entrevista

Gustavo Cimorra: "De la cirugía que ha ido mal es de la que siempre te acuerdas"

El doctor Cimorra (Zaragoza, 1936) puso en marcha el Servicio de Cirugía Plástica y la Unidad de Quemados
del Hospital Miguel Servet.

El médico Gustavo Cimorra se jubiló en 2007.
El médico Gustavo Cimorra se jubiló en 2007.
Oliver Duch

El Servicio de Cirugía Plástica y la Unidad de Quemados del Hospital Miguel Servet está a punto de cumplir 50 años, ¿cómo llegó a estar al frente de esta área?

Hice la especialidad en Inglaterra y fui contratado en un hospital del National Health Service. Tuve la suerte de ser seleccionado al responder a algunos anuncios para Cirugía Plástica. ¡No sabía ni lo que era! Me sirvió para extraer toda la tecnología, redactar una memoria y que el Servicio Nacional de Salud me concediera, por concurso oposición, la plaza de jefe de servicio de Cirugía Plástica y Grandes Quemados de lo que entonces era la Ciudad Sanitaria José Antonio, ahora Casa Grande.

¿Cómo recuerda esos inicios?

Conocí al arquitecto Fernando García Mercadal, que edificó el hospital. Cuando le dije que la pintura de los boxes de Quemados era rugosa y difícil de limpiar, me dijo que cuando lo entregase hiciera lo que quisiera, que a los médicos nos gustaba jugar al parchís con los planos (ríe).

Logró que el servicio fuera referente nacional.

Sí. He formado a 35 o 37 cirujanos plásticos. Estoy contento con lo que he hecho.

Lo suyo por la Cirugía Plástica es vocación pura y dura, ¿no echa de menos estar en primera línea?

Sí. Un médico puede trabajar hasta su muerte porque lo hace con su cerebro, pero a un cirujano las manos le van fallando con la edad. Cerré mi consulta cuando me di cuenta de que una operación de una hora me costaba hora y media. Lo importante no es operar bien, es saber reaccionar cuando algo no va bien. De la cirugía que te ha ido mal es de la que te acuerdas toda tu vida.

La especialidad de Plástica es una de las más solicitadas por los nuevos médicos, ¿es por vocación o por el ‘boom’ de la cirugía estética?

Es una especialidad bonita, ayuda al cuerpo y al espíritu.

Y busca la perfección.

Sí, pero su concepto y el mío pueden ser diferentes. Veo una nariz y sé lo que tengo que hacer. Alguna mujer me decía cómo la quería, pero para conseguirla había que cambiarle toda la cabeza. En esos casos, les aconsejas.

¿Ha intentado convencer a gente para que no llegue a operarse?

Muchas veces. Sería millonario si hubiera operado todo lo que me venía. Uno de los principales motivos para operarse es querer recuperar a un novio, una mujer...

Hay personas obsesionadas.

Se llama dismorfofobia. Se practican una operación tras otra. En una ocasión tuve a un paciente en la puerta de la consulta varios días porque me negué a quitarle un simple quiste de la nariz por dentro, no quería que le dejara ninguna cicatriz.

Veo que ustedes hacen de psicólogos, ¿no?

Absolutamente. Al paciente hay que calarlo cuando viene, tienes que saber por qué quiere operarse y qué quiere obtener.

Por la Unidad de Quemados han pasado víctimas de la discoteca Flying, del incendio de los Alfaques, el Hotel Corona...

Atendí también el accidente en Tapicerías Bonafonte, en el que murieron todos, y mi última tragedia fue la de Harinas Porta.

¿Se está preparado para atender a un gran quemado de estas características?

Para eso tienes que tener un equipo cohesionado, que sepa lo que tiene que hacer. La atención ha ido cambiando. Entonces, había que atender la reposición de líquidos y que no murieran de ‘shock’. Se empezó, por ejemplo, a usar piel de cerdo.

¿Piel de cerdo?

Nos dijeron que funcionaba bien, pero notábamos que no prendía. Era porque antes de traerla, la hervían. Ya venía quemada.

Desde entonces se ha avanzado mucho...

El futuro ya está aquí. Los injertos cutáneos han progresado con el crecimiento de células del paciente y su injerto permite salvar a personas con un 99% de quemadura.

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