¿Cómo va su adaptación a Calatayud desde febrero?

Perfecta, porque me siento plenamente integrado y todos los estamentos de la localidad me han recibido con los brazos abiertos y me han mostrado el cariño y afecto que sienten por la Academia.

Tras asumir su cargo, ¿cómo ha encontrado el centro?

Aquí se forman todos los suboficiales especialistas del Ejército de Tierra en sus seis especialidades y, además, se perfeccionan tanto oficiales, suboficiales y tropa especialista y personal de las armas. Tenemos unos 40 planes de estudio y este año se han impartido hasta 30 cursos.

¿En qué cifras se traduce?

A lo largo del curso, cerca de 1.000 personas se habrán formado en estas instalaciones, aunque es un número que cambia durante el año. Además hay unas 70 personas entre personal civil funcionario y no funcionario y los profesores civiles, que son los que imparten titulaciones de técnico superior.

¿Es un peso importante para la ciudad?

Podríamos decir que somos la primera empresa por volumen de contratación y personal. Además del personal que vive aquí, están los alumnos que residen y las pruebas que acogemos como las de acceso a la Guardia Civil. Todo eso son impulsos a la economía y al prestigio de la ciudad.

En Valladolid asumió una transición drástica, ¿qué le espera al centro de Calatayud?

Algo totalmente diferente. Allí estaba prevista una transformación, un cambio total en su estructura orgánica, cometidos... Aquí, no. La organización, estructura, cometidos, personal o localización no van a cambiar. La situación de la Academia es muy estable.

¿Se irán adaptando los planes de estudio?

Habrá ajustes y está previsto que vengan más cursos.

¿Inteligencia artificial y robótica entre ellos?

Son materias que se están incluyendo, como otras tecnologías, a los planes de estudio en la medida que se implantan en los sistemas, materiales y vehículos que usan nuestras Fuerzas Armadas.

¿Por qué?

La tecnología está evolucionando día a día. Los planes de estudio se van adaptando y se van modernizando, y nuestra referencia a la hora de definir esos planes son las competencias que tienen que adquirir nuestros alumnos. Desde hace tiempo tenemos una impresora 3D para que algunas especialidades puedan implementar la fabricación aditiva, para ser capaces de fabricar piezas de repuesto provisional en una operación en marcha mandando los planos desde España.

¿Qué papel ocupa la mujer en ese futuro y qué papel tiene ahora?

Cualitativamente hablando, es el mismo papel. Una mujer puede ir a cualquier unidad, igual que los hombres. Sí que es cierto que cuantitativamente el porcentaje de mujeres en las Fuerzas Armadas es de en torno al 12%, pero en los cuerpos comunes -Jurídico Militar, Intervención, Sanidad y Músicas Militares- suponen ya el 24%.

Acumula varios destinos internacionales, ¿cuáles han sido?

He estado en Rheindahlen, cerca de Mönchengladbach; en Bosnia, en Turquía, en Afganistán, en Líbano…

¿Qué poso dejan?

La impresión es imborrable. Primero, por el convencimiento de estar haciendo algo bueno y útil para la gente de allí y para España, porque la seguridad es algo global y nuestra participación en operaciones internacionales contribuye a mantenerla. Segundo, por ver a los soldados españoles, su profesionalidad, espíritu de sacrificio, imparcialidad y empatía, algo que hace que en todas las operaciones el contingente español sea muy apreciado por el resto de militares y por la población civil.

En el caso de Bosnia, ¿qué aprendió?

Me impresionó por la cercanía, por la cultura, por la forma de vida. Me impresionó lo relativamente fácil que es empezar un conflicto y lo difícil que es pararlo. Y lo más difícil aún, volver a la normalidad y recuperarse de los daños humanos y materiales que provoca una guerra. Fue muy impactante ver el grado de violencia entre familiares, aliados, entre bosnios, croatas, serbios… Se me quedó grabado.