reportaje

"Dejarlo todo es muy doloroso, pero hay que aprender a ver los cambios con positivismo"

María del Mar vive en uno de los 21 "pisos puente" que las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl ponen a disposición de personas sin recursos en Zaragoza.

María del Mar, su hija y la coordinadora, Patricia de la Vega.
María del Mar, su hija y la coordinadora, Patricia de la Vega.
Oliver Duch

María del Mar tiene 32 años y hasta hace escasos meses vivía en Venezuela, donde era licenciada en Ciencias Políticas y regentaba un negocio. Ahora empieza "de cero" en Zaragoza junto a su madre y su hija en uno de los 21 "pisos puente" que las Hijas de la Caridad de la Obra Social de San Vicente de Paúl ponen a disposición de refugiados, personas sin hogar, víctimas de trata y mujeres procedentes de centros penitenciarios.

Dentro de este proyecto se encuentra el Chatillôn, para solicitantes de asilo, que arrancó en diciembre del año pasado. María del Mar se muestra "orgullosa de estrenarlo" y de convertir su "piso lindo" en un hogar para los próximos seis meses.

"El programa incluye atención personalizada y acompañamiento. Dura 18 meses, pero el piso se tiene que abandonar en seis y los ocupantes tienen que acceder a otra vivienda para entonces. Sin embargo, los plazos son irreales, sobre todo teniendo en cuenta el precio en el mercado del alquiler y la dificultad de oportunidades para estas personas", cuenta Patricia de la Vega, Hija de la Caridad y coordinadora del proyecto.

María del Mar reconoce que abandonó Venezuela junto a su madre y su niña por la situación "tan complicada" del país y asegura que es un momento "muy doloroso". "Tienes que dejar todo lo que has construido atrás y venirte con toda tu vida en una maleta para enfrentarte a un nuevo país con una cultura completamente diferente", añade sin perder la sonrisa.

"Pienso que hay que aprender a ver los cambios desde el positivismo porque nadie se va a paralizar por ti. Hay que demostrar que se tienen ganas de hacer cosas y de trabajar", reconoce.

Actualmente ella y su madre se preparan para un examen con el que obtendrán un título de formación básica, necesario para poder acceder a un curso prelaboral, mientras que la pequeña ya está yendo al cole. explica María del Mar, quien también se siente "como en la escuela", cuenta entre risas. "Tengo una titulación universitaria que aquí no sirve y por ello tengo que realizar el examen para poder formarme de camarera o de atención al público, que es lo que me gustaría y lo que sé que se me da bien", dice.

La búsqueda de cursos y talleres de formación forma parte del Plan de Intervención Individual del proyecto de las Hijas de la Caridad. Un plan que es el resultado de la cooperación de diferentes entidades y que está adecuado a las necesidades y voluntades de cada una de las personas a las que ayudan. Aunque a veces no es fácil saber qué es lo que quieren.

"Muchas veces cuando les preguntamos qué es lo que les gustaría hacer nos contestan que lo que haga falta, pero no nos dicen qué es lo que les motiva. Parece que piensen que por venir de otro lado tienen menos oportunidades o derechos de hacer lo que quieran y no es así", cuenta la coordinadora del proyecto.

Las Hijas de la Caridad no solo acompañan a las personas en su proceso de inclusión, sino que las ponen en el centro de todo su trabajo y se vuelcan "cien por cien" en su bienestar. Además de los cursos formativos, también imparten talleres de cocina o idiomas. "Queremos que hagan cosas, pero no con uno horario marcado porque cada uno tiene sus preferencias y nuestro objetivo es que tengan libertad de decisión", explica Patricia de la Vega.

Una labor premiada

Precisamente por su trato a los refugiados y a las víctimas de trata, el proyecto de las Hijas de la Caridad de la Obra Social de San Vicente de Paúl ha sido galardonado con uno de los premios de Innovación Social 2018 de la Obra Social La Caixa, dotados con 15.000 euros. En ellos se ha reconocido su capacidad de empoderar a los colectivos más vulnerables y hacerles creer en una nueva oportunidad de vida.

Una oportunidad que María del Mar y su familia afrontan ahora con optimismo y alegría, dispuestas a aprender y a crecer con los cambios.

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