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Castejón de Alarba: más de 70 años con la puerta del bar siempre abierta

Pilar Aranda, de 69 años de edad, lleva toda la vida trabajando detrás del mostrador de la taberna que abrieron sus padres en 1943, y se niega a bajar la persiana. Su establecimiento es el centro neurálgico de la actividad social del pueblo.

El bar de Castejón de Alarba es algo más que un bar; es el pequeño bastión de Pilar Aranda. Enmarcado en la planta calle de la casa donde nació hace 69 años, este establecimiento lleva abierto desde 1943, cuando lo pusieron en marcha sus padres. “Vine al mundo en este edificio. Terminé el colegio y como era hija sola y me hacía duelo dejar a mis padres, me quedé aquí y empecé a trabajar en el bar. Así que llevo aquí toda la vida”, relata la propietaria del negocio.

A lo largo de siete décadas, Pilar recuerda que “antes había mucha más gente joven, y también menos tipos de alcohol. Era el vino y poco más, y se iba mucho a las bodegas”. Entre las peculiaridades de aquella época, rememora cómo “mi madre hacía el café de puchero, con una perola grande y luego se colaba en otra”. A este respecto, subraya que “ cuando me quedé aquí, sería hace 55 años, dije que había que poner cafetera, porque de la otra forma se hacía mucho y sobraba demasiado”.

“Pusimos primero una máquina de las de brazo, pero la dimos y ahora me da pena. La que tengo ahora es de las automáticas”, señala mientras pone uno de los primeros cafés de la mañana. En la actualidad, y de forma diaria, son 8 ó 10 los parroquianos que se acercan hasta el mostrador, contando las visitas de la cartera; Eva Cristina Marca es de las últimas que se ha hecho cargo de las misivas de la zona. También acuden Juanjo y Miguel, auxiliar de enfermería y médico, que van al pueblo tres veces por semana.

Los fines de semana, la taberna reverdece los laureles de antaño. “Hay días en que sigue habiendo mucho movimiento”, apunta Pilar. Se refiere, por ejemplo, al trajín que generan las visitas de los ciclistas y las batidas de caza. “Cuando suben los de las bicis, me avisan. Me dicen cuántos van a venir y yo preparo las mesas y el almuerzo”, indica. De otra parte, están los cazadores. “Se juntan por lo menos 60. Por la mañana vienen a desayunar, saco las magdalenas y se van. Vuelven a la hora de comer y pongo comida; se echan sus vinos y el vermú”.

“Todos los domingos preparo una bandeja de salmuera, otra de atún en escabeche, chipirones, boquerón y bacalao en banderilla. Hay costumbre de eso, los domingos sobre todo”, sostiene Pilar. “Para fiestas, como San Fabián que es en enero, saco 300 banderillas y se comen en media hora. Y cuando vienen de la Virgen de Semón, igual. Siempre se bebe vermú, más que nada”, detalla cuando ya la acompaña su marido, Félix Peiró, antiguo alcalde.

Sobre bajar la persiana, Pilar se muestra contundente. “Si cierro la puerta, ya no hay nada. Me hace duelo dejarlo”. Aunque podría estar jubilada, paga religiosamente su cuota de autónomos y reconoce que “algún día lo tendré que dejar, porque son muchos años, pero me hace estar en movimiento y en activo”.

Piedra a piedra: un patrimonio arquitectónico bien cuidado y en espera de seguir restaurándose

Félix Peiró, marido de Pilar Aranda, recuerda su etapa al frente del Ayuntamiento. “En aquellos años hicimos muchas cosas, al pueblo le hacían falta”, rememora. Mirando a los muros rojizos de la iglesia de San Bartolomé, el que fuera regidor durante 12 años –hoy es teniente de alcalde– explica la intervención que se hizo en el templo a lo largo de su mandato. “Se restauró el campanario, que estaba en muy mal estado, y ahora está tan bien por fuera, como por dentro”. En el interior de la única nave que tiene la iglesia, las paredes lucen de blanco con toques azules. “Lo que nos quedó de hacer fue el retablo, que necesita una intervención pronto”, vaticina Peiró. Además de San Bartolomé, el pueblo cuenta con las ermitas de San Fabián y San Cristóbal, en el paraje de La Nevera. A estas se añaden los peirones: en el libro ‘Cultura popular de la Comunidad de Calatayud’, de José Ángel Urzay, se contabilizan los de Santo Domingo, en el camino hacia Sierra Pelada; el de San Cristóbal y San Isidro, a la entrada del municipio, y el de San Pascual o viejo, junto al camino que une la localidad con Munébrega.

Cerezos de calidad a más de 1.000 metros de altura y una sierra de postal en medio de una ruta ciclista

La Sierra de Pardos, o Sierra Pelada, tiene una buena panorámica desde la entrada del municipio. Desde allí, además de las vistas serranas, se puede contemplar el auge de los cerezos, que se añaden a los que ya había, y al predominante cereal que caracteriza a esta zona limítrofe con el Campo de Daroca. “Probablemente tengamos las mejores cerezas de todo Aragón, a más de 1.000 metros de altura y que están enmarcadas dentro de la Asociación para la Promoción de la Cereza de la Comunidad de Calatayud y de la Comarca del Aranda”, explica el alcalde de la localidad, Leonardo Baquedano.

En su caso, Leonardo es regidor y también se desempeña como ganadero. En su explotación porcina, que actualmente da empleo a tres personas, hay cabida para 500 madres y allí crecen los lechones hasta que alcanzan los 20 kilos de peso. “No es algo que abunde en la zona”, y añade que “es algo que exige estar aquí, sábados, domingos y hasta días de fiesta”. También lamenta el avance de la despoblación y reivindica que “habría que llevar más empleo a las zonas rurales, porque el trabajo sostiene todo lo demás, desde los servicios a las propias comunicaciones”.

En datos

Comarca: Comunidad de Calatayud.

Población: 92.

A Zaragoza: 106 km.

Los imprescindibles

El consultorio

Frente a la fuente del siglo XIX se encuentra el nuevo consultorio médico, donde también hay una sala polivalente. En ella, las vecinas trabajan con la restauradora Pilar Rubio. También hay una galería de fotos antiguas por los pasillos.

Iglesia de San Bartolomé

Las fachadas y la estructura de la torre han sido restauradas; el templo data del siglo XVIII. Fuera, cuatro plataneros de sombra y una pequeña fuente acompañan al busto de Gregorio Muel, alcalde del municipio durante 33 años.

Sierra Pelada

Como recoge José Ángel Urzay en ‘Cultura Popular de la Comunidad de Calatayud’, el sobrenombre de la Sierra de Pardos viene de cuando esta formación servía para abastecer de madera a gran parte de los vecinos de la localidad.

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