La Coronación en 1905, un ilustre acontecimiento

En 1905, la Coronación de la Virgen del Pilar supuso todo un acontecimiento. La Corona es de oro macizo y platino y lleva engarzadas 10.000 piedras preciosas.

La Corona de la Virgen del Pilar
La Corona de la Virgen del Pilar
Ansorena

Sonaron las 12 campanadas del mediodía en los relojes de las torres del Pilar y de La Seo. Se oyeron 21 cañonazos a modo de salvas de artillería desde la otra orilla del Ebro. Se lanzaron al vuelo las campanas de todas las iglesias de la ciudad. Una muchedumbre de fieles apiñada en la Santa Capilla mezclaba sus cánticos poseída de un entusiasmo indescriptible. Los coros catedralicios entonaron los himnos litúrgicos.

Además de todas las autoridades de Zaragoza y Aragón, estaban presentes el Nuncio de Su Santidad en España, monseñor Arístides Rinaldi, el excelentísimo señor don José María Mencos y Revolledo de Palafox, duque de Zaragoza, delegado de Su Majestad el rey don Alfonso XIII, la excelentísima señora doña Vicenta Gutiérrez de la Concha, condesa de Torrejón, delegada de Su Majestad la Reina doña María Cristina, y un gran número de personalidades civiles, religiosas y militares.

En este marco solemnísimo y ante las miradas expectantes de un pueblo enfervorizado, el cardenal don Juan Soldevila y Romero, arzobispo de Zaragoza, subió las escaleras del Camarín y, según rezan las actas del acontecimiento, "recibida de manos del presbítero asistente, don Florencio Jardiel, la Corona del Niño Jesús, embargado nuestro ánimo de dulcísima emoción, se la pusimos diciendo rezadas 'Sicuti per manus nostras...' y después colocamos la Corona a la Santísima Virgen en la misma forma, en cuyo momento el júbilo que llenaba todos los corazones se desbordó en consoladoras y fervorosas manifestaciones de amor a la Reina de los cielos".

Pero este acontecimiento, sin duda brillante y piadoso, vino a ser la culminación de una larga historia, ciertamente conmovedora, cuyos datos más significativos conviene recordar ahora, ya que la 'coronación canónica' de una imagen mariana es considerada por la Iglesia como una especie de 'visado' oficial que aprueba las peregrinaciones y el culto en un santuario muy visitado a diario por los fieles y dotado de una reconocida categoría artística. Por eso, son pocas las efigies coronadas canónicamente, aunque sean incontables las mariofanías con que la tradición ha salpicado la universal geografía cristiana.

Todo comenzó en Madrid

Al iniciarse el año 1904, un grupo de mujeres madrileñas, encabezadas por doña María Blanca Fernández de Córdoba y Álvarez de las Asturias, marquesa de Cubas, tuvo la idea de organizar una gran peregrinación a un santuario mariano con el fin de conmemorar el quincuagésimo aniversario del dogma de la Inmaculada Concepción. Y pensaron que ningún lugar mejor que el Pilar para llevar a cabo tal proyecto, que fue acogido con entusiasmo por el episcopado español y por todos los católicos del país.

El comercio, la industria, los ferrocarriles, las entidades culturales, las asociaciones religiosas, los gremios profesionales, la prensa y, por supuesto, las autoridades secundaron la iniciativa. A la vez que se extendía por todas partes el deseo de peregrinar a Zaragoza, se acudía a Roma con el fin de que el Pontífice Pío X (hoy San Pío X) apoyara con su bendición y sus indulgencias tan piadoso intento. Fue tan generoso el Papa en la concesión de gracias especiales que llegó a exclamar: 'Non ho potuto concedere piú' ('No he podido conceder más').

El impulso decisivo a este proyecto vino del arzobispo Soldevila que, en una carta pastoral, invitaba a todos los españoles a peregrinar al Pilar. Un clamor sacudió la nación entera. Mientras tanto, se había encargado a la famosa joyería Ansorena de Madrid la confección de las Coronas de la Virgen y del Niño. Éstas serían labradas con infinidad de joyas, ofrecidas por mujeres españolas que, desde las pertenecientes a la Casa Real hasta las más humildes, se desprendieron de sus grandes o pequeños tesoros para ofrecerlos a la Virgen del Pilar.

La emoción del Papa

Dada la gran categoría de la Corona de Nuestra Señora y teniendo en cuenta que había sido confeccionada gracias a la generosa contribución de todo el pueblo español, se quiso que fuera el Papa quien la bendijera, para lo cual fue llevada a Roma.

Y, en efecto, el 28 de abril de 1905, viernes, Pío X, tras celebrar la misa a primeras horas de la mañana en su capilla privada, ante el arzobispo cesaraugustano y sus acompañantes, bendijo la Corona y designó a monseñor Soldevila para que oficiara en el acto de la Coronación, fijado para el inmediato 24 de mayo.

El Sumo Pontífice no pudo ocultar su asombro ante la riqueza y hermosura de la corona y, sobre todo, ante el gesto del pueblo español. Y deseando mostrar de algún modo su admiración y gratitud, donó el cáliz con el que había celebrado la misa de bendición para que fuera entregado al Pilar. Hoy figura en el museo de la basílica mariana.

España ante el Pilar

Ya hemos descrito sumariamente la ceremonia de la Coronación, que compuso una escena que, al decir de los cronistas de la época, jamás había sido vivida con tal emoción general en la secular historia del Pilar.

Y, sin duda, una de las notas más llamativas e interesantes de aquella jornada fue la participación de la nación entera que, desde el 19 de mayo hasta el 8 de junio, peregrinó a Zaragoza y pudo disfrutar de los festejos religiosos, culturales y recreativos que se organizaron durante dos largas semanas.

Algunos datos sueltos pueden dar idea de lo que fueron aquellas jornadas. Durante 18 días, mientras duraron las peregrinaciones, el templo estuvo abierto de día y de noche. Hubo trenes especiales que partieron desde distintas ciudades del país. Hoteles y fondas se llenaron por completo. La Junta organizadora encontró aposento para 4.000 peregrinos en casas particulares.

Durante los días indicados se dijeron en el Pilar 4.000 misas. Según datos oficiales, entre las fechas ya mencionadas llegaron a Zaragoza 43.566 peregrinos por las siguientes estaciones: Arrabal, 24.487; Madrid, 9.936; Cariñena, 8.400; Utrillas, 741. Es incalculable el número de ofrendas que se hicieron: alhajas, mantos, estandartes, cirios, banderas, donativos... Todo parecía poco para la Virgen recién coronada. La prensa local y nacional dio gran relieve a todos estos eventos a los que, sobre todo, en Aragón, se dedicaron números extraordinarios.

Cabe señalar que, salvo la conmemoración en 1940 del XIX Centenario de la Venida de la Virgen, nada hay comparable en este siglo a lo vivido en el Pilar con motivo de la Coronación del icono de la Patrona de Aragón. Y en el ámbito civil, solamente la remembranza de Los Sitios de la ciudad en su primer centenario llegó a igualar la dimensión popular y proyección nacional que tuvieron los actos pilaristas de 1905.

Misa de clausura del jubileo por el centenario de la Coronación de la Virgen del Pilar en la plaza del Pilar de Zaragoza el 22 de mayo 2005
Misa de clausura del jubileo por el centenario de la Coronación de la Virgen del Pilar en la plaza del Pilar de Zaragoza el 22 de mayo 2005
Archivo Heraldo
Detalle del altar durante la vigilia juvenil, dentro de los actos del centenario de la Coronación de la Virgen.
Detalle del altar durante la vigilia juvenil, dentro de los actos del centenario de la Coronación de la Virgen.
Archivo Heraldo

Así es la joya

La Corona que se puso sobre la cabeza de la imagen de la Virgen el 24 de mayo de 1905 es una obra primorosa de arte, una auténtica proeza artesanal, labrada por la joyería Ansorena, fundada en Madrid en 1945 por don Celestino de Ansorena.

Los 40 artesanos de la empresa trabajaron día y noche en una tarea dificilísima, puesto que, aparte de la premura del tiempo, la obra tenía que ser el resultado de la conjunción armoniosa de los metales, las joyas y los elementos más diversos, procedentes de toda España, mayoritariamente de las mujeres de toda condición social que se desprendieron de sus alhajas para la Corona de la Madre del Pilar: alianzas, broches, pulseras, dijes, pendientes, billeteras, relojes, etcétera. La obra quedó concluida en 45 días.

Cristina Mato Ansorena, nieta del diseñador Ramiro García Ansorena, considera que la Corona del Pilar es 'la obra máxima de la Casa, la obra cumbre salida de esta joyería, tanto por la dificultad de la ejecución como por la riqueza que tiene, con la añadidura de su valor artístico y su significación espiritual'. En agradecimiento por su excelente labor, Ansorena regaló una réplica en miniatura a cada uno de los operarios.

La Corona es de oro macizo y platino y lleva engarzadas 10.000 piedras preciosas, distribuidas así: 2.826 brillantes, 5.725 diamantes rosas, 145 perlas, 74 esmeraldas, 64 rubíes y 40 zafiros. La aureola o resplandor que circunda el halo y la corona pesa 18 kilos y es de oro macizo, y tiene engarzados topacios, amatistas, corales y otras piedras preciosas.

La Corona de la Virgen del Pilar
La Corona de la Virgen del Pilar
Ansorena
Corona de la Virgen del Pilar
Corona de la Virgen
José Antonio Duce

(Artículo escrito por don Juan Antonio Gracia, periodista y canónigo emérito del Pilar, en HERALDO DE ARAGÓN el 12 de octubre de 2004).

Consulta las últimas noticias de la basílica del Pilar.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión