elecciones 2019

Cinco ‘must’ para un mitin cualquiera

Vítores, música épica y banderas, muchas banderas, de lo uno o de lo otro. Las fiestas de los partidos siguen todas un patrón común y la innovación brilla por su ausencia.

Público en el mitin de Vox ayer en Zaragoza.
Parte del público en el mitin de Santiago Abascal (Vox) ayer en Zaragoza.
José Miguel Marco

Lejos, muy lejos, de su concepto original (‘meeting’ es una ‘asamblea de intercambio de opiniones’), los mítines políticos se han convertido en todo un espectáculo en el que lucen pantallones XXL, aparecen drones con banderas de la nada y están más guionizados que la ceremonia de los Óscar.

1. Sillas, banderas, decorados... La puesta en escena. El auditorio ha de estar lleno. Sí o sí. Objetivo: ni una silla vacía. Para generar expectación hay ciertas tácticas. Cuentan que Vox –y se vio ayer en Tomás Bretón– no abre las puertas de sus recintos hasta dos minutos antes de que empiece el mitin y por eso parece que hay muchísima gente agolpándose en la calle. En realidad, deshecho el tapón, tampoco es tanta. De un tiempo a esta parte se ha puesto de moda que el decorado cuente con alguna gran bandera (son como la Rosalía del interiorismo) y mientras unos izan gallardos las de España, otros colocan las de Aragón y algún tercero –aunque municipalista– la del Sáhara. Tampoco falla nunca un gran pantallón en el que se ponga o bien el vídeo electoral de turno (moderno pero un poquito epiléptico el de Pepe Soro) o algo que llame a la nostalgia y resulte emotivo como se vio el lunes con el retrato de Rubalcaba en el mitin zaragozano en el que participó Sánchez.

2. Un público entusiasta. ¿Quién asiste a un mitin? Afiliados y simpatizantes. Esto es, gente ya convencida de antemano que solo va a jalear y, en ocasiones, a demostrar su admiración por el amado líder. El público tiene que gritar y aplaudir. También reír chistes malos y, en ocasiones, agitar banderolas. Los de las primeras filas están prevenidos de que en cuanto se encienda el pilotito rojo de las cámaras han de lucir su mejor sonrisa y poner cara de aparición mariana. (Un sentido recuerdo a Pitita desde aquí). Harina de otro costal es elegir a quienes aparecerán en imagen tras el candidato de turno. El equilibrio entre hombres, mujeres, razas y edades (hasta bebés lactantes) ha de ser perfecto. Ni en un casting para ser modelo de Dolce & Gabbana hay que pasar tantas pruebas.

3. La banda sonora. Las sintonías electorales están un poco pasadas de moda. Esas cancioncitas que cual gusano cerebral anidan en nuestras cabezas solo se reservan ya para la chunga megafonía de las furgonetas callejeras (otra anacronismo que debería erradicarse). Cuando aparece el líder ha de sonar ‘Carros de fuego’, algo de ‘Rocky’ o la épica banda sonora de ‘300’. La excepción a esta regla la confirmaba Iceta, con su ‘Don’t stop me now’, que le ha llevado –a punto está– a presidir el Senado. En estos tiempos de feminismo, podría apostarse por ‘Las Ibéricas F. C.’, del turolense Antón García Abril, pero ningún partido ha recogido el guante. Esas notas yeyés siempre son mejor que escuchar el silencio al que invitaba Albert Rivera...

4. Un discurso sencillito (aunque gritón). Las ‘ideas fuerza’ han de quedar claras. Los mensajes tienen que ser tan sencillos, que en ocasiones rozan la nadería y resultan sonrojantes. El orador, para más inri, se dirige a un adversario que no está presente con lo que el monólogo es totalmente improductivo. Como los argumentos políticos –no nos engañemos– provocan cierto sopor, para mantener la tensión el aspirante engola la voz hasta el grito exacerbado cada tres minutos. No sienten compasión por quienes están junto a los altavoces. En Gaes están muy contentos con este modus operandi. El auditorio se viene arriba, los altavoces reverberan y el candidato se deja medio sueldo en pastillas de miel y eucalipto contra la afonía.

5. Golpes de efecto y alguna sorpresa. Que tomen nota los productores que estén preparando las actuaciones del festival de Eurovisión. Salvo capas de invisibilidad rollo ‘Harry Potter’ o elefantes en escena propios de la ópera ‘Aída’, en los mítines ya se ha visto de todo: políticos metidos a pinchadiscos, atriles que parecen el baúl de la Piquer o recursos tecnológicos como el de Teodoro García Egea (PP) cuando utilizó –aún a riesgo de escacharrarse– un dron para simbolizar "el despegue del país". Conejos y chisteras para doblegar la voluntad de los votantes.

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