Los bares de la Madalena con licencias obsoletas se enfrentan a multas semanales

Quienes regentan los establecimientos dicen estar esperando permisos de obra mayor para ampliar sus horarios de apertura “que nunca llegan”.

La calle Heroísmo concentra gran parte de los bares del Juepincho.
La calle Heroísmo concentra gran parte de los bares del Juepincho.

M. J. S. es propietaria de un bar en la zona de la Madalena de Zaragoza con más de 15 años de antigüedad. Dice estar desesperada por “la solución tan maravillosa que se ha decidido dar desde Urbanismo a los problemas de ruidos de los que los vecinos se quejan”. Desde hace unos meses, gran parte de los establecimientos de la calle Heroísmo y otras vías de la Madalena reciben con frecuencia las visitas semanales de la Policía Local y agentes de la secreta “que vienen acompañadas de sus correspondientes multas”.

En el caso de M. J. S., le han interpuesto cuatro sanciones diferentes desde finales del mes de abril de este año. Los propietarios de la mayoría de los bares indican que tienen licencias “obsoletas con un horario de apertura de hasta las diez de la noche”, pero tal y como cuenta M. J. S., hasta ahora había “un pacto no escrito entre el Ayuntamiento y los bares en el que se determinaba que mientras no se molestara a los vecinos se podía continuar con estas licencias por lo difícil, económicamente hablando, de afrontar unas obras de insonorización”.

Quienes regentan los establecimientos aseguran que no quieren “estar fuera de la legalidad”, pero el cumplimiento estricto de las normativas “nos llevaría a la insostenibilidad de los negocios y por lo tanto a despidos y pérdidas de la recaudación de los impuestos que pagamos como todo el mundo”. Por otro lado, hay muchos bares que llevan meses esperando un permiso de obra mayor para ampliar el horario de apertura, “pero nunca llega,  hay esperas de más de seis meses”, dice M. J. S., quien señala que si el problema es la molestia a los vecinos “no creo que gastarse el dinero en una insonorización sea la solución”.

La propietaria explica que ella ya se ha puesto a buscar a un arquitecto y un ingeniero de sonido, y que ha hablado con Urbanismo para que tengan conocimiento de los pasos que está dando “y que se corten con las multas, porque este procedimiento no es nada ágil y no es mi culpa”. En su caso, el cambio de la licencia le va a costar alrededor de 18.000 euros, y es consciente de que “no todo el mundo puede pagar ese dinero, a mí los números ya me pesan”.

La mayoría de las quejas por ruidos vienen de bares que están dentro de la legalidad y tienen terraza, y los hosteleros opinan que “el Juepincho ha sido el desencadenante de todo”.  Para M. J. S., una alternativa sería llegar a un acuerdo de cerrar todos los establecimientos a las 0.00, “algo que creo que a nadie la importaría”.  Los bares han ayudado a mejorar la zona de la Madalena “y hay que cuidarlos”, consideran quienes los regentan, porque “hace diez años la gente prácticamente ni se atrevía a entrar en el barrio”, recuerdan.

Manuel Galindo, vecino de la Madalena, explica que “los bares de la zona no nos suelen molestar y sus propietarios están integrados en el barrio, pero el problema llegó con el Juepincho”. Para Galindo, el aspecto de dinamización “es positivo”, pero critica que los asistentes a la cita de cada jueves del mes “salen a la calle a montar bullicio, y eso es lo que nos molesta y no nos deja dormir”. Cuando los bares cierran sus puertas hay ciudadanos que continúan la fiesta en la vía pública, y a eso hay que sumar “que dejan las calles echas una auténtica pena, con los platos, vasos y servilletas que consumen tirados por el suelo”, denuncia Beatriz Arilla, quien también reside en la Madalena.

Las asociaciones de vecinos del entorno del Casco Histórico se han reunido en varias ocasiones con el Ayuntamiento de Zaragoza para abordar la situación y tratar de conciliar el ocio nocturno con las necesidades de los vecinos, pero los hosteleros insisten en que “inflar a la gente a multas no es la mejor opción, los propietarios de los bares no somos delincuentes y nuestros empleados tampoco”. Ahora, están a la espera de alcanzar soluciones comunes que beneficien tanto a ellos como al vecindario y a los asistentes al Juepincho.

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