Ojalá una tupida melena

Este jueves se celebró la primera jornada de debate sobre el estado de la ciudad.

El diputado Eloy Suárez se acercó a estrechar la mano de Santisteve.
El diputado Eloy Suárez se acercó a estrechar la mano de Santisteve.
Raquel Labodía

Qué maravilla comprobar que los políticos tienen soluciones para todo. Fórmulas mágicas, purgas de Benito, manos de santo y crecepelo para los que ya clareamos la azotea. Qué labia, qué de ideas, qué promesas tan buenas. Si les pides un poni por Navidad, te lo traen. ¿Que quieres también unos patines? Marchando. A falta de 177 días para elecciones, es probable que incluso llamen a tu puerta con unos patines extra para el poni. No hay problema. Bueno, en realidad, sí, sí los hay, pero este jueves apenas se mentaron en el discurso del alcalde que, por ejemplo, obvió la sonora protesta de los sindicatos a las puertas del Ayuntamiento. "Si tanto prometen, ¿a qué se han dedicado estos tres años y medio?", preguntaba uno de los manifestantes. "A zampar recibos del ICA", contestaba otro con sorna. Con sorna y con mucha más realidad que alguna de las cosas que se escucharon este jueves en el atril, donde el alcalde demostró que ha aprendido a terminar, a modo de arenga que incita el aplauso, las frases en alto. Las frases, porque cuando se trata de acabar proyectos... Citó Santisteve algunos hitos (el Mercado Central, los depósitos del Pignatelli, la Imprenta Blasco…) que no llegarán a tiempo y que –entre dientes– los comunes lamentan que se inaugurarán en los próximos meses con menor protagonismo propio y –acaso– mayor alegría.

La oposición se encargó después de recordar a ZEC sus ‘lapsus’ con el fiasco del Bizi, el cero en municipalizaciones o la expulsión –sin VAR que valga– de los concejales adversos de las sociedades. Por suerte, no todo fueron reproches y con la vista puesta en el 26 de mayo desplegaron también sus mil y una "ideas de futuro" recuperando así la humilde pero fantástica feria de las oportunidades. Uno –secretamente– deseaba que volviera a asomar el asunto capilar, no por aquello de que los políticos son capaces de obrar el milagro y que les salga pelo a las ranas, sino porque embaucan la mar de bien y algunos incautos aún les compramos peines sin púas para calvos.

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