Para que comprar si puedes intercambiar

Este fin de semana se celebran varias citas en torno al trueque y la economía colaborativa de la capital aragonesa.

Imagen de una edición anterior del mercadillo de trueque de Peñaflor
Imagen de una edición anterior del mercadillo de trueque de Peñaflor
C. I.

Este domingo se celebra en Peñaflor de Gállego la décima edición de su Mercadillo del Trueque, una de las citas más longevas de la ciudad en materia de economía colaborativa y sostenible promovida por un grupo de familias que forma la Cooperativa Ecoflor. La cita, que año tras año logra mayor visibilidad, reúne cada año a entre 300 y 500 personas que deciden optar por el intercambio en lugar de la compra directa de productos.

La cita, que se desarrolla este domingo de 11.00 a 14.00 en el pabellón municipal, carece prácticamente de normas a excepción de una: aquí el dinero no vale nada. “Los participantes pueden traer lo que quieran. Desde libros, ropa, herramientas, juguetes, comida o, incluso, alguna habilidad”, explica David Herrero, participante del grupo de consumo Ecoflor.

“Desde hace años, un grupo de familias nos organizamos para consumir de forma ecológica, comprar directamente a productores, optar por el comercio justo… lo del trueque nos parecía una iniciativa obvia dentro de esta práctica”, relata Herrero. Lo que empezó como un evento organizado por apenas una decena de familias se ha triplicado, y ha logrado convertirse en punto de unión de vecinos de la zona, pueblos de al lado y de la capital aragonesaque se acercan hasta allí con algún objeto que ya no usan en busca de otro que, en ocasiones, ni imaginaban.

“La idea parte de que casi todos tenemos cosas en casa que ya no utilizamos pero que a otras personas le pueden venir fenomenal. El objetivo es reciclar estos utensilios y sacarles más partido”, añade. Herrero, sobre todo, destaca la diversidad: “Te puedes encontrar desde un libro o utensilios de cocina, hasta verdura recién cogida de la huerta. Incluso gente que ofrece una casa en la playa o su tiempo”.

Además, se trata de un evento abierto a la ciudadanía. Todos los años la organización coloca un mínimo de mesas en el pabellón, “pero desde hace unos años siempre hacemos corto”, asegura Herrero. “Al final mucha gente se coloca en el suelo o improvisa sus propios espacios”, añade.

“Otro objetivo es el de cuestionarnos la forma en la que consumimos, ser más conscientes del origen de los productos que adquirimos y del uso que hacemos de las cosas. Es un sistema muy divertido y una manera alternativa de pasar un domingo”, concluye el organizador. Además, el mercadillo se clausurará con una comida ‘de traje’, es decir, el menú dependerá de lo que cada uno lleve al pabellón.

Desde hace cuatro años, Graciela Gil y su familia participan en el mercadillo. En su caso, su familia lleva cuatro años participando en el mercadillo, sobre todo con objetos tecnológicos basados en software libre. “También ofrecemos nuestros conocimientos de estos sistemas operativos o enseñamos a reparar estos objetos”, explica. “En ocasiones intercambiamos ropa con gente del pueblo y luego te hace ilusión ver que ellas sí que la llevan, que al menos la están aprovechando”, destaca Gil.

Los niños crean su propio mercadillo

Sin duda uno de los mayores atractivos de la cita es el gran número de objetos infantiles que se dan cita: ropa, juguetes, elementos que rápidamente quedan en desuso porque crecen demasiado rápido. “Desde hace años nuestras hijas de 12 y 9 años crean sus propios puestos junto a otros niños de su edad e intercambian cosas que ya no usan. En casa tenemos una caja para ir apartando algunas de estas cosas”, explica Mayte Espiau, que destaca los valores que quedan en los más pequeños.

Esta vecina de Peñaflor “de toda la vida” lleva participando desde la primera edición. “Todos acumulamos muchas cosas en casa que no necesitamos y lograr este intercambio genera una felicidad que no te encuentras en un supermercado, sobre todo porque no sabes lo que te vas a encontrar esta vez” asegura. En su caso, el primer año le dieron a una mujer que pasaba por ahí un delantal cosido por su abuela. “Ella no había traído nada así que se lo dimos, y al rato apareció con una gran tortilla de patata recién hecha. Fue maravilloso” destaca.

Esta cita se suma a la segunda edición de ‘El trueque’ que se desarrolló este viernes en la Facultad de Ciencias Sociales y del Trabajo de Zaragoza de la mano de 30 estudiantes de Trabajo Social. “Se sumaron estudiantes de otras carreras y otros campus”, añade María Antas, una de las organizadoras. “Nuestro objetivo era, sobre todo, establecer una red de intercambio sin lucro y establecer un punto de encuentro joven”, añade.

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