Por
  • María Pilar Martínez Barca

El tren Chuchú

El trenecito turístico del Parque de Zaragoza.
El trenecito turístico del Parque de Zaragoza.
Juan Carlos Arcos / HERALDO

Ha sido compañero inseparable de lecturas, reflexiones, soledades buscadas, quedadas con amigos, un amor ‘in crescendo’… Puente de los Cantautores, paseo Manuel Azaña. Locomotora negra con detallicos rojos en las ruedas, el guardabarros y la nariz, tirando de sus dos vagoncillos multicolores; y yo intentando despedir a mi tía en la plaza de José Luis Sampedro -ayer Princesa-: «Me fui hasta el parque. Quería despedirme / de tu cuerpo de tierra y hojarasca. / Quería despedirme, pero volvías / una vez sobre otra / cada vez que los peques iban a columpiarse / o hacían dibujitos con un palo en la arena, / como yo de pequeña, tú a mi lado».

El Jardín Botánico, la Rosaleda, y a la derecha los columpios nuevos, y mis sobris mayores reclamando la atención de su tía al subir y bajar del tobogán -antes ‘esbarizaculos’- o el barco. Y las viejas piscinas, con más de cuatro chapuzones hasta los 12 años. El paseo se alarga y revuelve. ¡Cuántas entrañables tardes de pareja!; ¡y conciertos en el Rincón de Goya! Allí arriba, allá más lejos, con mi tío y mis hermanos, rodando tan felices por la pendiente. No habían comenzado a caerse los pinos.

En el bar los gorriones compartían con nosotros las patatas. Avenida de los Plátanos o los Bearneses; más silencios, y besos, y confidencias con mi media luna o naranja. El nacimiento del primer sobrino, ante la catarata que desciende y te sube al Cabezo. Y girando la otra fuente de colores, a la izquierda el parterre de setos, jardincicos, bancos, estanques y más fuentes, ya San Sebastián, digo, el paseo. Vamos redescubriendo el Kiosko de la Música, y columpios de colorines y casita tobogán.

Antes del deportivo Perico Fernández, aquellos columpios itinerantes regentados por un matrimonio anciano. ¡Cómo subía a las estrellas! Si volvemos a girar hacia la Estación del Tren, me veo en un triciclo rojo con mis papás y tíos.

¿Recuerda quizá el blanco paraísos cerrados? Ojalá mis sobrinos más pequeños se sigan quedando extasiados con el tren. Ahora puedo viajar con ellos. Una bonita infancia, antes de alistarse para Marte.