Puente de Piedra, leones y cierzo

Este camino sobre el río Ebro a su paso por Zaragoza es un Bien de Interés Cultural de corte medieval, que ha soportado guerras y graves avenidas, e incluso fue inmortalizado en un óleo de Martínez del Mazo.

Puente de Piedra: leones y cierzo, señas de identidad de Zaragoza
Puente de Piedra: leones y cierzo, señas de identidad de Zaragoza

‘La Vista de Zaragoza’, de Juan Bautista Martínez del Mazo, es una obra singular, ya que “eran raras las representaciones de ciudades españolas”, según argumenta el Museo del Prado. En este lienzo se refleja, añade el museo, “uno de los mejores paisajes urbanos de la Europa de su tiempo”. En la estampa se adivina una Zaragoza distinta a la actual, hecho lógico aunque solo sea por los cuatro siglos que las separan – el óleo es de 1647-. En el cuadro no se muestra el característico cierzo que sopla en la zona, sin embargo, hay un par de elementos que se distinguen en esa perspectiva desde una galería del desaparecido convento de San Lázaro. Uno de ellos es el Ebro y otro el puente de Piedra.

El origen de ese paso sobre el caudaloso río se remonta a la época romana de la ciudad, aunque el existente no es el que se concibió en un primer momento. El primero que hubo en el mismo lugar fue reparado en múltiples ocasiones cuando la capital aragonesa estaba bajo dominio visigodo y musulmán, tal y como se cita en el informe histórico artístico del monumento. Sin embargo, se terminó destruyendo. A pesar de no ser el primitivo, es el puente más antiguo que conserva Zaragoza en la actualidad.

Lleva en pie desde la década de 1440. Durante estos siglos, las cuantiosas riadas han desafiado a los tajamares que desvían el agua por los arcos y han hecho peligrar su integridad. Por ejemplo, en 1643 una gran avenida lo dejó en ruinas, tras llevarse por delante dos de sus arcadas centrales. Las rehabilitaciones han sido constantes, como la que perpetró Felipe de Busignac. Este maestro de obras lo reparó y, además, construyó dos torrecillas de estilo medieval. Dicho arquitecto también fue el responsable de instalar “los cuatro leones emblemáticos de la ciudad”, como recoge la ficha municipal del conjunto.

Otro enemigo del puente han sido las guerras. Faustino Casamayor, cronista en la época de los Sitios, lo citó en varias ocasiones en sus escritos, así como cuando el ejército francés lo voló por los aires. Esta contienda dejó un recuerdo en el puente, que ahora es escenario de fotografías para la posteridad. Se trata de una cruz que recuerda a algunos héroes, como el padre Santiago Sas o el escolapio Basilio Boggiero.

“Entre 1906 y 1910 se ejecuta el proyecto de ensanche del puente, se desmontan los leones barrocos, en muy mal estado”, reza en su ficha municipal. Esos felinos no fueron inmortales, como la ciudad, aunque otros regresaron en 1991 de la mano del escultor Francisco Rallo, en este caso metálicos. En otra de las remodelaciones que experimentó en el siglo XX, los perfiles de piedra se sustituyeron por barandillas. Esa intervención, que se documenta en el informe histórico artístico del Ayuntamiento de Zaragoza, dio nuevos aires estéticos al histórico puente. En otra de las grandes obras, fruto del crecimiento de la ciudad, una de sus siete arcadas, la más próxima al casco viejo, quedó enterrada bajo el paseo de Echegaray y Caballero, junto a la Lonja.

La piedra que está oculta, como el resto, procede de varias canteras aragonesas. Ese material le ha dado nombre y personalidad a este puente. Una obra que durante un tiempo garantizó un importante papel en las comunicaciones del noreste peninsular y que ahora es parte de la identidad de la ciudad, junto a sus leones y el cierzo.

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