en primera persona: 'vacaciones en paz'

"Ser familia de acogida en Aragón te da una lección de humanidad y humildad"

Gracias al proyecto 'Vacaciones en paz', en torno a 150 niños saharauis vienen cada año a Aragón para pasar sus vacaciones de verano con familias de acogida. Es el caso de Az-din, que volverá por tercer año a Zaragoza.

Gracias al proyecto 'Vacaciones en paz', en torno a 150 niños saharauis vienen cada año a Aragón para pasar sus vacaciones de verano con familias de acogida. Es el caso de Az-din, que volverá por tercer año a Zaragoza junto a María Jesús Blasco y su marido.

Escapan de una situación complicada en el Sáhara Occidental y encuentran en Aragón y en sus familias de acogida un oasis de paz en pleno verano. Cerca de 150 niños saharauis vienen cada año a la Comunidad para pasar unas 'Vacaciones en paz'. Así se llama el proyecto que desde hace más de 20 años, por iniciativa de la asociación aragonesa Um Draiga, conecta Aragón con otra parte del planeta creando vínculos entre culturas distintas. "El programa se llama así porque los niños y niñas saharauis que viven en los campamentos de refugiados pueden salir dos meses de vacaciones a un lugar que no está en guerra, y en el que las familias de acogida los pueden tener en sus casas como a un hijo más durante los meses de verano", explica Laura Barceló, la coordinadora del proyecto en Aragón, quien también fue madre de acogida. 

Según cifras de la asociación aragonesa Um Draiga, cada año más de 150 niños saharauis se suben a un avión en Tinduf (Argelia) y viajan hasta Zaragoza para repartirse después por las tres provincias. Vienen en un avión con un pasaporte colectivo y muchas ganas de conocer a las que serán del 26 de junio al 20 de agosto sus nuevas familias. O de reencontrarse con quienes ya compartieron antes esos días. "Aquí en Aragón solemos traer un avión en el que vienen entre 150 y 155 niños, y por eso necesitamos que haya al menos 150 familias", puntualiza Barceló, quien subraya que en Aragón -aunque la crisis también hizo mella en el poder adquisitivo de muchos- se han logrado salvar estas cifras. "Nosotros hemos ido manteniendo el proyecto con mucho esfuerzo, porque la crisis ha afectado a la acogida en general. Hubo años en los que venían a España 9.000 y pico niños de entre 6 y 13 años, y aquí hemos tenido una 'suerte' relativa porque hemos trabajado mucho para que las instituciones se hicieran cargo de este proyecto. Lo hacemos fundamentalmente para que el Sáhara no se olvide y defendiendo que esos niños y niñas tienen derecho a venir de vacaciones", puntualiza. 

Las familias de acogida han sido siempre gente de la sociedad civil, personas "normales y corrientes" pero con una vocación muy marcada de ayudar a los demás independientemente de su situación o su poder adquisitivo. Así lo indica la coordinadora del proyecto, para quien resulta "difícil" establecer un único perfil de familia. "Tenemos un abanico muy amplio. Las hay con hijos, sin hijos... incluso familias monoparentales y educadores, un colectivo muy solidario en verano porque saben que disponen de esos meses de vacación. Tenemos muchas maestras y profesores que acogen en verano... Tengan o no tengan niños. Lo que hace falta es querer y organizarse, porque realmente se tiene apoyo de la asociación", precisa la secretaria de Um Draiga al informar de que organizan actividades paras las familias durante el verano. Hay un día de convivencia que suele hacerse en un pueblo. "El año pasado fue Muel. La asociación de ceramistas nos hizo un taller allí en el parque y luego fuimos todos juntos a la piscina. Lo mejor del verano para los niños saharauis es la piscina", apunta.

"Tengan o no tengan niños, para ser familia de acogida lo que hace falta es querer y organizarse, porque se tiene apoyo de la asociación"

Un contraste de culturas

María Jesús Blasco, dependienta, y Pedro Ángel Hernando, operario de almacén, se decidieron a acoger a Az-din en su casa de Zaragoza hace ya tres veranos. "Teníamos amigos y conocidos que nos lo comentaban, y nos parecía algo muy valiente por su parte. Un año lo vimos más cercano… Coincidió que nos quedamos mi marido y yo en el paro. Contactamos con la asociación y nos animamos", relata esta madre de acogida, que quiere con su testimonio animar a otras familias.

María Jesús y su pareja son desde hace varios veranos la familia de acogida de Az-din, un niño saharaui que volverá en junio a pasar sus vacaciones con ellos en Aragón.
María Jesús y su pareja son desde hace varios veranos la familia de acogida de Az-din, un niño saharaui que volverá en junio a pasar sus vacaciones con ellos en Aragón.
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Al dar el paso hace ya tres años, María Jesús y su marido se dieron cuenta de que todo el tema de la acogida era más sencillo y fluido de lo que podía parecer al principio. "Tampoco hace falta tener todo el tiempo libre del mundo para acoger a un niño saharaui. Al final es lo mismo que harías con tus hijos, y luego hay recursos: tienes las colonias urbanas, están la asociación y las demás familias que te ayudan. Tu propia familia se vuelca muchísimo porque al ser un proyecto tan bonito y simpático -los críos son una maravilla- recibes apoyo por todos lados y no es tan difícil. El único impedimento que hay en principio es el idioma. La integración es cuestión de días", recalca esta zaragozana, que volverá a repetir experiencia este mes de junio. Acoger a Az-din, de 12 años, ha sido para ella toda una lección de vida. "A mí me ha aportado muchísimas cosas. El niño necesita unos cuidados básicos, cariño, que se sienta protegido y respaldado. Me ha dado una lección de humanidad y de humildad. Ves todo de otra manera, te das cuenta de que no necesitas tantas cosas, y te crea un vínculo muy especial con otra parte del planeta y otra cultura", confiesa. 

Al cabo del tiempo, tienen ya muchas anécdotas por contar y sonríen al recordarlas. Les gusta en cierto modo haber vivido ese contraste que hay entre formas de vida distintas. "Los niños saharauis, por las circunstancias que tienen allí, no han perdido el respeto hacia los mayores ni la convivencia de tener las puertas abiertas. Están acostumbrados a vivir hacia fuera, en familia y en grupo. A ellos les choca mucho por ejemplo que en una casa grande vivamos solo dos personas o que estemos continuamente consumiendo, cuando ellos viven totalmente al día", apostilla. Otra anécdota divertida que cuenta María Jesús tiene que ver con los juguetes. Al llegar Az-din a España recuerda que le regalaron una peonza y que se le "escacharró" al día siguiente de comprarla. "En lugar de pedirme otra y tirarla, el niño intentó repararla como buenamente pudo porque es lo que están acostumbrados a hacer allí. Es como cuando fui a Tinduf y me encontré una bicicleta con un volante puesto", recuerda entre risas.

Una jornada de convivencia con otras familias de acogida y niños saharauis en Aragón.
Una jornada de convivencia con otras familias de acogida y niños saharauis en Aragón.
M. J. B.

En primera persona

El hecho de haber sido familia de acogida le reportó a su vez otra experiencia muy positiva: salir de su "área de confort" para viajar a un campo de refugiados en Tinduf (Argelia) y ponerse en la situación de estos niños y sus familias. "Nosotros no tenemos hijos y después del primer verano, fue superintenso… Cuando se marchó te queda un vacío, y yo empecé a hacerme preguntas", explica. Así se decidió a viajar allí con Laura, la secretaria de la asociación. Y al año siguiente fue solo su marido. "En el momento que llegas allí te separan. Tú solo conoces al chico y ya dependes de que su familia te cuide y te cubra unas necesidades básicas, que son las que hay allí… No tienen nada que ver, pero te lo dan todo. A mí no me faltó absolutamente de nada. Son muy hospitalarios", recalca. 

En poco más de dos semanas, Pedro Ángel y María Jesús podrán de nuevo abrazar a Az-din, con el que mantienen el contacto y comparten experiencias cada vez que él tiene la oportunidad de conectarse allí en Argelia. Estos días -confiesa- están llenos de emociones. 

"Yo he recibido mucho más de lo que he dado: vivir en primera persona un acto de solidaridad, y conocer a gente fantástica"

Les esperan dos meses muy intensos, pero ya conocen su recompensa. "Yo he recibido mucho más de lo que he dado: vivir en primera persona un acto de solidaridad, y conocer a gente fantástica. A través de la asociación puedo decir que tengo otra familia", subraya esta zaragozana, para quien muchas veces lo más difícil son las despedidas.

"Cuando se van acercando los días, el niño tiene sentimientos contradictorios… tiene ganas de marcharse, te van preguntando 'cuántas mañanas quedan para irse', pero por otra parte también les da pena. Conocen otra familia y otra vida. El ultimo día es una mezcla de sentimientos. Te alegras porque el niño vuelve a casa con los suyos, pero te da rabia porque vuelve a un desierto inhóspito y a unas condiciones de vida muy tristes… Son meses conviviendo con una persona que te da muchas más cosas", concluye con una sonrisa.

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