La plaza Santo Domingo, un nido de palomas

Algunos vecinos del barrio de San Pablo denuncian que hay quienes alimentan a estas aves pese a que la ordenanza municipal lo prohíbe, lo que atrae a un gran número de ejemplares.

Palomas en la plaza de Santo Domingo, en Zaragoza
La plaza Santo Domingo, un nido de palomas
Heraldo.es

La plaza Santo Domingo, junto al Teatro del Mercado, se ha convertido para algunos vecinos del barrio de San Pablo en “el centro neurálgico de las palomas”. La presencia de estas aves y la suciedad que provocan en esta zona de El Gancho ha alertado a algunos residentes, que aseguran que acuden atraídas porque hay gente que las alimenta.

Olga Martínez, vecina del barrio, asegura que la situación es la misma desde hace varios años y que es necesario hacer hincapié “en la educación y la concienciación de la gente” para acabar con el problema. Martínez lleva un tiempo denunciando el estado de esta plaza a través de las redes sociales y también ha contactado con el Ayuntamiento mediante el apartado de quejas y sugerencias de su página web. Reconoce que desde entonces hay más presencia policial por la plaza y sus inmediaciones, pero la situación no ha cambiado. “Trato de hablar con la gente que las alimenta para que deje de hacerlo. Nunca voy de malas, pero a veces recibes ciertas contestaciones desagradables”, lamenta la vecina.

Y es que aunque hubo un tiempo en el que era habitual que en la plaza del Pilar hubiera vendedores de pienso para las palomas, en la actualidad, alimentarlas no está permitido y puede acarrear sanciones. El artículo 7 del capítulo primero del título segundo de la Ordenanza municipal sobre la protección, la tenencia responsable y la venta de animales deja bien claro que “queda prohibido dar de comer a animales silvestres y asilvestrados en la vía pública”. No obstante, esta vecina considera que “las multas no son la solución” y que la falta de información sobre las enfermedades que pueden contagiar estas aves hace que algunos ciudadanos continúen dándoles de comer a diario.

La gran preocupación de Martínez por este asunto es una enfermedad que su hija padeció cuando tan solo tenía dos años y medio, una infección producida por Mycobacterium Avium, un grupo de bacterias causante de la tuberculosis aviar. Esta enfermedad es poco frecuente en humanos, pero puede darse entre personas inmunodeprimidas. “Le salió un bulto considerable en el cuello, la lleve al médico y en el test de la tuberculosis no salió ni negativo ni positivo, así que algo había por ahí”, cuenta Martínez. Su hija tuvo que someterse a una operación y a un año de tratamiento para superar la enfermedad.

“Fue horrible”, reconoce la vecina, que cree que su hija pudo contagiarse en esta plaza porque debido a la discapacidad que padece no podía acudir con ella al parque y, por aquel entonces, siempre la llevaba a jugar a la zona infantil de Santo Domingo.

Un problema para el mobiliario urbano

Atravesar esta plaza supone, en muchas ocasiones, caminar con decenas de palomas acostumbradas a la presencia del hombre alrededor. Pero estas aves no solo causan molestias a los humanos, sino que también contribuyen en buena medida al deterioro del mobiliario de las ciudades. “Las deyecciones, lo que llamamos palomina, pueden generar problemas si entran en contacto con las mucosas, porque son bastante fuertes. También provocan la destrucción del mobiliario urbano”, apunta Javier Lucientes, catedrático y profesor de parasitología y enfermedades parasitarias en la Facultad de Veterinaria de la Universidad.

Ante este panorama, Martínez acoge con los brazos abiertos programas como ‘Limpio te quiero más’, impulsado por el Plan Integral del Casco Histórico (PICH) para tratar de mejorar los espacios públicos del barrio. “Los agentes sociales y las personas nos tenemos que poner en marcha. Me encanta mi barrio, pero me gustaría que entre todos hiciéramos de él un barrio más limpio”, concluye la vecina.

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