Suplemento especial 8-M. Día de la mujer

María Berges, profesora y madre de familia numerosa: el éxito de saber organizarse

El equilibrio que ha conseguido junto a su marido, Javier, y sus hijos, Mateo, Rocío y Lucas, permite a esta zaragozana sacar el máximo partido al día.

En casa de los Mora Berges hay una máxima no escrita: con organización y colaboración se puede llegar a todo y se consigue sacar el máximo partido a cada momento del día. El camino de vuelta a casa desde el trabajo de María Berges (40 años) se puede convertir en un momento perfecto para pasar por la frutería a complementar la compra del mes y una pausa para el café puede servir para organizar una reunión de la asociación de padres del colegio de los niños a través de Whatsapp.

Como familia numerosa, María Berges (40 años), Javier Mora (41), Mateo (10), Rocío (7) y Lucas (5) han conseguido funcionar como un engranaje perfecto. O casi, porque hay días en los que la rutina se trastoca: un retraso de cinco minutos en el desayuno transforma el camino al colegio en una carrera contrarreloj que acaba en un sprint para que los niños mayores lleguen a clase puntuales y no sean amonestados.

Con tres niños de corta edad no hay planning milimétrico que valga, pero María y Javier lo intentan, y con muy buen tino, por cierto. La pareja ha logrado compaginarse tan bien que el día a día de ambos no se queda en ser los papás de una familia numerosa: ambos trabajan fuera de casa, disfrutan de sus aficiones, realizan voluntariado y colaboran, más que activamente, en la asociación de padres y madres del colegio de los niños.

El despertador en el hogar de esta familia suena, para todos, a las 7.30. El matrimonio se compagina para ducharse y preparar el desayuno para todos. Mientras, los niños participan de la ceremonia que es ponerse en marcha cada día. Los tres tienen tareas encomendadas: hacen sus camas, se preparan las mochilas y se visten con la ropa que sus padres les han dejado preparada. "Les pusimos a todos fundas nórdicas para que les resultara más fácil hacer las camas. Hay que ayudarles, pero se apañan bastante bien", cuenta María, que apenas deja nada a la improvisación.

Pese a su corta edad, Mateo y Rocío están muy concienciados en ayudar con las tareas domésticas. Además, Lucas, el benjamín de la casa, tiene un buen espejo en el que mirarse: como aún no es del todo autónomo, aprende de sus hermanos mayores, que le ayudan en todo lo que pueden. La colaboración de los niños es fundamental para el matrimonio, ya que ambos trabajan fuera de casa y toda ayuda es poca en la organización de la familia.

Después de desayunar, toda la familia sale de casa hacia las 8.40. Javier y María son maestros de profesión, por lo que ambos entran al trabajo a la misma hora que sus hijos. Ella enseña Religión católica desde hace casi dos décadas y este curso, debido a la reducción de horas de esta materia, se ha podido organizar las clases de forma que le permite llevar a los niños al colegio. Otros cursos, les dejaba desayunados y vestidos y alguna de las abuelas tenía que acudir a la vivienda familiar a primera hora para estar un rato con ellos hasta que llegara la hora de llevarles al colegio.

Este año, "afortunadamente", dice María, no tienen que empantanar a las abuelas, siempre dispuestas a echar un mano si toca. Cuando los niños entran en el colegio, María vuelve a casa y coge el coche para acudir al centro público Agustina de Aragón, en el barrio de Parque Goya, donde trabaja. Su jornada comienza a las 9.45 y acaba a las 14.00, aunque no es raro que se alargue hasta las 15.00 si hay reunión del claustro de profesores. Durante el trabajo, el único rato libre que tiene es el del recreo de los escolares.

La reducción de horas lectivas de Religión también se ha traducido para María Berges en un día libre a la semana: los lunes no tiene que acudir a su colegio a dar clase. Lejos de utilizar esa jornada para quedarse en casa, esta profesora zaragozana decidió dedicar las mañanas a un voluntariado en un colegio público del barrio Oliver y las tardes a trabajar en la asociación de padres del colegio de sus hijos. Lo de mujer trabajadora María lo lleva, sin duda, en el ADN.

Gracias al voluntariado, los lunes se han convertido en uno de los días preferidos para María. Como hace cuando acude a su lugar de trabajo, la profesora se desplaza hasta el centro público Ramiro Solans después de dejar a sus hijos en el colegio. Allí asiste a las clases de un grupo del segundo curso de Primaria. La zaragozana explica que, además de una labor desinteresada con los menores del Ramiro, como popularmente se le conoce, ella misma sale beneficiada. Como docente, ha encontrado una experiencia educativa que no tiene nada que ver con lo que había conocido hasta entonces.

Se trata de un centro con un elevado porcentaje de alumnos de etnia gitana e inmigrantes y la dirección del colegio, en aras de reducir a la mínima expresión unos niveles de absentismo que estaban por las nubes, lleva trabajando muchos años en la implantación de unas prácticas educativas que se alejan del esquema actual.

Durante las clases, los niños del Ramiro Solans celebran asambleas, hacen ejercicios de matemáticas en el patio mientras otros leen en voz alta para el resto de sus compañeros en la clase. Por si fuera poco, acaban de estrenar una emisora de radio que es el orgullo de los profesores y el juguete de los alumnos. Por todo ello y por el trato con estos niños, María se siente muy afortunada de poder tomar parte de este proyecto.

Esta faceta de su vida está estrechamente relacionada con uno de sus proyectos más ambiciosos a corto plazo: presentarse a las oposiciones de Educación del próximo mes de junio. "No sé de dónde voy a sacar el tiempo para estudiar, pero estoy segura de presentarme", explica María, tenaz por naturaleza.

Tras las jornada laboral de los papás, toca la vuelta a casa. El matrimonio se reúne sobre las 15.15 para comer y aprovecha para charlar sobre cómo ha ido la jornada, preparar las meriendas y, si toca, un poco de intendencia familiar. Este rato no puede alargarse demasiado, ya que los niños salen del colegio a las 16.15. Dependiendo del día de la semana y de las tareas que tengan, uno y otro se organizan para ir a buscarles.

Si le toca a María, es porque ese día Javier tiene clase de saxofón. Sí, después de todo, el equilibrio de organización al que ha llegado esta familia numerosa les permite tener tiempo para disfrutar de sus aficiones. Javier, de la música, y María, del deporte, porque suele salir a caminar a última hora de la tarde con sus amigas.

Pero antes de ese momento hay que atender la agenda de los niños, que un par de días a la semana tienen actividades extraescolares (dos veces por semana Mateo practica fútbol y Rocío, baloncesto). Acaban hacia las 18.30, momento en el que la familia vuelve a reunirse en casa. Llegan entonces los deberes y los ratos de estudio, si es época de exámenes.

Suele ser Javier quien ayuda a sus hijos mayores a repasar las lecciones porque María aún tiene una ocupación más por las tardes: hace un par de cursos que preside la asociación de padres y madres de alumnos del colegio de Mateo, Rocío y Lucas, lo que le ocupa bastante tiempo a diario. Más, teniendo en cuenta que este curso están preparando una olimpiada escolar que se celebrará a principios de junio y cuya organización pesa, sobre todo, en la asociación. Entre otros asuntos, María y el resto de padres tienen que coordinar el acogimiento de los 250 niños de otras ciudades que llegarán a Zaragoza desde otros colegios de Corazonistas. Es una tarea ardua que supone reuniones, prácticamente, todas las semanas a última hora de la tarde.

Estos encuentros a veces se alargan hasta pasadas las 20.30. En estos casos, cuando María llega a casa los niños ya han cenado con su padre y hay veces en las que el pequeño Lucas ya duerme. Las noches suelen ser un momento de descanso, pero también de planificación de la siguiente jornada. También los domingos, que se convierten en la clave de bóveda de la organización familiar porque se prepara el grueso de las comidas de la semana y las lavadoras y la plancha se quedan al día.

Vivir un día junto a la familia Mora Berges es empaparse de su máxima: con organización y colaboración se puede llegar a todo.

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