"El barrio ha envejecido y tener un ascensor ya es una necesidad"

Enrique Letosa y Josefina Rodríguez viven en Balsas de Ebro Viejo desde hace casi medio siglo y piden una mejora del barrio para atraer a gente joven.

Enrique y Fina, en su vivienda sindical de Balsas de Ebro Viejo.
Enrique y Fina, en su vivienda sindical de Balsas de Ebro Viejo.
Oliver Duch

Enrique y Fina fueron a vivir a la calle del Valle de Pineta, en Balsas de Ebro Viejo, cuando eran "unos jovenzanos", ahora hace casi medio siglo. En este rincón del Picarral, entonces todos lo eran. Parejas jóvenes y decenas de chiquillos corriendo por las calles de tierra. "Aquí al lado, donde ahora están los Bomberos –en Valle de Broto– había panizales y tomateras donde cogíamos tomates", recuerda nostálgica Fina.

47 años después de su llegada, el barrio es el mismo, pero distinto. Las calles de tierra están asfaltadas, pero sumidas en un gran abandono en forma de socavones y jardineras selváticas al que nadie pone remedio. El barrio, entonces joven, ahora "se está quedando viejo". "Esto ha cambiado como el tiempo, como los hijos, como la vida...", reflexiona Enrique. Con 80 y 81 años, respectivamente, él y su mujer aplauden el día en que compraron su vivienda sindical, procedentes de un piso de alquiler en la avenida de San José.

"Aquí al lado había edificios con ascensor y calefacción, pero éramos obreros con hijos –ellos tienen tres–, y entonces las mujeres no trabajaban, así que aquí nos quedamos", recuerdan. La falta de un ascensor, que entonces no suponía un problema importante, ahora lo es. Los tres pisos que tienen que subir para llegar a su hogar se convierten en un muro a determinadas edades, y más si la rodilla flaquea y necesitas muletas, como es el caso de Fina. "Es una necesidad para todos", opina Enrique.

Por suerte, son una de las comunidades que se han animado a reformar el edificio. Han accedido a una subvención de 150.000 euros del Ayuntamiento de Zaragoza, y aspiran a ‘cazar’ otra del Gobierno de Aragón. Con un proyecto que rondará los 300.000 euros, conseguirán poner ascensor, aislar unas paredes que ahora dejan entrar el frío (y el calor), cambiar las ventanas de quien lo necesita, renovar el tejado y las bajantes... Un lavado de cara integral que mejorará la vida de las diez familias que conforman la comunidad, revalorizará sus pisos y, quién sabe, atraerá a gente joven al barrio.

"Si las viviendas mejoran, esto será más atractivo para la gente joven, porque estamos muy cerca del centro", creen tanto ellos como sus vecinos. Hasta ahora, los nuevos residentes que han renovado las calles han sido fundamentalmente inmigrantes y habitantes de Zaragoza "con dificultades", ya que la ausencia de ascensor reduce el valor de los pisos.

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