Montemuzo: el palacio que guarda y cuenta

Entre las paredes de este edificio, mitad renacentista y modernista, se encuentra el archivo municipal de Zaragoza, bajo artesonados históricos y sostenido por columnas reconstruidas

Palacio de Montemuzo
Palacio de Montemuzo
José Miguel Marco

Si se mira desde la calle de Santiago, perpendicular a la zaragozana calle de Don Jaime I, es un edificio renacentista, sin embargo, si observa por la calle de Espoz y Mina es modernista. El motivo es que por un lado es el palacio de los marqueses de Montemuzo, mientras que por el otro es el edificio Artiach. Ambos inmuebles se convirtieron en uno cuando se rehabilitaron en el siglo XX. Están unidos por la planta baja y en sus distintas estancias se encuentra el archivo municipal desde el 23 de abril de 1994, cuando fue inaugurado.

“El Ayuntamiento de Zaragoza compró el palacio en 1985, durante la legislatura de Ramón Saínz de Varanda. Los vendedores fueron los herederos de los marqueses de Montemuzo, familia nobiliaria que lo adquirió cuando ya estaba construido”, señala María José Foncillas, técnico del archivo. “El palacio, de finales del XV, estaba casi destruido. El patio, por ejemplo, tuvo que ser reconstruido con lo poco que quedó, como se puede ver en las columnas de la primera planta, bajo el alero de ladrillo”, añade.

En total son tres pisos, como describe Patrimonio de Aragón. Al zaguán de la planta baja se accede a través de la puerta de carruajes de arco de medio punto, con jambas de piedra. En la planta noble se abren tres balcones y sobre ella una serie arquillos doblados en medio punto. La fachada está rematada con una prominente cornisa de madera.

De este material son también sus dos artesonados. “El de la sala de exposiciones procede del desaparecido palacio Aytona o también llamado de Medinaceli, que fue derribado con el proyecto de la plaza del Pilar y donado por María Luisa Alfonso Echevarría, la última propietaria de la casa”, comenta Foncillas bajo la restaurada techumbre. Al contrario que el de la casa palacio de Gabriel Sánchez, tesorero de Fernando el Católico, que espera una rehabilitación. “Decoraba un edificio que se destruyó para abrir la calle de Alfonso I. Estuvo mucho tiempo en los almacenes municipales y cuando se remodeló el palacio una parte se instaló en la sala de consulta”, cuenta la técnico en su espacio de trabajo.

Allí se puede leer la prensa microfilmada, uno de los servicios del archivo. “Vienen muchos investigadores académicos y curiosos para consultar los fondos fotográficos de Gerardo Sancho, la documentación del archivo de Palafox o de Jordana de Pozas”, apunta María José. Las paredes del palacio están decoradas con una colección de carteles de Zaragoza, tanto de las fiestas del Pilar como de las de primavera, además de las diferentes ferias taurinas y festividades de San Valero. Junto a estos cuelgan algunos mapas de la capital aragonesa, donde se puede observar la evolución de la ciudad.

Uno de ellos, de 1853, se descubre tras la puerta de la casa de Artiach, la parte de Espoz y Mina. Se trata de un edificio proyectado en 1906, como se lee en su ficha técnica, atribuido por error al arquitecto Ricardo Magdalena, ya que su autor real es el catalán Luis Salas Ricomá. Tiene cuatro plantas ajustadas a una estricta simetría. Su fachada se basa en dos materiales: piedra en la planta baja y ladrillo vista en el resto. Una carta de presentación adornada con elementos florales. En el interior se conserva una reja del vestíbulo, la barandilla de la escalera o unas columnas fundidas en Averly.

Todo esto convirtieron en 2002 al edificio en un Bien de Interés Cultural. Un puzzle formado solo por un par de piezas, una renacentista y otra modernista, pero que juntas forman el cofre que guarda el bien más preciado de la ciudad: su historia, es decir, su archivo.

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