La antigua estación de El Portillo, en vía muerta desde hace 15 años

El 18 de mayo de 2003 partió desde uno de sus andenes un tren con destino a Galicia, el último que prestó servicio en El Portillo tras ceder el testigo a la intermodal de Delicias.

Estación Zaragoza El Portillo
Estación Zaragoza El Portillo
Heraldo

Hace solo unos días, el Ayuntamiento de Zaragoza y el Administrador de Infraestructuras Ferroviarias (ADIF) llegaban a un acuerdo que posibilitará, al fin, el desarrollo de una porción de los suelos de la antigua estación de El Portillo por parte de la sociedad Zaragoza Alta Velocidad.

La reparcelación de esta zona, donde se podrán construir 220 pisos, afecta a la parte de terreno más cercana a la rotonda de la Ciudadanía -un 54% del sector- quedando fuera el edificio de la antigua estación y el de Correos.

Por el momento, se desconoce qué usos podría tener el edificio, cerrado desde 2003 al tránsito de viajeros y transformado después, durante una temporada, en sede de la iglesia evangélica Betel. En aquel periodo hasta se oficiaron bodas en su interior.

El pasado año, esta antigua estación cumplió 45 años desde que fue inaugurada oficialmente el 17 de mayo de 1972. Su apertura motivaría un cierre, el de la estación del Arrabal; el último tren de viajeros entró en ella el 30 de septiembre de 1973. A su vez, otro cierre llegaría tras la entrada en funcionamiento de una nueva instalación; el 18 de mayo de 2003 partió desde uno de sus andenes un tren con destino a Galicia, el último que prestó servicio en El Portillo antes de ceder el testigo a la intermodal de Delicias.

En los años 90, El Portillo se sometió a una reforma para modernizar su interior y liberalizar su superficie del vestíbulo para albergar un espacio comercial que se inauguró en 1995 con 21 establecimientos.

Una estación única

La nueva terminal de Zaragoza El Portillo sustituyó a la antigua de Campo Sepulcro, también conocida como estación de Madrid, porque de ella partían los trenes con destino a la gran capital. Al poco tiempo de su puesta en marcha se convirtió en la única estación de viajeros de Zaragoza.

Su construcción dejó para el recuerdo gráfico el desaparecido depósito de locomotoras de vapor, ubicado en el lugar donde se levantó la rampa de acceso a la nueva estación, proyectada por los ingenieros Alfredo Martínez Alonso y Demetrio Ullastres Astudillo, y galardonada con el Trofeo Ricardo Magdalena en 1972. Aquel año, el Colegio de Arquitectos mostró su desacuerdo por la concesión del premio a una obra calificada por su entonces decano, Enrique Bas, como “urbanísticamente disparatada”.

Al margen de la polémica, la nueva instalación se ajustaba a las necesidades ferroviarias del momento, que prescindían de “la tradicional zona de vivienda para los empleados puesto que la política de la empresa había llevado a separar la función residencial en construcciones colectivas independientes. Por el contrario, ahora se incorporaba una zona comercial en el vestíbulo con pequeños espacios acristalados a ambos lados del hall, -recoge Jesús Martínez Verón, autor de diversos trabajos sobre arquitectura contemporánea de la capital aragonesa, en ‘Zaragoza. Arquitectura. Siglo XX’-. Finalmente, otros servicios tradicionales en las estaciones de ferrocarril, como el de restaurante, ahora adquiría un carácter nuevo, alejado de los andenes y dedicado a los viajeros de la propia estación. Este modelo se contraponía al tradicional de ‘parada y fonda’ que situaba a las cantinas y restaurantes de las estaciones más próximos a las vías”.

El complejo ferroviario, que ocupaba unos 19.000 metros cuadrados, contaba con una estación de 900 metros de longitud, 10 vías de paso de larga distancia y cuatro destinadas a cercanías. La superficie del vestíbulo general de viajeros era de 1.500 metros y el aparcamiento inferior, de 3.500 metros, tenía capacidad para 150 vehículo al descubierto y 200 a cubierto. Al día siguiente de la inauguración, HERALDO daba cuenta del acto e incluía algunos datos curiosos:

“Con la superficie de marquesinas colocadas, se podría cubrir dos veces el terreno de La Romareda. Las seis escaleras mecánicas serán capaces de transportar a toda la población de Zaragoza más de dos veces al día; en los andenes, llenos de personas, cabría una población de setenta y seis mil personas; y la potencia eléctrica instalada en alumbrado y marquesina bastaría para iluminar una barriada de dos mil viviendas”.

De su decoración destacan los cinco murales realizados por el artista Andrés Sánchez Sanz de Galdeano. En su exterior permanece uno de ellos, ‘Mural y locomóvil’, compuesto por dos piezas: un mural de hierro forjado y un locomóvil situados delante de los accesos. Del estado del resto de murales apenas se han tenido noticias.

Galdeano falleció en 2004 sin saber si estas obras sobrevivirían. Cuando en 2008 se inauguró la nueva estación de cercanías Zaragoza-Portillo, próxima al antiguo edificio de 1972, se pensó en trasladar allí las piezas pero, finalmente, se desestimó.

Desde ADIF señalan que toda la documentación histórica referente a la antigua estación Zaragoza El Portillo está depositada en la Fundación de los Ferrocarriles Españoles y que esta entidad también se hizo cargo de la obra de Galdeano que alberga esta construcción.

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