Por
  • Víctor M. Serrano Entío

Zaragoza en vísperas de después

Zaragoza es su propia alegoría
Zaragoza es su propia alegoría
Heraldo

Hay que ver una y mil veces ‘Alegoría de Zaragoza’, el cuadro de Eduardo Laborda que la Fundación Ibercaja nos ha colgado en su Pasión por Zaragoza. La tenemos que ver los zaragozanos y la tienen que ver nuestros representantes políticos para comprender que todo es efímero excepto las ciudades, excepto Zaragoza. Cambia todo: las calles, los edificios, cómo nos movemos sus habitantes, cómo nos relacionamos con la cultura… pero Zaragoza sigue siempre sentada recta y firme, femenina e implacable. Zaragoza es su propia alegoría y la que nos ha dejado Laborda. Zaragoza es una heroína de Los Sitios que vio pasar franceses y ahora ve pasar patinetes eléctricos.

Uno se imagina que Zaragoza se pone a volar para sobrevolarnos como un dron y para mirarse a sí misma. Que el debate sobre el estado de la ciudad se lo hace Zaragoza a su alcalde y no al revés. Sería lo justo porque se intuye mayor objetividad. El debate de ayer, conforme a lo esperado, es la de un alcalde que pide tiempo y una oposición que le dice que para qué, si no ha hecho nada bien en el que ha tenido. Esto último de pedir tiempo pasa mucho también en el fútbol cuando el equipo que ha perdido el tiempo por ir ganando pide más tiempo por ir perdiendo. Santisteve sabe que fue ganando pero que va perdiendo.

No sabemos aún cómo se ve Zaragoza. Sí sabemos que entre sus luces y sombras, que de todo hay, hay tres proyectos en marcha buenos para la ciudad. La remodelación del Mercado Central era una necesidad y no hace sino sincronizarnos con las ciudades de nuestro nivel. La prolongación de Tenor Fleta -mil veces anunciada, mil veces aplazada- es un arranque imprescindible para poder diseñar la Zaragoza este-oeste, el eje pobre de la ciudad ciertamente abandonado durante muchos años, muchos más de los que Santisteve es alcalde. La vivienda municipal, con un trabajado plan de inversiones con el Banco Europeo de Inversiones, tiene futuro y recorrido para varios años.

Los problemas de la ciudad tienen mucho que ver con los problemas de la formación que la gobierna. El hecho innegable de que Zaragoza está más sucia y más rota que nunca por una gestión deficiente no es casual, y es fruto del aislamiento que provoca todo sectarismo. Zaragoza no se codea ni económica ni social ni culturalmente con las ciudades de igual status. Un aislamiento interno y externo. El interno como coraza y el externo como síntoma de autarquía. Las confluencias que conformaron los grupos políticos en torno a los que se articuló Zaragoza en Común han tenido los mismos problemas en casi todas las ciudades. Han tratado de alcanzar sus objetivos en mezcolanza con los medios. Una confusión en la que incurre la izquierda radical europea y española sin importarle las consecuencias.

Ese confundir objetivos con medios produce efectos curiosos, como que quienes llegaron a los ayuntamientos con el objetivo de no pagar la deuda a los bancos sean los gobiernos municipales que más deuda le han pagado a los bancos. O también, por ejemplo, la constatación de que la Zaragoza de hoy no es ni más abierta ni más participativa ni más justa que la de Atarés o Belloch. ¿Cómo se verá Zaragoza en su introspectivo vuelo rasante? La respuesta la tenemos a finales de mayo. El debate de la ciudad y estas vísperas son las de después, como recita Sabina.

Víctor M. Serrano Entío Abogado