El patio de recreo es un "sitio básico de convivencia", pero echando una batida por los centros educativos de varios colegios de Zaragoza uno se da cuenta de que no siempre invitan a ello. "El del Instituto María Moliner, como casi todos los del Oliver, tiene muchísimos años... Las instalaciones no tienen una oferta que permita jugar, hacer deporte o relacionarse; tienen los módulos justos para poder sentarse, y esta falta de opciones a veces llega a generar conflictos que al final salen a la calle", relata Luis García, miembro del .

Con el objetivo de que el Oliver no sea solo un "barrio de conflicto", los impulsores de este programa idearon un proyecto que ha logrado implicar a toda la comunidad educativa para la mejora de estos espacios de recreo.

"La diferencia que hemos marcado aquí es que los artistas del festival han trabajado con la comunidad y han hecho una propuesta a los vecinos. Ha sido un proceso muy bonito, y aparte de que los propios niños son muy ingeniosos también, la iniciativa da muestra de cómo una comunidad y un festival artístico internacional pueden hacer cosas diferentes por normalizar un barrio", destaca José Ibáñez, responsable del Plan Integral del Barrio Oliver, conocido como PIBO.

En colaboración con este programa, los diferentes artistas locales han reunido a un grupo de alumnos del Oliver "con ganas de cambiar su espacio" con expertos de un estudio de arquitectura madrileño (Enorme Studio) para diseñar un nuevo patio que puedan estrenar y disfrutar el próximo mes de septiembre.

Así, de febrero a junio, se han puesto en marcha unas dinámicas de participación que se están materializando ya este mes de julio en diferentes centros públicos, como el Instituto María Moliner. "El Festival ha empezado a hacer ya transformaciones artísticas en los patios y edificios de los coles e institutos de la zona, muy de acuerdo con las iniciativas planteadas por los alumnos y la comunidad escolar en su conjunto. Son coles complicados, que tienen un alumnado diferente (prácticamente todos los niños inmigrantes acuden a estos centros, su población está marcada por la exclusión social y la pobreza) y, sin embargo, son muy creativos y aceptan muy bien un proyecto como este", subraya Ibáñez.

Conocer los anhelos del barrio y acercarse a ellos a través del arte

Para los artistas, el proyecto supone también la oportunidad de hacer realidad un sueño en el que llevan años trabajando: transformar los diferentes barrios de la ciudad por medio de la capacitación artística y mostrar cómo, a través del arte, se puede mejorar el entorno y hacer que este revierta en las relaciones de sus gentes.

"Cada año el Festival muta, pero nuestra idea es seguir trabajando en esta línea. Vayamos donde vayamos, hay que estar el máximo tiempo posible en el territorio. No vamos a dejar de lado la excelencia artística, pero cada vez más nos pesa la pata social: conocer cuáles son los anhelos del barrio y acercarnos a ellos a través del arte", señala García, quien ve en la implicación de los niños y adolescentes de estos centros un buen estímulo para los propios artistas. "Como Festival Asalto siempre hemos trabajado espacio público, pero como organización llevamos muchos años haciendo talleres en los coles y en sus patios, conocemos la respuesta del alumnado y es genial", cuenta con una sonrisa.

¿Se extenderá la iniciativa a los coles de otros barrios? "La idea -confiesan- es seguir trabajando en esta línea. El CP Fernando El Católico fue el primero que dijo: 'Con nuestros chicos tenéis que hacer algo'; pero no forzamos la situación. Ojalá se replique, pero si no saldrá otra cosa diferente, y también es bonito para nosotros encontrar retos distintos", declara el artista.