a los infiernos de la almazara. Y también con más proyectos: «Mi idea es hacer cursos para chavales de todas las edades. También quiero hacer con las piezas defectuosas unas actividades de arqueología», explica, alegando en parte sus sueños perdidos de arqueólogo.

Todo ello en un marco de excepción. Ahora el olor a aceite ha cambiado por la presencia del barro secándose al calor de agosto en la sierra Vicor.

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