Joaquín Díaz: "A veces al deportista hay que decirle que pare"

Joaquín Díaz (Torrelavega, 1952) encabeza el XVI Congreso de Psicología Deportiva que se celebrará en Zaragoza entre el 13 y el 16 de marzo.

Joaquín Díaz, en el Pignatelli.
Joaquín Díaz: "A veces al deportista hay que decirle que pare"
Aranzánzu Navarro

¿Quién necesita más a quién: la psicología al deporte o el deporte a la psicología?

Ambas se ayudan entre sí. Es una simbiosis importante en la que debemos colaborar juntos psicólogos, entrenadores y deportistas. Hay una cooperación continua, trabajando en los clubes multi e interdisciplinariamente, allí donde estamos y queremos estar.

¿En qué aspectos interviene esta ciencia deportiva?

Nosotros entrenamos psicológicamente a los profesionales, así como damos apoyo y asesoramos a los técnicos. Preparamos la mente de cara a la competición en todas las modalidades: es muy diferente trabajar a nivel individual con un tenista o un atleta, que hacerlo con un equipo de waterpolo o hockey.

¿Cuáles son los puntos en los que se incide?

Trabajamos variables que influyen en el rendimiento deportivo como la motivación, los niveles de activación, la concentración, gestión de expectativas o todas aquellas situaciones que se puedan presentar a lo largo de la competición. Nosotros individualizamos y personificamos los entrenamientos porque no atendemos deportes, sino deportistas.

Cuando un equipo o deportista acumula malos resultados, lo achaca a la falta de confianza. ¿Es motivo de intervención?

Muchas veces, a los psicólogos del deporte se nos vincula solamente cuando hay problemas, se asocia nuestra parcela de actuación a las malas rachas. Es cierto que hacemos esa función, pero el trabajo mental es un proceso en el cual hay que entrenar técnicas y situaciones para poner en marcha ciertas habilidades.

¿No se llega a tiempo?

No se trata solamente de actuar cuando ya ha ocurrido la dificultad, sino de prevenirla, trabajarla y optimizarla para que los jugadores salgan al campo de la mejor manera posible mentalmente. Y, lo que es más importante en deportes de equipo, a nivel de relaciones sociales: apoyos, comunicación, presión de la grada para jugar sin ansiedad…

¿A qué problemas se enfrenta principalmente un psicólogo cuando trata a un deportista o un equipo?

Como he comentado, solo se acuerdan de Santa Bárbara cuando truena. Reivindicamos que, por ejemplo, si hay un entrenador físico, el psicólogo también debería estar en el ‘staff’ técnico para que luego no digan que el equipo ha jugado con ansiedad, desconcentrado o condicionado por un resultado negativo anterior.

En este sentido, ¿considera importante la formación psicológica de los técnicos?

Por supuesto. El entrenador muchas veces se encuentra solo ante situaciones emocionales que no sabe cómo resolver.

Una de las lacras que afectan al deporte en general, y al fútbol en particular, es la violencia. ¿Debería trascender la implicación psicológica a los aficionados?

Dentro del pentágono deportivo está el trabajo con los padres de los chicos del fútbol base. En estos episodios que vemos últimamente, la cura es la prevención. El deporte es una emoción. Lo que hacemos los psicólogos deportivos es prevenir que eso se traduzca en comportamientos violentos. Lo estamos haciendo: saber controlar esa alteración, formarles en la diversión de sus hijos o en la recuperación de valores.

Extrapolando el ámbito deportivo a la salud. ¿Qué papel se juega en esa parcela?

Conocemos muchísimos casos de vidas rotas de personas que han estado compitiendo a un alto nivel y, solamente, se han ocupado del rendimiento deportivo. Una de las cosas que hay que tener claro es que rindan, pero no a cualquier precio: lo primero es su salud, su bienestar psicológico. A veces hay que decirle al deportista que pare. Nosotros vemos cosas que no se conocen dentro de la esfera competitiva.

¿Qué futuro le augura a la psicología deportiva?

Si somos capaces de transmitir a la sociedad deportiva la importancia de nuestra función, le auguro un buen futuro. Pero hay que evitar situaciones de intrusismo como ocurre con los nuevos ‘coachs’ o ciertos gurús.

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