Una cizalladura vertical con rachas de viento de 60 km/h pudo provocar el accidente de los paracaidistas

Los aviones venían de Aviano (Italia) y los pilotos no pidieron información a los meteorólogos de Garrapinillos, por lo que ignoraban el peligroso fenómeno meteorológico que se estaba produciendo en el Valle del Ebro.

El accidente se produjo al engancharse las cuerdas de los paracaidistas que habían saltado sobre el campo de maniobras de San Gregorio.
El accidente se produjo al engancharse las cuerdas de los paracaidistas que habían saltado sobre el campo de maniobras de San Gregorio.
Oliver Duch

Los seis aviones con 700 paracaidistas que ayer participaban en las maniobras de San Gregorio no tuvieron en cuenta la marcada cizalladura vertical que ayer se estaba produciendo en Zaragoza, un fenómeno meteorológico que implica cambios bruscos de velocidad del viento a diferentes alturas. Y todo apunta a que esta información podría haber evitado el accidente en el que resultaron heridos trece militares, siete españoles y seis estadounidenses, a los que una racha de viento les desestabilizó a 400 metros de altura provocando una accidentada toma de tierra. La mayoría sufrieron lesiones leves y nueve continúan ingresados en el Hospital Militar de Zaragoza.

Las aeronaves que transportaban a los paracaidistas despegaron a primera hora de la mañana del martes de la base italiana de Aviano, por lo que, según fuentes consultadas por HERALDO, antes del salto no se produjo una reunión como la que habitualmente mantienen los pilotos del Ala 15 (F-18) y el Ala 31 (Hércules y A-400) con los meteorólogos que trabajan en Garrapinillos.

De haberla mantenido, hubieran sabido que los mapas alertaban de la citada cizalladura vertical y de que a la hora en que se produjo el lanzamiento de los paracaidistas -sobre las 12.35, aunque inicialmente estaba programado para las 10.30- podían producirse rachas de viento de cerca de 60 kilómetros por hora a 500 metros de altura. Cuando, según fuentes de la propia Brigada Paracaidista Almogávares, que ayer participaba en el ejercicio Saber Strike West, los saltos se hacen con un máximo de 28 kilómetros por hora.

Según ha podido saber este diario, un director de salto norteamericano medía la velocidad del viento "minuto a minuto" en tierra y pasaba los datos a los compañeros que iban en las aeronaves. Todo apunta a que estos ignoraban que tenían encima una cizalladura vertical, ya que la velocidad del viento en suelo nada tenía que ver con la que se registraba a 500 metros de altura. Tras los tres primeros saltos y sin saber aún que se había producido el accidente, el director de lanzamiento ya suspendió los tres siguientes saltos. Habían pasado unos diez minutos y el fuerte viente ya se notaba en tierra.

Según los expertos, la cizalladura eólica vertical puede ser de dos clases: por un cambio importante de dirección del viento o por un fuerte cambio de velocidad. La registrada ayer fue del segundo tipo. Los modelos predictivos advertían claramente de que este fenómeno se estaba produciendo en el Valle del Ebro (ver gráfico con datos de Aemet), lo que obligaba a tomar precauciones a las aeronaves que se desplazaban por esta zona. ¿Por qué? Porque en estos casos se producen grandes variaciones en la velocidad del viento a diferentes niveles de altura y ello puede afectar al pilotaje. Sobre todo, cuando se trata de operaciones de despegue o aterrizaje.

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