El despliegue policial que intenta acabar con el 'rastro de las tinieblas'

La actuación de la Policía Local, con incautaciones y denuncias, intenta que esta actividad no se desboque. Decenas de vendedores ilegales y de compradores comercian en La Almozara durante las madrugadas de los domingos.

La Policía Local decomisó material e interpuso denuncias la madrugada del pasado domingo.
La Policía Local decomisó material e interpuso denuncias la madrugada del pasado domingo.
Oliver Duch

Pasados unos minutos de las 21.00, los primeros vendedores llegan al parquin sur de la Expo. Anochece en la enorme explanada de cemento de La Almozara, y solo las luces de la estación Delicias y de la fastuosa fachada de Etopia permiten ver algo. La caída del sol es la señal que esperan los vendedores ilegales para colocar sus coches y carros y empezar a sacar el género. Comienza una larga noche en la que jugarán al gato y al ratón con la Policía Local para tratar de sacarse unos pocos euros vendiendo su material de segunda mano, en general viejo, defectuoso y de origen desconocido.

Es el ‘rastro de las tinieblas’, un fenómeno que reúne las madrugadas de los domingos a decenas de vendedores y a cientos de compradores. Allí puede encontrarse de todo, y casi todo (muy) usado. Centenares de pares de zapatos, montones de ropa y casi cualquier cosa que la mente alcance a imaginar: varios lavabos, una jaula de pájaro, ventiladores, juguetes, raquetas, una manguera, ordenadores, cargadores, cacerolas, una diana, silletas infantiles... en febrero hasta se encontró una incubadora.

A las 23.00 llegan más coches y furgonetas. Las linternas se empiezan a encender. La sensación es que todo se hace rápido. Los vendedores despliegan mantas y lonas, sacan el género de los maleteros y lo colocan con prisa, desordenado. Los potenciales clientes abren las cajas casi con ansiedad, buscando algo que merezca la pena. «Un euro», pide un ciudadano de origen magrebí por un chaleco azul de caballero. «Medio», ofrece el comprador. «Hecho». Suelta los 50 céntimos y se gira rápidamente en busca de otro artículo que le encaje.

A las 23.30 se produce la primera visita de la Policía Local. De dos furgonetas, una de ellas camuflada, y un coche patrulla salen una docena de agentes de la UAPO, que impiden recoger el material a unos cuantos vendedores ilegales. Incautan buena parte y cursan las denuncias pertinentes. Estas irán a las oficinas policiales, aunque en muchas ocasiones acaben en nada. Eso sí, si los vendedores quieren recuperar el género deberán abonar la sanción.

La intervención de los agentes aparentemente deja vacía la explanada. Sin embargo, las furgonetas esperan en los costados del aparcamiento. No pasan ni dos minutos y vuelven a ocupar su sitio, en el lateral que queda bajo la avenida Ciudad de Soria, junto a Viveros Jara. La noche no ha hecho más que empezar.

A medianoche, ya son 30 los vehículos aparcados. La música de Raffaella Carrá se oye desde las playas de la Expo, al otro lado del río. En el parquin se despliega de nuevo la mercancía. Microondas, maletas, un par de ordenadores, planchas, una minimoto de gasolina... «¡Latas a un euro!», grita un vendedor. El número de clientes aumenta conforme avanza la noche. Son mayoritariamente inmigrantes y personas de etnia gitana, armados con linternas para escudriñar el material. También hay amantes de las antigüedades que buscan algún objeto que pueda tener algo de valor.

A las 1.15, hay unos 50 vendedores y un par de centenares de compradores. Entonces vuelve la Policía. Ahora son tres los furgones, dos los coches patrulla y unos 20 los agentes. Nuevas denuncias y más actas de decomiso, ocho en esta segunda intervención. Algunos vendedores abandonan la mercancía y se van de lugar para evitar la sanción, lo que provoca que decenas de personas se abalancen sobre el material para llevárselo gratis.

En esta ocasión, uno de los vehículos policiales se queda en el lugar para evitar que se vuelva a instalar el ‘rastro de las tinieblas’. A escasos 50 metros, entre 15 y 20 personas esperan a que se vayan de allí para iniciar, por tercera vez, la actividad. La noche acaba tranquila, a la espera de que con las primeras luces lleguen los verdaderos vendedores (los que pagan licencia) del rastro y del mercado ambulante.

El debate de la legalización

El fenómeno no es nuevo. Existe en Zaragoza, como en muchas ciudades, desde hace décadas. Y pervivirá mientras haya personas que lo necesiten para subsistir. La Policía Local trata de que, al menos, no se desboque, como sucedió hace tres años tras la llegada de ZEC al gobierno municipal. Entonces se dejó de controlar, y la ausencia de los agentes hizo de efecto llamada. «Ocupaba más o menos lo mismo que el rastro de la mañana», señalan fuentes policiales. Los primeros vendedores se situaban a las 19.00 del sábado y permanecían hasta la mañana del domingo.

Ahora se controla periódicamente, en ocasiones de forma preventiva –para evitar que se instalen– y en otras, como el pasado fin de semana, con intervención directa sobre quienes ejercen esta actividad ilícita. En muchas ocasiones simplemente depende del número de efectivos de la UAPO que dejen libres el resto de fiestas, actividades o incidentes de la noche de sábado zaragozana. Todo mientras en el Ayuntamiento se estudia si se debe legalizar esta actividad e integrarla en el rastro matutino, previo pago de una tasa simbólica. Un asunto polémico sobre el que se debatirá esta semana.

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