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Las muertes en soledad de dos ancianos que ni siquiera trascendieron

En uno de los casos, los forenses estiman que el fallecimiento se produjo unos tres meses antes del hallazgo del cuerpo.

Algunos cuerpos pasan largos periodos en las cámaras del IMLA (por procesos largos de identificación),lo que genera problemas de espacio en el centro forense.
Algunos cuerpos pasan largos periodos en las cámaras del IMLA (por procesos largos de identificación),lo que genera problemas de espacio en el centro forense.
José Miguel Marco

Hace unos días, la Policía Municipal de Madrid halló el cadáver de una octogenaria que llevaba unos cinco años muerta en su apartamento. De acuerdo con el cuerpo policial, en los últimos meses se han registrado unos 18 casos de este tipo. El número más o menos coincide con las estadísticas de Zaragoza, donde el pasado verano se registraron alrededor de una veintena de muertes en soledad. Esto derivó en una mayor sensibilidad institucional hacia este problema social, como demuestra la mesa de trabajo del Justicia y el establecimiento de protocolos específicos, por ejemplo por parte del Ayuntamiento.

Las nuevas medidas, sin embargo, aún no han conseguido frenar el problema y desde el pasado verano se han registrado varios fallecimientos, algunos de ellos especialmente graves. A finales de febrero, un vecino de Zaragoza de 68 años fue hallado muerto en su piso. Una vez más, fueron los vecinos quienes alertaron de que algo podía haber pasado con el hombre porque llevaban semanas sin saber de él. Los forenses estimaron que el jubilado había fallecido por causas naturales a finales de noviembre de 2018, tres meses antes de que alguien se percatara de su ausencia.

Hace tres semanas se dio otro caso similar, también en la capital aragonesa. Esta vez la fallecida era una mujer de 91 años que llevaba muerta en torno a un mes y medio cuando sus vecinos llamaron a emergencias.

José Manuel Arredondo, médico forense de Instituto de Medicina Legal de Aragón (IMLA), explica que en estos casos de abandono severo se suele dar un patrón: son personas que han permanecido aisladas de su entorno, tanto familiar como vecinal, ya sea porque no se llevan bien con ellos o porque simplemente no tienen a nadie. A esta circunstancia suelen sumarse problemas de salud mental y enfermedades crónicas. También son comunes los casos de síndrome de Diógenes.

Arredondo explica que el proceso de identificación de las personas que han permanecido muertas durante largos periodos es muy complicado y se alarga durante meses. "En España a nadie se le identifica a simple vista. Se necesitan pruebas objetivas", dice el forense. Por ello, a estos cadáveres, que se encuentran en avanzado estado de descomposición, se les reconstruye la huella dactilar del dedo índice y, si no es posible, hay que buscar coincidencias de ADN, lo que implica localizar a familiares. En ambos casos, se trata de procesos largos y costosos, tanto a nivel burocrático, por la cantidad de trámites, como emocional para los familiares de los fallecidos, si es que los hay; y económico.

Además, mientras se completan las identificaciones, los cadáveres permanecen en las cámaras del IMLA, que no anda sobrado de espacio, y frecuentes son ya los problemas de aglomeración de cuerpos en las instalaciones.

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