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La Guardia Civil no cree que los autores de la paliza al anciano le robaran hace un año

La víctima, de 96 años, sufrió otro asalto en su casa de Encinacorba en 2018, pero los investigadores creen que aquellos delincuentes no son los mismos que le agredieron el pasado viernes. Sobre todo, por el modus operandi y la violencia empleada.

Por su modus operandi y la excesiva violencia con la que se emplearon, la Guardia Civil no cree que los delincuentes que la madrugada del viernes pegaron una paliza a un vecino de Encinacorba de 96 años sean los mismos que le robaron hace varios meses. Como la primera vez también le asaltaron dos hombres –a los que acompañaba una mujer, que se dedicó a entretener a la víctima– y lograron llevarse algo de dinero, la familia del nonagenario pensaba que ambos hechos podían estar relacionados. Y aunque habrá que esperar a conocer el resultado del análisis de las pruebas enviadas al laboratorio, en principio, los investigadores parecen descartar esta posibilidad.

En cualquier caso, se baraja la posibilidad de que los agresores tuvieran una llave de la casa del anciano, ya que entraron y salieron por la puerta principal, sin forzar ni dañar la cerradura, y cerraron por fuera al marcharse. «Yo pensé que habían cerrado con la llave que tengo siempre encima de la mesa del salón, pero fui a buscarla y estaba allí. De hecho, cuando todavía no había conseguido desatarme las manos, traté de cogerla para abrir y pedir auxilio a los vecinos, pero no puede», recordaba el pasado sábado el agredido en Encinacorba.

Antonio, que así se llama la víctima, recibió varios puñetazos en el rostro y presenta grandes moratones alrededor de los ojos. Afortunadamente, el oftalmólogo que lo vio en urgencias del Clínico descartó lesiones internas que le afecten a la vista. El anciano tenía las manos atadas por la espalda, por lo que estuvo tres horas frotándoselas con fuerza para intentar liberarse. Al final lo consiguió, pero se levantó un buen trozo de piel y tuvieron que ponerle 18 puntos de sutura en la izquierda. Es más, llegaron a barajar tener que hacerle un injerto, pero no fue preciso.

En cuanto al robo, está claro es que los dos encapuchados –que según Antonio «no dijeron ni una palabra», posiblemente para que este no identificara su acento al hablar– buscaban dinero. Y lo hicieron con empeño, ya que registraron hasta la última habitación y estancia del caserón de tres plantas –antigua fonda– donde vive la víctima. Sacaron toda la ropa y enseres de los armarios y hasta quitaron las fundas a los colchones, pero no lograron encontrar ni un euro. Seguramente, porque tras el primer robo, los hijos de Antonio le dijeron que el dinero lo guardara en el banco y no en casa.

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