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Los bebés más rápidos se citan en San José

Cerca de 30 niños de entre 8 y 15 meses participan en la XII edición de la carrera mundial en tacataca.

"Con el número cinco, Jordi… Con el nueve, de 13 meses, ¡Alba!" anunciaban por megafonía en la calle de Raquel Meller de San José antes de que el semáforo se apagara y comenzara el gran premio de bebés en tacataca. Un año más, y como viene siendo tradición desde 2008, este barrio zaragozano ha vuelto a convertirse en la capital mundial del automovilismo infantil, donde 27 menores de entre 8 y 15 meses han luchado por subirse a lo más alto del podio.

El reloj marcaba las 19.45 y los pilotos, subidos a sus monoplazas y acompañados de sus paragüeros favoritos (sus mamás y papás), formaban la parrilla de salida. Había algunos que reían y otros que reflejaban un rostro de no saber qué estaba pasando. Unos que manejaban bólidos deportivos y otros más tradicionales. Sin embargo, todos ellos vestían camisetas blancas con el logo de la competición y, sobre la cabeza, portaban un casco a modo de protección.

El pistoletazo de salida daba inicio a la primera tanda (hubo tres rondas previas y luego una final) y los bebés comenzaban a corretear a lo largo de los 30 metros con la meta como objetivo. Las normas eran sencillas. Los pequeños debían permanecer a un metro de sus padres mientras estos les hacían señales para que se acercaran a la meta. Las ayudas que recibían los pequeños, menos sofisticadas que los alerones DRS de la Fórmula 1, consistían en el reclamo de sus padres haciendo sonar llaves, paquetes de patatas o bolsas de chucherías.

Unos cuantos se han plantado y han decidido no correr, como Ander, que ha empezado a llorar y ha acabado en los brazos de su madre. Sin embargo, Alba, que ha arrancado desde la segunda línea cogía rebufo y pasaba a todos sus contrincantes. «Le encanta ir en tacataca. Es muy rápida, en casa no toca ni los marcos de las puertas», afirmaba su padre, José, mientras montaba a su hija en el carrito.

Jordi cruzaba la línea de meta tras Alba y también se clasificaba para la siguiente ronda. Mientras tomaba un biberón como avituallamiento, su padre y mecánico Jorge ponía a punto su bólido para la final. Había que descansar, aún quedaba la prueba en la que se enfrentaría a los mejores del resto de rondas.

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