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Se buscan familias de acogida para perros de alerta médica contra la diabetes y la epilepsia

La Fundación Canem necesita incorporar nuevos voluntarios que se comprometan a tutelar a los animales y llevarlos y recogerlos de sus entrenamientos durante los seis meses que dura su formación.

La recta final del verano ya ha comenzado y el inicio del nuevo curso, aunque cueste aceptarlo, está a la vuelta de la esquina. Mientras algunos aguardan la llegada de estas últimas semanas de estío para irse de vacaciones, otros ya han vuelto a la rutina o están a punto de hacerlo. Quienes no se han ido de viaje ni han dejado de ‘estudiar’ en los meses de calor son los perros de asistencia médica de la Fundación Canem, que siguen trabajando duro para convertirse en los mejores olfateadores contra la diabetes y la epilepsia.

Estos canes continúan su programa de adiestramiento para transformarse en auténticos detectores de subidas o bajadas de glucemia y anticipadores de las crisis de epilepsia. Su entrenamiento, que empieza cuando solo tienen dos meses y termina cuando cumplen 8, se desarrolla de lunes a viernes desde la mañana y hasta las seis de la tarde. Al acabar cada jornada y los fines de semana, los animales vuelven a casa a descansar y jugar con sus familias de acogida. Sin embargo, el verano ha hecho flaquear las tutelas y desde la Fundación Canem hacen un llamamiento para conseguir nuevos voluntarios.

Hace un año, ya lanzaron un programa de tutelas para los fines de semana que tuvo mucha repercusión, con más de 500 solicitudes, pero ahora necesitan familias que se comprometan a cuidar de los perritos hasta que concluya su periodo de formación y sean destinados a sus familias de asistencia. “Lo de los fines de semana era un proyecto piloto para ver cómo les sentaba a los cachorros el salir fuera, relacionarse con gente externa al equipo y luego volver a Canem. En el programa definitivo, las familias que se inscriben tienen un cachorro durante los seis meses de formación. Lo que tienen que hacer cada día entre semana es traerlo al centro a trabajar y venir a recogerlo por la tarde”, explica Lidia Nicuesa, psicopedagoga de la Fundación Canem.

Para ser familia de acogida no es necesario ningún requisito en concreto: “Nos da igual que sean familias monoparentales, personas mayores, con hijos mayores o pequeños, numerosas, con perro, con gato, que vivan en piso, en casa con jardín… -añade Lidia-. Eso no influye para nada. El objetivo es que el perro se haga a cualquier entorno porque después la familia con diabetes o epilepsia que lo solicita puede vivir en cualquiera de esas circunstancias”. Para la Fundación Canem, ese contacto con diferentes personas y entornos es “fundamental” en la educación de los perros, que además de los aspectos técnicos para detectar posibles crisis en sus dueños, deben aprender a vivir en contextos diversos para adaptarse fácilmente a su familia definitiva.

Ángeles de la guarda de cuatro patas

Todos los perros son de la raza Jack Russell Terrier, la más idónea para detectar síntomas en personas diabéticas y epilépticas, y su entrenamiento se basa en agudizar el olfato. En el caso de la diabetes, los animales aprenden a identificar el olor del isopreno, una molécula que se encuentra en el aliento y que varía en caso de hipo o hiperglucemia. Para ello, realizan prácticas con muestras de sudor o saliva (primero en un laboratorio y después en entornos simulados), entre las que deben identificar las que contienen esta sustancia y avisar. Por otra parte, los perros adiestrados para asistir a personas epilépticas se instruyen para anticiparse a las crisis de desconexión sensorial causadas por la epilepsia.

Una vez preparados, los perros de alerta médica se convierten en una especie de ángeles de la guarda para sus dueños, pues les aportan tiempo y tranquilidad. Tiempo porque se anticipan al problema y les aportan capacidad de reacción: “En el caso de la epilepsia -comenta Nicuesa-, para ponerse en posición de seguridad y evitar golpes o caídas, y en el caso de la diabetes, para tomar hidratos de carbono o para poner insulina”; y tranquilidad porque les permite ser autónomos y no tener que depender en todo momento de su familia.

La propia Lidia es diabética y convive con su perrita Cini, que le avisa siempre que detecta alguna alteración en sus niveles de isopreno. Para la psicopedagoga de la Fundación Canem, contar con ella es una garantía de tranquilidad, sobre todo para poder quedarse sola por la noche. Pero son muchas más las familias que ya se benefician de la agudeza de sus pequeños compañeros peludos, de hecho, más de 100.

“El otro día, una de las familias nos contó que su hijo, que tiene epilepsia, estaba subido en un taburete de un bar, de esos altos, y el perro les avisó. Automáticamente lo bajaron, lo sentaron en una silla más bajita y a los 5 minutos se produjo la crisis. Si no hubieran tenido la alerta, se podría haber caído y tener un golpe grave, pero eso les permitió ponerlo en una posición segura y estar pendientes. La crisis se produce, porque no se puede hacer nada para evitarla, pero evitas el golpe y todas las lesiones”, relata Lidia Nicuesa.

Cómo hacerse familia de acogida

La Fundación Canem se hace cargo de los temas veterinarios del perro, así como de sus costes de alimentación y materiales (correa, collar, bolsas, transportines…). La familia tan solo debe llevarlo por la mañana (de 8.30 a 10) a sus entrenamientos, recogerlo por las tardes (de 18.00 a 19.00) y, por supuesto, darle el cariño y los cuidados necesarios para su desarrollo, durante los seis meses que dura su formación. El único requisito es residir en Zaragoza, donde se ubican las instalaciones de la Fundación (calle de María Moliner, 89)..

Los interesados en hacerse familia de acogida pueden ponerse en contacto con la Fundación Canem a través del correo electrónico ‘contacto@fundacioncanem.org’, el teléfono 608646257 o rellenando un formulario en su página web.

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