López Simón y El Fandi cortan dos orejas sin historia

La corrida de García Jiménez salió con los tres hierros de la casa y lució una presencia escasa y desigual.

David Fandila 'el Fandi' se desplanta ante el buen cuarto de la tarde, de nombre Aparejador.
David Fandila 'el Fandi' se desplanta ante el buen cuarto de la tarde, de nombre Aparejador.
Raquel Labodía

Sólo el presidente evitó el ‘matillazo’ total en una tarde en la que el bullicioso toreo del Fandi y el alcohol de los tendidos, silenciaron al aficionado. Con un par y toda la razón del mundo, aguantó el segundo pañuelo a la muerte del cuarto y privó al granadino Fandi de abrir la puerta grande.

A estas alturas ningún aficionado espera encontrar en Fandila a Morante de la Puebla. Ni tan siquiera un mínimo de pellizco. Pero que nadie confunda el toreo con lo de ayer. Que a fin de cuentas, es su concepto. Respetable, claro. Como todos. Pero lo de ayer no fue suficiente para abrir la Puerta Grande de una plaza seria como la de Zaragoza. O por lo menos, así era antes.

La corrida de las divisas de la familia García Jiménez fue una escalera en la que hubo peldaños de los tres hierros de la casa. Mansitos, flojos de remos y con buena condición en la muleta, aburrieron al respetable. El Fandi una vez más, sorteó el lote más potable de la tarde. Qué fortuna la suya y qué poca la de los animales.

El que abrió plaza fue un animal algo justito de presencia, mansote y de excelsa clase. Demasiada para esa muleta. El granadino dejó lo mejor con la capa y trató de formar el lío habitual con los palos. Sin embargo, clavó siempre a cara pasada. Con la muleta se descubrió en el inicio de rodillas. Un toro descolgando con gran calidad y un torero amontonado y pasado de revoluciones. Una faena en la que acompañó las embestidas sobre la mano derecha y que bajó toreando al natural. Terminó con unas manoletinas y una efectiva estocada.

Con el buen cuarto sacó todo su repertorio y ni por esas. Lo recibió rodilla en tierra con dos largas cambiadas, anduvo sensacional de capa y quitó por navarras. Hasta ahí. Volvió a parear a toro pasado y con la muleta trazó una faena en la que la verticalidad brilló por su ausencia. Tiró de lumbares, enseñó los tirantes y dio tropecientos banderazos. El espadazo, cumbre. Eso sí.

Otra oreja cortó el torero de Barajas, Alberto López Simón. Sin mucha más historia que el cuento de las zapatillas y un arrimón a un toro vencido desde que salió por los toriles.

Al segundo de la tarde le vino de maravilla el nombre. Delicado. Y tanto que sí. De escasa presencia, tuvo la misma fuerza que sus hermanos y se dejó por ambos pitones. Faltó acople.

Ginés Marín no tuvo su tarde

Llegaba el más joven de la terna casi en fuera de juego. Un cartel que no era para él y una reciente cornada por cicatrizar. Lo cierto es que pasó de puntillas por el coso de Pignatelli. Una pena.

Con el tercero ni se puso. Estuvo siempre mal colocado y llevó al toro por las afueras en una faena en la que lo mejor fue la estocada. Sin embargo, al sexto quiso darle tiempo y aire con el fin de hacer faena. No pudo. Por el escaso juego del animal, la faena no terminó de cuajar. Le dejó otra gran estocada y se llevó una fuerte ovación de despedida.

Saludaron Fini y Manuel Izquierdo tras parear al tercero y se recuerda que hay que picar a los toros. En la contraquerencia, además. No en el tendido de capotes.

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