Una joya histórica junto al garaje

Los baños judíos se salvaron de milagro de la piqueta en los años 60 y fueron trasladados a los sótanos de un edificio de viviendas del Coso.

Interior de los baños judíos, este martes, durante la visita de los responsables municipales.
Interior de los baños judíos, este martes, durante la visita de los responsables municipales.
Guillermo Mestre

Acceder a los baños judíos de Zaragoza es tan singular que uno cree bajar a un garaje. Pero al girar una esquina, en medio de la penumbra, aparece una pequeña estancia abovedada del siglo XIII y que se ha convertido en "una de las asignaturas pendientes del patrimonio zaragozano", según explica el historiador Juan Carlos Lozano.

Comenta que en su día se conocieron como los baños del Rey y estuvieron en uso hasta la Alta Edad Media. La arqueóloga municipal Romana Erice apunta que el dinero que se cobraba por entrar en los baños se utilizó para la reconstrucción del puente de Piedra.

Que haya llegado a nuestros días es un pequeño milagro. Según Juan Carlos Lozano, los restos que se conservan hoy fueron trasladados cuando a finales de los años 60 se construyó el edificio de viviendas. "El arquitecto realiza la intervención con una cierta sensibilidad patrimonial, porque lo fácil hubiera sido demoler los baños completamente. Pero él quiso conservar una parte", afirmó.

Se salvó una de sus principales estancias, que estaba a la altura de la calle y se trasladó piedra a piedra hasta el sótano, a dos metros de profundidad. Hay partes reconstruidas, pero el espacio mantiene elementos originales de gran interés.

Se trata de una sala ligeramente rectangular, dispuesta a modo de claustro, con columnas de alabastro, que sostienen una bóveda esquifada. Todavía se pueden ver los óculos a través de los cuales había iluminación natural en el espacio. Esta sala, que según Romana Erice, pudo tener utilizada como zona templada de los baños.

Estaba comunicada con otra más pequeña, de dos tramos abovedados, que se eliminó al hacer la nueva edificación. Salvo las columnas, el espacio era de ladrillo, que ya no se conserva, aunque no se descarta su recuperación para aproximar la imagen del monumento a la que tenía originalmente. Desde el punto de vista arquitectónico, se trata de unos baños que respetan la tradición árabe.

"Es el único resto monumental de la comunidad judía de Zaragoza", afirma Lozano, por lo que a su juicio debe servir para descubrir lo que fue la judería de la ciudad, que se extendía en el entorno del Seminario de San Carlos Borromeo.

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