El Rastro

Los comerciantes, con linternas y entre decenas de furgonetas y coches, la madrugada de este pasado domingo.
Los comerciantes, con linternas y entre decenas de furgonetas y coches, la madrugada de este pasado domingo.
Guillermo Mestre

Con el inequívoco sello de Zaragoza en Común –sin transparencia, con exclusiones e imposiciones, igual en las sociedades públicas que con un mercadilllo–, este lío del Rastro va camino de abrirse hueco en la corta pero amplia historia de los despropósitos del gobierno Santisteve. En su afán por meter en el paquete a los vendedores y manteros que se acoplan sin licencia ni tasas, y cuando ni siquiera existe una propuesta de regularización aceptada por todos para que puedan ganarse la vida, ZEC empezó cediendo con los ambulantes para que los miércoles se trasladen a dos emplazamientos fuera del parquin sur. Olvidó a los procedentes del antiguo rastro e ignoró a los vecinos. Hoy tiene en pie a media ciudad. Ni en La Romareda ni en la Estación del Norte ni en Macanaz quieren ese "chute de vida". Y el problema sigue creciendo porque la chapuza ha tenido efecto llamada: ha vuelto el rastro ilegal que los fines de semana se despliega desde primera hora de la noche del sábado con oferta clandestina y producto de más que dudosa procedencia. No es la mejor manera de defender a los vecinos ni al comercio de barrio y proximidad con el que tanto se llenan la boca.