La plaza de Eduardo Ibarra sigue buscando su identidad 10 años y 32 millones después

Los vecinos piden más zonas de sombra y que se dé un uso a los quioscos vacíos. La oposición fuerza a ZEC a invertir en el arreglo del entorno de La Romareda.

Estanques
Estanques
Oliver Duch

Siguen faltando árboles, juegos infantiles, zonas de sombra y... un poquito de vida. Se cumplen diez años de la gran reforma de los 25.000 metros cuadrados junto al Auditorio y La Romareda, que dio lugar a una plaza fallida. La de Eduardo Ibarra fue una obra muy ambiciosa y costó –parquin incluido– la friolera de 32 millones de euros, 3,5 más de lo previsto inicialmente. Una década después de su inauguración, los vecinos lamentan que muchos de los problemas de la plaza no se han corregido en todo este tiempo y que la mayoría de sus demandas no se han atendido.

Ahora este espacio ha vuelto al debate público ante la intención de ZEC de trasladar el rastro de los miércoles al entorno de La Romareda, aunque no en la propia plaza, como en el pasado, ya que lo impide la presencia del parquin subterráneo.

En el inventario de susceptibles mejoras figuran desde la limpieza de los grafitis, el arreglo de la escasa vegetación y las mantas antihierbas o la reposición de los adoquines perdidos, que han provocado más de una caída. Recientemente se debatió en el Ayuntamiento destinar una partida de 700.000 euros del remanente para acondicionar las inmediaciones de La Romareda, pero el gobierno de ZEC decidió unilateralmente recortarla a 100.000.

José Luis Rivas, presidente de la Unión Vecinal Cesaraugusta, admite que "es una plaza dura" pero entiende que "el hecho de tener un aparcamiento subterráneo impide que se puedan plantar árboles". Celebra –eso sí– que las antiguas láminas de madera del suelo se hayan cambiado por adoquines porque "exigían mucho mantenimiento y no se cuidaban lo suficiente". "Quedan muy bonitas pero hay que cambiarlas cada dos años por el clima de Zaragoza", afirma. Es cierto que con la magna reforma de 2008 se ganó espacio peatonal y un diseño muy vanguardista, "pero quizá más pensado en ganar premios de urbanismo que en que fuera útil para los ciudadanos", afirman los representantes vecinales.

Una residencia, un hotel, el propio estadio... La plaza, a pesar de que no acoge excesiva vivienda, no deja de ser transitada. Además, en un futuro más o menos próximo se estrenará la torre de 75 pisos que se está levantando en lo que hasta ahora eran oficinas del Real Zaragoza. Esta promoción puede que insufle nuevos aires a un espacio, que no ha tenido especial suerte con distintos proyectos de los que ha sido objeto. El mejor botón de muestra son los cuatro quioscos centrales que, con la honrosa excepción del Espacio Bebé que gestiona la Plataforma de Acción Infantil, no han encontrado un inquilino estable. Los vecinos aún lloran incluso el cierre de los cines Renoir y lamentan que "a no ser que haya fútbol o alguna cita en el Auditorio, aquí falta movimiento". El nuevo carril bici de Violante de Hungría tampoco se antoja un aliciente excesivo, como sí lo podrían haber sido las terrazas en el bosque de farolas inclinadas que no han acabado de cuajar.

El presidente de la junta de distrito Universidad, el concejal popular Enrique Collados, explica que al cubo de Urbanismo le han salido no pocas novias y que las entidades vecinales lo han solicitado para hacer una suerte de centro cívico del barrio, dado que en el actual no hay ni espacio de mayores ni biblioteca. En su día, incluso, se estudió que la plaza pudiera reservar uno de sus cubículos para hacer una "biblioteca de consulta" o un espacio de ‘bookcrossing’, pero la propuesta tampoco llegó a buen puerto.

"También es una pena que los quioscos –que dependen de la concesionaria del parquin– estén vacíos, y habría que procurar darles vida como ya se intentó durante la última feria de maquinaria agrícola", cuenta Collados.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión