La disputa de dos vecinos de Embid por un gallinero llega al Justicia

El corral, situado debajo de una habitación del demandante, tiene todos los permisos.

Jesús Ángel Hernández muestra el corral que posee en Embid, barrio pedáneo de Calatayud.
Jesús Ángel Hernández muestra el corral que posee en Embid, barrio pedáneo de Calatayud.
Macipe

El Justicia de Aragón ha intervenido en la disputa que mantienen dos vecinos de Embid de la Ribera, barrio pedáneo de Calatayud, a cuenta de la ubicación del gallinero propiedad de uno de ellos. Así, la institución resolvió sugerir al Ayuntamiento bilbilitano que procediera a estudiar, y en su caso, revisar, la "autorización para la tenencia de 30 aves" en el casco urbano de esta pedanía y que se concedió hace dos años bajo una licencia de explotación doméstica.

"No queremos que le quiten los permisos, pero quizá no sea el sitio adecuado para tener los animales", resume M.ª Pilar Giménez, cuya familia interpuso la queja. En el escrito que recibió el Justicia se subraya que se acude a él "en demanda del derecho a la salud y descanso nocturno". En este sentido, Giménez explica que uno de sus dormitorios "está encima de donde él tiene las aves. Eso supone que entre un olor tremendo, y ya se sabe que los pájaros también transmiten muchas enfermedades".

Dicha estancia de la vivienda es utilizada, remarca, "por niñas pequeñas", ya que la familia utiliza el inmueble especialmente durante las vacaciones y puentes. De esta forma, según indican en el documento: "Dicha explotación cuenta con licencia municipal porque nadie nos advirtió de la instalación". El Justicia, por su parte, remarca en sus consideraciones jurídicas que "no puede concederse autorización de tenencia de animales cuando la explotación está dentro del casco urbano y en una vivienda no diseminada".

Por su parte, el propietario del edificio colindante, Jesús Ángel Hernández, empresario natural de la localidad y alcalde pedáneo, explica que este espacio está dividido en dos habitáculos de unos 4 y 20 metros cuadrados respectivamente, más un espacio común que los une que está al aire libre pero enrejado: "Cuenta con todos los permisos necesarios, e incluso ha pasado las inspecciones del Ayuntamiento, en las que han participado técnicos y agentes de la Policía Local, e incluso ha venido un veterinario".

En estos espacios, que se sitúan en una parte del corral de la casa de su abuela, ahora deshabitada, hay media docena de perdices, algunos patos, varias gallinas y gallos y unos pollos recién nacidos. "Primero pusimos un palomar y lo quitamos, y luego trajimos unas perdices que nos regalaron", explica Hernández, que asegura: "Con esto no hago negocio. Es para luego hacer una merienda con amigos". El asunto está en manos de su abogado: "Quiero que vengan expertos y me digan si puedo tener las aves o no".

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