Mora, la otra cara de la fiesta

El joven novillero placentino fue corneado de gravedad instantes antes de que su compañero Salenc saliera a hombros por la puerta grande.

Novillada en La Misericordia
Novillada en La Misericordia

"A mi sobrino Alejandro, incipiente aspirante con muy buen aire, en poco más de un mes le han pegado dos cornadas serias. Para mí, ya es torero", escribió el maestro Juan Mora en la red social Twitter cuando, a mediados de agosto de 2015, su heredero en los ruedos sufrió una grave cogida –para muchos la más grave de la temporada– en un festejo sin caballos en la plaza de toros de Alba de Tormes (Salamanca). Dos años después de aquel duro trance y con el chaval recién estrenado en las novilladas picadas, Alejandro Mora volvió a ser corneado ayer por un novillo de Los Maños. Esta vez, el pitón penetró por el Triángulo de Scarpa en lugar de por el ano y los destrozos fueron incluso mayores. La herida, según el parte médico, tiene cinco trayectorias separadas en dos planos por el músculo sartorio. Las situadas en el plano más anterior miden 15, 10 y 20 centímetros. La inferior, tras romper la vena safena interna, sigue el borde del músculo sartorio hasta desgarrar fibras del cuádriceps. Además, tiene dañado el abductor y el pubis. El pronóstico, grave, le impidió continuar con la lidia.

Por ello, cuando el relato iba dirigido hacia un nuevo éxito de Los Maños, que volvieron a presentar una corrida de nota aprovechada por el francés Adrien Salenc para descerrajar la puerta grande a las primeras de cambio, la dureza de esta profesión emergió de sopetón. Cupletero, extraordinario astifino que hizo de sexto, se coló por la ventana abierta entre la muleta y su silueta para levantarlo por el Triángulo de Scarpa. El novillo venía reclamando poder. Una mano adelantada que enganchase sus embestidas hasta rematarlas detrás de la cadera. Pero el joven placentino nunca lo llevó toreado con la verdad que aparentaba su colocación.

Desgraciado desenlace

Las conclusiones finales iban dirigidas a esas buenas formas sin remate cuando se sobrevino la desgracia. Mora cayó herido de gravedad con Salenc preparado para salir aupado a hombros y bajo la atenta mirada del tío Juan. Como casi en todos sus compromisos había acudido a verle y, desde primera hora, el que fuera uno de los principales referentes del escalafón ochentero y noventero paseó por el patio de cuadrillas su sabor añejo.

No hay disciplina tan dinástica como el toreo. En ningún ámbito artístico –corríjanme si me equivoco– se repiten tanto los apellidos. Y aun con todo, el runrún recorre los tendidos cada vez que descendientes de antiguos valores pisan el albero. El pasado pesa más en el ambiente que en los protagonistas de abajo. Al menos, ayer. Alejandro Mora aparentó más de lo que pudo. Pero siempre asentado en la serenidad.

Todo lo contrario que su compañero Juanito. El diestro portugués alternó tandas escupiendo al novillo hacia la estación del Portillo con otras enroscadas de mérito. Sus dos oponentes, de lío, terminaron por aburrirse y eludir la pelea.

También Capitán, el Santa Coloma más alegre de salida. Llevó el hocico a ras de suelo pero sus embestidas se quedaron cortas cuando Salenc ya tenía el triunfo asegurado. Había arrancado dos orejas a un fantástico segundo al que se le pidió con fuerza la vuelta al ruedo. La ovación en el arrastre fue suficiente, con el animal con un apéndice menos de la cuenta. Gloria excesiva en una tarde en la que se vieron las dos caras de la fiesta.

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