Loquillo reeditó su idilio emocional con los zaragozanos

El artista catalán llenó el pabellón en su concierto dentro de la gira para celebrar sus 40 años en la música

Loquillo, durante el concierto.
Loquillo, durante el concierto.
Aránzazu Navarro

Cuarenta años de idilio con la música no son poca cosa, y tras esos cuatro decenios de trabajo Loquillo ha conseguido la cuadratura del círculo: siendo distinto, sabe ser el mismo de siempre en cada concierto. En el de este sábado en el Príncipe Felipe, para el que agotó casi todo el papel en taquilla, se permitió el lujo de repasar su trayectoria en una especie de versión reducida de ‘Loquillo and Friends’, con invitados especiales y haciendo puerto en sus canciones más conocidas.

Por el escenario pasaron amigos como Nat Simons, con quien interpretó ‘Cruzando el paraíso’ y de paso recordó al llorado Johnny Halliday; y, cómo no, Gabriel Sopeña. Con el aragonés, al que definió fundamentalmente como amigo antes que poeta y cantautor, cantó ‘Brillar y brillar’, en una versión, ya se sabe, idéntica pero distinta, por ejemplo, a la que se le escuchó en la Expo de 2008, hace ahora justo diez años. Pero ese dúo nunca dejará de emocionar.

Loquillo cumple estos días cuatro décadas de compromiso musical, ha grabado un triple disco recopilatorio y se ha lanzado a la carretera en una gira que empezó en verano y que llegó ayer a Zaragoza totalmente rodada. A ver quién le enseña al ‘Loco’ de qué va esto de las giras, que desde sus tiempos con Los Intocables sabe que es en el directo donde se calibra verdaderamente a un artista.

Así, conociendo muy bien el terreno que pisa, con una banda cuajada, de sonido limpio y segura en los solos y dúos; y una puesta en escena sencilla pero efectiva, el artista barcelonés ofreció un concierto que fue de menos a más. Se arrancó, con veinte minutos de retraso, con ‘Rock and roll actitud’, siguió con ‘El hijo de nadie’, ‘A tono bravo’ y ‘El mundo necesita hombres objeto’. Hasta entonces, apenas había tenido ningún guiño de complicidad con el público. Los dosificó: tras un sucinto ‘¡Aragón, aquí me tienes!’, llegaron temas como ‘Territorios libres’, ‘Arte y ensayo’, ‘Planeta rock’ y la canción cuya letra parece que va a ser eterna, ‘El mundo que conocimos’. Vinieron después temas como ‘Salud y rock and roll’, ‘Cruzando el paraíso’, ‘Por amor’ y las dos canciones que interpretó con Sopeña, ‘Brillar y brillar’ y ‘No volveré a ser joven’, el famoso poema de Gil de Biedma hecho música.

Abandonó la veta intimista entonando ‘El rompeolas’ y a partir de ahí navegó por los temas más coreados (y bailados) ante un público entusiasta que conocía todas las letras de memoria. Dos horas de concierto justas y cabales antes de zambullirse en los bises para regocijo del público, que asistió a un concierto memorable, otro más, de su querido ‘Loco’ en Zaragoza.

Loquillo, también, parece eterno. Quizá porque sigue el consejo de uno de sus temas: "No olvides, no traiciones lo que siempre te ha hecho vivir". En su caso, la música.

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