El recuerdo de la universidad de la Magdalena

Desde su origen, en el siglo XVI, se llevaron a cabo varias intervenciones que adaptaron el edificio a las necesidades de cada época, hasta la década de 1970, cuando desapareció.

El recuerdo de la universidad de la Magdalena
El recuerdo de la universidad de la Magdalena

No es casualidad que en el barrio de la Magdalena de la capital aragonesa se pueda pasear por la calle de los Estudios o por la de Universidad. El motivo es que en esta zona, en las inmediaciones de la iglesia de la Magdalena, se ubicaba la antigua sede de la universidad. En el solar que dejó la ‘Universidad Literaria’, como se conocía, se levantó el IES Pedro de Luna. Sin embargo, en la retina de algunos vecinos seguramente todavía esté guardada la imagen de alguna de sus partes, como la capilla, que estuvo en pie hasta hace apenas 45 años.

“Fue lo último en derrumbarse, en 1973”, expone Manuel García Guatas, catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza, en la página de patrimonio de la misma institución. Pero el origen de este campus se remonta unos siglos antes. “En el siglo XVI se construyó el primer edificio, de planta rectangular y alrededor de un patio central. A través de él se accedía a la capilla de Pedro Cerbuna, a la biblioteca, a las aulas o a la casa del bedel”, explica Anaïs Laia Serrano, historiadora del arte.

Ese complejo universitario del siglo XVI experimentó una serie de reformas durante la Edad Moderna. “No se tiene registro gráfico de cómo quedó tras esas modificaciones, sin embargo, se puede hacer una idea según algunos planos de la ciudad. Al menos, conocer su estructura”, lamenta Serrano, quien también participa en Ubikarte, un programa del Departamento de Arte que intenta dar a conocer patrimonio desaparecido de la ciudad.

Los Sitios de Zaragoza dejaron su huella en el inmueble. García Guatas en su artículo sobre el patrimonio universitario señala que “el general Palafox ordenó la militarización del edificio de la universidad”, así se convirtió en maestranza del arma de ingenieros. Las voladuras de los franceses destruyeron sus dos fachadas principales y el edificio quedó casi en ruinas.

“Se decidió intervenir a mediados del siglo XIX, llevando a cabo la reforma más importante. Por ejemplo, se cambió la distribución de las fachadas del edificio”, indica Serrano. En un principio la entrada principal se encontraba en el Coso Bajo y después en la plaza de la Magdalena. “Se dispusieron todas las fachadas en base a zócalo de piedra de Calatorao. En la parte superior se cree que destacaban una serie de columnas de tendencia corintia y ventanales”. Otra obra que se llevó a cabo por estos años fue la construcción de un observatorio meteorológico. “En 1855 hubo una orden real que decía que todas las universidades del reino tenían que tener uno. Se ubicó sobre la capilla de Pedro de Cerbuna y se subía por una escalerilla que se levantó en su interior”, añade la doctoranda.

Tras esta reforma, Ricardo Magdalena diseñó la última actuación. “Caracterizó al edificio de un estilo clasicista, con arcos de medio punto y rematado con motivos vegetales”, apunta Anaïs Laia. El interior también se cambió: “Le dio más amplitud al vestíbulo y al Paraninfo, este último lo iluminó gracias a un tercer piso de arquillos”. Magdalena no pudo culminar sus trabajos, así que Luis de la Figuera cogió el relevo. “El resultado final, en 1912, fue un complejo de ladrillo con revestimientos de estuco, como marcan las tradiciones aragonesas del Renacimiento y del mudéjar”, concluye Serrano.

Lo que queda de la ‘Universidad Literaria’

En un documento se recoge una descripción del campus según Mariano de Cavia. El periodista hablaba de “una bella colección de bustos de hombres célebres y otra de buenos retratos de los personajes que más han favorecido la Universidad”. Además, referencia “lápidas de mármol donde en letras de oro se consignan los fastos universitarios”.

El legado que se conserva de este edificio son las obras que adornaban el Rectorado, el Teatro o Paraninfo, la Biblioteca y la Capilla, que se encuentran en distintas dependencias de la Universidad de Zaragoza. Para recordar lo perdido se pueden observar dos murales que muestran cómo era la universidad en sus primeros años, con la Puerta de Valencia a un lado, y cómo fue en su última etapa. Un recuerdo que pasa desapercibido entre la hiedra de la fachada del instituto que ocupa su lugar y que da a la plaza de la Magdalena.

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