Un manicomio de interés arquitectónico

En el actual parque Delicias de Zaragoza se levantó, progresivamente, el hospital mental de la provincia. Este conjunto cumplió una función: dar asilo a enfermos mentales de la provincia. Ahora sus edificios son sede de varios centros para mayores.

Un manicomio de interés arquitectónico
Un manicomio de interés arquitectónico

Entre las fuentes y árboles del parque Delicias de la capital aragonesa hay una serie de edificios históricos. Se trata de los pabellones del antiguo hospital para enfermos mentales. Esta zona, que se denominaba Terminillo, era una finca propiedad del benefactor del Hospital Provincial Manuel Dronda, según referencian documentos de la Diputación de Zaragoza. Se levantó en este enclave tras un primer intento de construirlo en la Torre del Abejar, propiedad la diputación.

Este manicomio se situó entre los mejores del continente europeo, tal y como reflejó el periodista Pedro Cuevas en una crónica de ‘La Libertad’, en octubre de 1933. “Eran ya prometedoras las noticias que de este manicomio se nos dieron, y que nos lo señalaban como uno de los de instalación y organización más adelantadas y ajustadas a los ejemplos sanatoriales que tienen hoy justa fama en Europa”, mencionó. Entonces la Diputación de Zaragoza ya lo había cedido al Estado, como cita el Ayuntamiento de Zaragoza, incluyendo los más de 162.000 metros cuadrados de la finca.

Quiénes lo conocieron describen un gran paseo central con frondoso arbolado. A cada lado se emplazaban los pabellones, según se calcula, con capacidad para casi 600 pacientes. A la izquierda estaba la capilla, como en la actualidad. El resto de la finca eran unas cuatro hectáreas de huerta, con gran variedad de especies vegetales. Este conjunto no se construyó a la vez. Las obras, proyecto de Eusebio Lidón, fueron progresivas.

Comenzaron a finales de enero de 1878 y, según el Ayuntamiento de Zaragoza, dos años después estaban terminados tres pabellones, los que correspondían con la sección de hombres. El resto de ellos se sumaron a partir del siglo XX. El arquitecto Julio Bravo y Folch ideó más espacios, “para servicios generales y accesorios”, tal y como se cita en su informe histórico artístico. En 1931 se ampliaron los pabellones en una planta y se inauguró la capilla. El templo, de una única nave, es de planta de salón, cabecera redondeada, techumbre plana y tejado a dos vertientes. “Responde a un neogótico simplificado”, se señala en la ficha municipal. El mismo documento dice que las ampliaciones continuaron: “Incluso los propios pacientes levantaron otro pabellón en 1939”.

Esos enfermos fueron llegando de forma gradual, como la construcción del complejo. Los primeros se trasladaron una década después de comenzar las obras, en 1888. Hasta entonces eran tratados en un edificio anexo al Hospital de Nuestra Señora de Gracia de la capital aragonesa. Sin embargo, la falta de espacio y el estado de las instalaciones obligaron a buscar una nueva ubicación.

Actualmente, de los pabellones conservados cada uno cumple una función: biblioteca, centro de convivencia para mayores, centro de día o sede de asociaciones. Mantienen en común su funcionalidad originaria y también que todos fueron declarados de interés arquitectónico por el Gobierno de Aragón.

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