Barrio de San Pablo

"Los vecinos de Las Armas vivimos con miedo a que llegue el fin de semana por el ruido"

Los residentes y la Asociación Vecinal Lanuza Casco Viejo de San Pablo, en Zaragoza, siguen reclamando la gestión pública del espacio Las Armas. Creen que habría menos actividades y se generarían menos molestias.

Los vecinos de San Pablo piden soluciones al problema del ruido.
Mesa informativa con la que los vecinos pretenden concienciar sobre el problema del ruido
AV Lanuza Casco Viejo

Por la noche ruidos y gritos, por la mañana suciedad y desperdicios en sus calles. Así es como viven cada fin de semana los vecinos de San Pablo, especialmente aquellos más próximos a la zona de Las Armas. Tras cerca de un lustro de quejas y demandas sin respuesta, los propios residentes se organizaron hace unas semanas para poner en marcha una campaña informativa que todavía continúa y que no finalizará hasta que el Ayuntamiento haga caso a sus reivindicaciones.

La zona más afectada por la contaminación acústica es la plaza Mariano de Cavia, donde se encuentra el centro municipal Las Armas. Quienes viven allí apenas pueden conciliar el sueño y aseguran que el problema del ruido está mermando su calidad de vida.

David García, vecino de la calle Casta Álvarez asegura que “descansar es imposible desde la noche anterior hasta la tarde siguiente”, ya que en muchas ocasiones, a las madrugadas de fiesta las suceden mañanas de mercadillos, ferias o actuaciones. “Es horrible, vivimos con miedo de que llegue el fin de semana, con eso lo digo todo”, apunta.

Para Eddy Castro, presidente de la Asociación Vecinal Lanuza Casco Viejo, el ruido que sufren los vecinos está directamente relacionado con la cantidad de actividades que el centro programa. “El espacio es muy pequeño y alberga más actividades que la propia plaza del Pilar”, explica.

"El espacio es muy pequeño y alberga más actividades que la plaza del Pilar"

Los primeros comentarios sobre el ruido y la suciedad comenzaron a llegar a oídos del colectivo a finales de 2014. Un año después, antes de que terminara el 2015, se celebró una reunión con los residentes en la que se elaboró un documento con posibles propuestas de solución. Fue entonces cuando la asociación llego a la conclusión de que existía y sigue existiendo “una saturación de actividades en esta zona”.

Según explica Castro, poco después de aquello comenzó a circular el rumor de que los gestores del espacio de Las Armas tenían problemas. Unos rumores que en noviembre de 2018 se convirtieron en hechos constatados cuando el adjudicatario renunció a su explotación por considerar inasumibles las exigencias del contrato. A partir de ahí el colectivo vecinal mantiene dos frentes abiertos: la lucha contra el ruido y la gestión del centro de música, una infraestructura que apoyaron desde sus inicios. “La asociación estaba totalmente a favor de la creación de este espacio. Primero, para dinamizar la zona y, segundo, para dar salida a actividades organizadas por los propios chavales del barrio”, apunta Castro. Sn embargo, abogaban por una gestión pública y directa de la misma, algo por lo que continúan peleando.

El presidente de la asociación asegura que los gestores, que siguen al frente del espacio hasta que se resuelva el siguiente concurso público, son conocedores del problema, pero que al ser un edificio y un servicio municipal, “las soluciones hay que pedírselas al Ayuntamiento”.

El colectivo, que desde hace unos meses forma parte de la Plataforma de Afectados por el Ocio Nocturno de Zaragoza, considera que la municipalización de su gestión contribuiría a suavizar el conflicto del ruido. “La sala siempre fue diseñada para la gestión municipal y su aforo lo demuestra. No se dan las condiciones para que se explote comercialmente”, apuntan.

Según uno de los vecinos afectados, la situación en la zona ha llegado a tal punto que algunos han decidido irse a vivir a otros lugares de Zaragoza. “Por al lado de mi casa bajan ríos de orines y botellas. Hay un árbol en un macetero que es utilizado como basurero”, denuncia este residente, que cree que los actores implicados deberían tomar cartas en el asunto. “Consideramos que a eso que hacen fuera de Las Armas no se le puede llamar botellón, sino que es una extensión del aforo”, añade.

“Por al lado de mi casa bajan ríos de orines y botellas. Hay un árbol en un macetero que es utilizado como basurero”

Hace tan solo un par de semanas y ante “la inacción” del consistorio, los propios vecinos decidieron poner en marcha una campaña informativa para concienciar a los ciudadanos sobre los efectos del ruido. Desde entonces, los sábados colocan una mesa en la plaza Mariano de Cavia para pedir que la gestión del centro pase a manos del Ayuntamiento y para mostrar mediante fotografías el lado más negativo del ocio nocturno. ”Tan solo queremos una solución para poder vivir en nuestro barrio”, lamentan. Este fin de semana no podrán sacarla a la calle porque los permisos solicitados todavía no han sido concedidos, pero la intención es dar continuidad a la iniciativa lo antes posible. “Han decidido no parar hasta que les escuchen. Nosotros, como asociación que siempre está apoyando a los vecinos, les facilitamos los trámites administrativos e incluso recursos como la mesa o las fotocopias”, dice Castro.

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